La niña, que nació prematura, fue llevada a la morgue. Allí, un empleado descubrió que vivía. Luego, la pequeña murió. Ayer falleció el hombre que también había sido dado por muerto.
Falleció ayer la beba que el lunes último había sido dada por muerta erróneamente en un hospital de Monte Grande. El deceso se produjo luego de que, tras el extraño episodio, la niña –que nació con sólo seis meses de gestación– quedara internada en estado crítico. Unas horas antes había muerto también el hombre de 80 años que, en un caso similar, había sido encontrado vivo en la morgue de un sanatorio de Quilmes (ver recuadro).
El director del hospital Santamarina de Monte Grande, Mario Polzella, explicó a Página/12 que el fallecimiento de la nena fue consecuencia de “la falta de madurez de sus órganos, muchos de los cuales funcionaban de manera defectuosa o no cumplían su tarea”, lo que generó “un paro cardíaco”. Según Polzella, el cuadro estaba derivado de “lo prematuro de su nacimiento, con sólo 22 semanas de gestación” y 660 gramos de peso.
“Cualquier niño que nace de forma tan prematura tiene escasas chances de sobrevivir, algo que sólo ocurre en casos muy excepcionales. Ahora se investigarán las causas de la amenaza de aborto (no inducido) que había sufrido su madre, que fue lo que llevó a practicar un parto de urgencia”, aseveró el director. La neonatóloga Susana López Tornoy, del hospital Garrahan, manifestó –en consonancia con Polzella– que un bebé que nace a las 22 semanas de gestación se halla en el límite de supervivencia.
Brisa Milagros es el nombre que sus padres, Jorge y Romina Ramírez, habían elegido para la niña luego del episodio ocurrido el lunes pasado, en el que los médicos les habían anunciado que su hija había nacido sin vida, y cuatro horas después les informaron que estaba viva.
Polzella aseguró que ese día, “tras el parto, la beba no presentaba ningún signo vital”, entonces “se comenzaron a realizar todos los procedimientos de reanimación, un proceso que se extendió por 40 minutos”. Luego de eso, Brisa Milagros quedó en observación otros 20 minutos, y después fue trasladada a la morgue del establecimiento. Momentos después se les comunicó a los padres la mala noticia.
Tres horas después, el empleado Juan Abarca Cabello entró a la morgue para recibir un cadáver, y en ese momento escuchó un gemido. Creyó que era un gato, pero enseguida se dio cuenta de que se trataba de un llanto “muy suave”. “Abrí la cámara refrigeradora y vi una cajita en la que había una bebita. Ahí le soplé la cara, no sé por qué, y la chiquita se puso a llorar”, contó Abarca Cabello.
A este encadenamiento de hechos extraordinario se sumó uno más. La cámara refrigeradora de la morgue, normalmente varios grados bajo cero, ese día estaba a temperatura ambiente, ya que “se encontraba en reparaciones desde el día anterior, para ponerle gas”, reveló el morguero. De no ser así, la chiquita hubiera muerto en ese lugar.
Polzella sostuvo que “ese episodio no tuvo influencia” en la posterior muerte de la niña, ya que “según la opinión de los neonatólogos, luego de eso sus chances de sobrevida eran exactamente las mismas que las de cualquier bebé que nace con sólo 22 semanas de gestación”.
En ese sentido, expresó que ya se inició “un sumario administrativo” para investigar “por qué los signos vitales de la niña tardaron tanto en aparecer”, y señaló que se trata “de un caso muy extraño, algo que nunca había visto”. “Los signos vitales pueden aparecer a posteriori, dentro de los 40 minutos de reanimación, pero esto ha sido una aparición muy tardía”, especificó Polzella.
Los resultados de esa investigación “serán elevados a un comité científico”, para estudiar este caso, que dejó sorprendidos a todos los médicos del establecimiento. López Tornoy también resaltó ese dato como desconcertante: “no es común” que un bebé dado por muerto presente signos vitales “después de 40 minutos de no registrarlos”.
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