Vie 01.02.2008

SOCIEDAD  › MAS DE TRES AÑOS AL JOVEN ARGENTINO EN BARCELONA

Libertad con sabor amargo

El joven argentino enjuiciado en Barcelona por una supuesta agresión a un guardia en 2006 fue condenado a 3 años y 3 meses. Quedará libre porque cumplió más de la mitad de la pena.

“Sentimos que no encontramos justicia, es injusto que un inocente cargue con antecedentes penales.” Juan Daniel Pintos Garrido, el joven argentino de ciudadanía española detenido y procesado por el supuesto ataque a un guardia en Barcelona en 2006, fue condenado ayer a tres años y tres meses de prisión, y a pagar una multa de 240 euros. Y pese a que quedará libre, su madre, María Inés, no está conforme porque sostiene que en el juicio quedó demostrado que su hijo es inocente. Para la condena, la Sala 8 de la Audiencia Provincial de Barcelona utilizó como pruebas las declaraciones de los guardias urbanos colegas del lesionado, que desde el 4 de febrero de 2006 se encuentra en estado vegetativo. La madre, los abogados de Juan y los mismos guardias testigos sostuvieron durante el proceso que el chico fue detenido utilizando el antiguo y preclaro método del “instinto policial”. A la fecha, Juan Daniel obtuvo su libertad en forma automática no porque los jueces quisieran sino porque había cumplido casi dos años en prisión, tiempo suficiente para alcanzar la libertad condicional.

“Juan está en paz porque sabe que no hay instancia de regreso a la cárcel y siente un gran alivio. Que quedara libre, más allá de su condena, fue como decir ‘bueno, ahora sí estamos tranquilos’.” Debido a que Juan Pintos Garrido no estaba dispuesto a hacer declaraciones, su madre describió a Página/12 cómo se siente el joven que pasó dos años en la cárcel por lo que ella nombró como “una causa armada por discriminación”. Mientras, María Inés Garrido sostiene que se apelará o no según lo decida Juan, Juan duerme plácidamente en su cama, condenadamente libre. Podrá apelar hasta el viernes 8 de febrero, al igual que el Ayuntamiento, que fue parte en todo este entuerto, igual que la Guardia Urbana y la familia del guardia agredido, que también permanece postrado en una cama, pero desde la madrugada del hecho.

El 4 de febrero de 2006, la policía irrumpió en una fiesta de okupas en un teatro tomado y se produjeron incidentes durante los cuales el guardia resultó herido. Casi dos años después, comenzó la lectura del fallo. Más exactamente, a las 9.30 de ayer (hora de Barcelona). A Rodrigo Lanza –acusado de arrojar una piedra que habría tumbado al guardia contra el piso– le retiraron los cargos por “lesiones agravadas contra la autoridad”, un delito doloso, y lo sentenciaron a una pena de cuatro años y medio por “atentado en concurso ideal con falta de lesiones dolosas” y “lesiones imprudentes” (ver aparte). Juan Pintos Garrido y Alex Cisternas, los “instigadores” del apedreo a la policía (según la policía), también vieron modificados los cargos y finalmente se los condenó a tres años y tres meses de prisión por “atentado con falta de lesiones dolosas”. La fiscalía y la querella habían pedido once y doce años de prisión, respectivamente, para los tres, al entender que actuaban “como grupo organizado”.

En principio, y en base al pedido del Ministerio Fiscal, Lanza, Cisternas y Pintos Garrido eran solidariamente responsables del pago de una indemnización de un millón setenta mil euros a la familia del guardia herido, aun cuando jamás se llegó a comprobar que había sido atacado por los latinoamericanos. Incluso, el entonces alcalde de Barcelona, Joan Clos, declaró, luego de visitar al guardia en el hospital, que aquél había sido herido “por una maceta arrojada desde dentro del local”. Ni Juan Pintos Garrido ni Alex Cisternas ni Rodrigo Lanza llegaron a entrar ahí.

Lo único que está claro con respecto a la herida que recibió es que se produjo cuando una piedra lo impactó en la frente con tal fuerza que lo tumbó y el choque de su nuca contra el piso le destrozó el cráneo y lo dejó en coma vegetativo. Los guardias dijeron que tres de los participantes de la fiesta los atacaron: los chilenos Rodrigo Lanza y Alex Cisternas tiraban piedras y Juan Pintos Garrido los alentaba. Los jóvenes, a su vez, aseguraron que pasaban por la puerta de la fiesta en su camino de vuelta a casa y que, al ver que la policía estaba reprimiendo, sólo atinaron a correr.

Según declaró en el juicio, Juan volvía de un bar e iba a tomar el metro en la esquina del teatro donde se hacía la fiesta clandestina. La Guardia Urbana controlaba a los más de mil asistentes que esperaban. Juan pasó por la puerta, según contó, justo cuando se desataban incidentes entre la policía municipal y la concurrencia. Los guardias urbanos sostuvieron que Juan instigaba a los chilenos Rodrigo Lanza y Alex Cisternas a tirar piedras a los guardias, y que una de cinco por ocho centímetros arrojada por Lanza fue la que tumbó a su compañero. Los dichos de los chicos, en cambio, coincidieron con los de la mayoría de los testigos aportados por las defensas, que relataron cómo la policía “reprimía y detenía indiscriminadamente”.

“No es lo mismo discutir una apelación dentro que fuera de la cárcel. No sabemos qué postura tomará Juan, pero creo que deberíamos apelar, no sólo por él, sino por los otros ocho imputados”, continuó su madre. “Cada vez que los abogados defensores hacían una pregunta a los testigos, el presidente del tribunal la cortaba. Además, ni siquiera mantuvieron el argumento de lo de la piedra: en la instrucción la piedra era de 5 por 8, en el juicio dijeron que tenía el tamaño de una mano y luego pasó a tener un ‘ostensible tamaño’ y más tarde unas ‘tremendas dimensiones’.”

Para concluir, María Inés Garrido le contó a Página/12: “Estamos contentos por tener a Juan en casa, pero no por la sentencia. Fue una injusticia, pero ¿quién se iba a aguantar el costo político y la avanzada de la Guardia Urbana si se daba vuelta la causa? Acá todo el mundo sabe que los chicos fueron los ‘pringaos’ (perejiles) del 4 de febrero”.

Informe: Luis Paz.

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