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Un conflicto comercial vacío que va de Alaska a Tierra del Fuego
De ganar Lula las elecciones de mañana, ¿qué relación puede esperarse con EE.UU.? El ALCA, que en realidad está trabado por el proteccionismo estadounidense y la crisis económica latinoamericana, aparece como el principal punto de fricción.
Por Francesc Relea
Desde San Pablo
En una entrevista reciente con la prensa brasileña, el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, se despachó a gusto con el jefe de la primera potencia, George W. Bush: “De cada 10 palabras que pronuncia, nueve son para provocar una guerra”. Si Lula llega al Palacio de Planalto las relaciones entre el gigante de América del Norte y el gigante de América del Sur no serán fáciles. “Brasil tiene que cuidarse”, dijo. “Es la segunda potencia del continente, y queremos que nuestra industria y nuestra agricultura sobrevivan.” Uno de los rasgos distintivos de la política exterior de Brasil desde los tiempos de Juscelino Kubitschek (1955-1960) ha sido la relativa autonomía de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos. El gobierno de Fernando Henrique Cardoso no fue diferente en este aspecto.
Brasil mantuvo una dura confrontación con EE.UU. en el foro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) por las patentes para las medicinas contra el sida. Casualmente, quien encabezó aquella batalla fue el ministro de Sanidad de la época, José Serra, que es hoy el candidato del oficialismo a las elecciones del domingo y máximo rival de Lula.
Proyectos de gran importancia geoestratégica para Washington como el Plan Colombia, para el que EE.UU. deseaba el apoyo incondicional de Brasil, fueron recibidos con frialdad por el gobierno de Cardoso, que considera que amenaza los intereses específicos del país. Otro punto de discordancia política entre Washington y Brasilia es Cuba. Cardoso, al igual que hizo José Sarney, rechazó el embargo unilateral de EE.UU. a la isla caribeña, y a diferencia del ex presidente argentino Carlos Menem nunca se sumó al discurso anticastrista. Pero a pesar de las divergencias, en general la relación entre los dos países es de afinidad, a lo que ayudó considerablemente la sintonía personal entre Cardoso y Bill Clinton, muy superior a la existente con el nuevo inquilino de la Casa Blanca desde enero del 2001.
Sin duda, el punto de mayor fricción entre EE.UU. y Brasil es la propuesta de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), lanzada en diciembre de 1994 por el entonces presidente Bill Clinton en la primera Cumbre de las Américas, que se celebró en Miami. Desde la óptica de Washington, Brasil ha mantenido una actitud obstruccionista al proyecto. El gobierno de Cardoso justificó su posición defensiva en el hecho de que la economía brasileña ya pasó por un proceso de apertura muy traumático que no tuvo reciprocidad de los países desarrollados.
El proceso de integración comercial desde Alaska a Tierra del Fuego está empantanado en buena parte por el proteccionismo estadounidense y la grave crisis económica latinoamericana. En la última reunión de Quebec, en abril del 2001, los presidentes establecieron un calendario de negociaciones y ratificaron el 2005 como el año para la entrada en vigor del ALCA, un área con más de 800 millones de habitantes, un PBI que supera los 12 billones de dólares y un comercio exterior de unos 2 billones de dólares.
Las buenas intenciones expresadas en la cumbre de Quebec no fueron más allá de las palabras. En contra de lo prometido, Estados Unidos adoptó una serie de medidas proteccionistas que cerraron más el mercado norteamericano a los productos latinoamericanos: aumento de los aranceles de importación a 510 productos considerados sensibles “sobre los que no hay posibilidad de acuerdo” (acero, zumo de naranja, alcohol, azúcar, carnes y tabaco, entre otros), ampliación de los subsidios a la producción agrícola y sanciones contra la importación de madera canadiense.
“Un gobierno de Lula encarará con tranquilidad las negociaciones sobre el ALCA, que es una de las pautas de la administración Bush en sus relaciones con América latina”, dice pausadamente António Palocci,coordinador del programa de gobierno del PT. Lula, por su parte, reitera que el ALCA es inadmisible tal y como lo plantea hoy Estados Unidos. “Más que un acuerdo de libre comercio sería un proceso de anexión económica del continente”, y reconoce que ningún país como EE.UU. defiende los intereses de sus ciudadanos. “Voy a hacer lo mismo que ellos hacen para el pueblo estadounidense. Voy a discutir, defender los intereses del pueblo brasileño y después vamos a discutir los intereses de los otros.”
El programa económico que el PT ha difundido en la campaña electoral mantiene el tono crítico hacia el ALCA pero no es tan tajante. En contra de lo que parecía en un principio, el partido decidió a último momento no apoyar el plebiscito simbólico que promovieron la Confederación Nacional de Obispos Brasileños (CNBB), el Movimiento de los Sin Tierra (MST) y diversas organizaciones populares. La consulta se llevó a cabo la primera semana de setiembre y en ella participaron más de 10 millones de personas de 3.894 municipios (8,8 por ciento del electorado y 5,9 por ciento de la población). El 98 por ciento votó en contra de la participación de Brasil en el ALCA. Joao Pedro Stédile, líder del MST, anunció plebiscitos similares en otros 10 países Sur y Centroamérica hasta abril próximo, plazo límite para que los gobiernos se manifiesten sobre el ALCA.
La decisión del PT fue aplaudida por sectores moderados. “Convocar un plebiscito para que el pueblo se pronuncie contra la negociación del ALCA es un chiste. El pueblo cree que el ALCA es un perfume o un coche. Afortunadamente, el PT se distanció de esta postura extremista”, dice un empresario.
Está claro el argumento contra el ALCA y lo que podría perder Brasil con él. Pero, ¿qué perdería si lo rechazara? EE.UU. es el mayor importador del mundo, al que llega el 25 por ciento de las exportaciones brasileñas. La balanza comercial entre los dos países se ha invertido desde 1994, año en que comienza a ser deficitaria para Brasil. La inversión directa de EE.UU. en Brasil ha pasado de 18.900 millones de dólares en 1994 a 40.000 millones, mitad del total invertido en América del Sur. Brasil se ha convertido en uno de los 10 destinos más importantes del mundo para la inversión exterior de EE.UU. (en 1998 ocupaba el quinto lugar).
“Lula tiene una posición de propagandista”, dice Luis Paulo Vellozo, alcalde de Vitoria y coordinador del programa de gobierno de José Serra, candidato del oficialista Partido Socialdemócrata (PSDB). “El ALCA es un proyecto ambicioso de la diplomacia norteamericana que tiene como obstáculo principal los propios intereses comerciales estadounidenses en su Congreso. En la práctica, EE.UU. actúa contra el multilateralismo y el libre comercio –señala Vellozo–. Serra ha dejado claro que Brasil nunca firmará un acuerdo desventajoso, pero al mismo tiempo nunca se negará a conversar para firmar acuerdos bilaterales y multilaterales.”
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