SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Horacio Cecchi
No cansada de tanto flash, luces de neón y brillantina estética, Susana Giménez recuperó el rating y centimil de su primer exabrupto, cuando reclamó la pena de muerte, desbordada de pena por la muerte de su ser querido, el decorador Lanzavecchia. En aquel momento, fines de febrero, no se preguntó si las amistades personales de la víctima debían incorporarse dentro del reclamo –confundiendo inseguridad en las calles con la inseguridad de entrecasa, de familia o de género, que habitualmente, como en el caso de Lanzavecchia, implica delitos de la mano de personas conocidas de la víctima–. Ahora, no conforme o en busca de más luces de neón, la diva diversificada en opinator fue por más, dispuesta a demostrar que para tener opinión común no se requiere conocimiento alguno.
Y clamó por el regreso de la colimba para “salvar a los chicos del paco, de la calle y de todo”. Sería bueno desbrozar un poco lo que dijo. Por empezar, revela carecer del conocimiento más superficial. Ni siquiera sabe que la colimba se cumplía a los 18 años y que los chicos que consumen paco empiezan a los 8, con lo que al llegar a los cuarteles estarían con el cerebro deshecho (sin que llegar de otro modo sea garantía de otra cosa). No es ninguna revelación señalar que co-lim-ba está formado con las palabras corre, limpia, barre, pero de educación, cero. Y que proponer rescatar a los chicos consumidores de paco detrás de las paredes que enseñaron a una generación entera que la historia oficial no es la historia real es un poco excesivo. No es la educación lo que le importa a Susana, porque es un castigo el que pretende imponer a chicos de 8 años. Aunque más no sea, que corran, limpien y barran, que colimbeando se harán hombres. Como la generación de colimbas malvinenses, abandonados en medio del barro por sus presuntos docentes.
A Susana habrá que perdonarle no por diva, sino por ser representante de la más auténtica ausencia del sentido común y la inteligencia (ausencias que, como es sabido, no necesariamente hacen mella en el éxito). “Susana recoge lo que se dice en la feria”, me sopló alguien al oído, como si los feriantes ardieran en deseos de educarse en los cuarteles. Susana habla y reclama rigor y sufrimiento como aprendizaje, pero para otros, en las villas, lejos de Barrio Parque.
Por último, a Su Giménez habrá que perdonarle el lapsus de que para recuperar al Ejército haya que buscar dos siglos atrás, entre San Martín y Belgrano.
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