SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Marta Fontenla *
La prostitución y la trata son problemas de género. La trata es principalmente un medio para proveer de mujeres y niñas al “mercado de la prostitución”, ya que alrededor del 90 por ciento de todos los casos tiene por fin la explotación sexual femenina. La prostitución no es un acto individual de una mujer o de un grupo de mujeres, es una práctica social, en la que cualquier mujer, en algún momento, puede estar incluida.
La principal causa es la desigualdad entre varones y mujeres, a la que se suma la pobreza, cada vez más feminizada. Es una relación de poder y dominación en la que intervienen dos partes:
a) Los prostituidores: 1) clientes, 2) proxenetas, 3) fiolos, 4) todos los que lucran, apoyan y sostienen de alguna manera el sistema prostituidor, ya sea desde la sociedad o el Estado.
b) Las víctimas o personas afectadas.
Son actos que los hombres hacen como hombres. Es una de las formas que adquiere la violencia sexista. Como toda forma de violencia (golpes, violaciones, incesto, etc.), la prostitución produce daños físicos y psíquicos en las personas prostituidas.
Los “clientes” –no sólo los proxenetas– producen de manera directa esos daños, además de ser los que proveen el dinero para que todo el circuito de la prostitución y la trata funcionen.
Es muy difícil analizar estas prácticas como violencia contra las mujeres y niñas, dado que se invisibiliza el papel del “cliente”, y ni siquiera hay una palabra específica para nombrarlo. Ser cliente es propio de una relación comercial de cualquier tipo. Así, se intenta ubicarlo dentro del comercio y no como partícipe de las relaciones de poder sexista.
Se utilizan, para justificar y desresponsabilizar esas conductas, conceptos como “la prostitución es algo inevitable”, “lo hacen porque les gusta”, “ganan plata fácil”, “son mujeres de vida alegre” o actualmente “son trabajadoras del sexo” y el estigma y la responsabilidad recaen sobre ellas.
Los “clientes” saben que en los prostíbulos o en la calle hay mujeres y niñas, que son maltratadas y muchas traficadas y también saben que no hay diferencia entre prostitución “libre” y “forzada”, ya que ellos tienen el poder de género y el dinero para acceder a sus cuerpos sin importar el deseo de ellas.
Además de demandar niñas y niños, los prostituidores suelen solicitar mujeres negras, mulatas, asiáticas etc., fomentando un racismo sexualizado que expresa aún más la diferencia de poder entre los géneros y las clases. Sin esta demanda no existiría trata para lucrar con la explotación de mujeres ni mafias que la organicen. Hacen falta cambios culturales y sociales que promuevan la igualdad, para acabar con ésta y con toda otra forma de violencia.
* Campaña: “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”.
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