SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Leonardo Moledo
Una vez me invitaron a hablar o a escribir, vaya uno a saber, sobre un tema que ya no recuerdo... Podía ser tanto sobre los platelmintos extraños, como sobre las nuevas mediciones del núcleo terrestre, o el impacto tecnológico sobre la forma de tomar café. Lo cierto es que terminé hablando del alunizaje. Ahora que se cumplen cuarenta años, un fragmento de lo que dije (o escribí... la memoria es falible, por suerte) a propósito:
“Es difícil negar que el viaje a la Luna marcó el cenit de la aventura tecnológica, el nec plus ultra de la ingeniería. Pero también la culminación de una visión utópica y expansiva de la historia, abierta a lo grande y lo absoluto, en la que todo era percibido como una frontera en expansión, en un momento en que la lógica histórica estaba, sutilmente, cambiando y la mirada se volcaba hacia lo pequeño –la palabra ingeniería viraba hacia objetos de microscopio, como los genes—, y lo doméstico, como las preocupaciones ecológicas: el terreno desconocido a investigar se convertía en basural a recuperar, nicho ecológico a preservar, aerosol a prohibir; en el imaginario colectivo (en gran parte debido al crecimiento del arsenal nuclear), la tecnología se estaba convirtiendo, en la percepción corriente, de una conquista en una amenaza, el posmodernismo comenzaba a levantar su fea cabeza. (...)
“1969: Faltaban sólo tres años para que la sigla PC se transformara de Partido Comunista en Personal Computer, poco más para que las PCs del mundo (cumpliendo el mandato del Manifiesto Comunista) se unieran en redes distribuidas y el espacio virtual empezara a desplazar al espacio interplanetario como la última frontera: el viaje a la Luna es lo contrario de Internet, el polo opuesto de la concepción en red distribuida. Es una pirámide, en la que todo remata en un solo punto, es un esfuerzo dirigido hacia un único objetivo, es una progresión que culmina y se resume en un clímax que anula todo lo anterior. Hasta el extremo de que nadie recuerda a los astronautas que siguieron... La vieja historia elitista del ‘primero’...
“Pero además, el ideal de la gran nación que acomete una gran empresa empezó a sufrir los primeros achaques del anacronismo, y ceder ante el ideal de la gran empresa que sustituye, como agente histórico, a la nación: la aventura del espacio no cuaja bien en el orden neoliberal: la Luna, en cierto modo, es el colmo de lo público (“éste es un gran paso para la Humanidad”) y tiene veleidades de unicidad. Es demasiado barata para la publicidad y demasiado cara para el turismo. Y el viaje a la Luna es irremediablemente inútil.
“Sin embargo, el alunizaje sigue conservando su eficacia simbólica: objetivamente, es la última frontera que alguna vez algún ser humano alcanzó. Nadie, absolutamente nadie, ningún viajero, ningún ser vivo del planeta Tierra, en ninguna generación precedente, nunca, fue tan lejos. El 20 de julio de 1969 sigue siendo la fecha en que alguien estuvo, por primera vez, en un cuerpo celeste que no es la Tierra. Nadie conoció, ni exploró jamás, nunca en un sitio tan radicalmente, astronómicamente distinto, tan afuera. Al fin y al cabo ese día se viajó a la Luna y el viaje se transmitió por televisión desde allí. La Luna, que reguló el calendario y las mareas, presidió los partos y embrujó a los locos (que aún se llaman lunáticos), la Luna que los griegos endiosaron como Artemisa y los romanos como Diana cazadora, que Aristóteles imaginó perfecta (como el resto de los astros celestes) y enganchada a una esfera de cristal, la Luna que Galileo vio por primera vez por un telescopio de fabricación casera y que, pudo comprobar, no era perfecta sino llena de cráteres y montañas, que no era sagrada sino laica y que confirmaba la suciedad, el desorden, la vacuidad, las enormes posibilidades del cielo.
Bueno, no me acuerdo más.
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