Mié 04.11.2009

SOCIEDAD • SUBNOTA  › DIFICULTAD EN LA NEGOCIACIóN

Tropiezos y marchas

› Por Cledis Candelaresi

Desde Barcelona

Las negociaciones con miras a arrimar un acuerdo para amparar el clima empezaron a trastabillar seriamente ayer, en la segunda de las cinco jornadas del debate que se prolongará hasta el viernes en Barcelona. Con el aval de naciones petroleras como Arabia Saudita y Venezuela, Africa anunció ayer no estar dispuesta a seguir negociando si los países desarrollados no dan un indicio firme de cuánto están dispuestos a reducir sus emisiones de carbono. Los africanos integran el amplísimo y heterogéneo G-77, núcleo de naciones subdesarrolladas que incluye a China, y hablaron como voceros de esa entidad multinacional.

Ese grupo es tan diverso como los intereses de sus miembros, hermanados por su status de países no desarrollados. Esto los pone en situación de no cumplir con ninguna obligación para dejar de contaminar y de reclamar ayuda financiera para paliar las consecuencias que los cambios climáticos tienen sobre sus economías. Pero las estrategias y urgencias son distintas. Africa está en situación de extrema vulnerabilidad. No sólo porque es un continente azotado por las inclemencias climáticas sino porque no tiene fondos ni para adaptarse al calor creciente ni para prevenir. Cualquier acuerdo que obligue a los principales contaminadores del planeta a hacer algo le resulta mejor que ninguno. Los chinos están en situación muy diferente, al punto de que están dispuestos a desarrollar ellos mismos proyectos para emitir menos carbono, siempre y cuando Estados Unidos esté involucrado en un nuevo acuerdo. Y los petroleros tienen su propia visión del cuadro, ya que se consideran damnificados por las políticas verdes, que pretenden relegar los hidrocarburos.

El otro “track” de negociación implica tejer un acuerdo totalmente nuevo, quizá con un momento más reciente tomado como base para calcular qué esfuerzo de reducción tiene que hacer cada uno para tener sistemas productivos y de transporte más limpios. En este nuevo pacto sí debería entrar Estados Unidos, siempre y cuando el Congreso avale la propuesta que envió Barack Obama. No está dicha la última palabra. Pero esta irrupción pública del G-77 con los africanos como voceros puede tener el efecto contrario al deseado, de apurar un pacto.

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