SOCIEDAD • SUBNOTA › PRODUCEN LA HISTORIA DE LOS MINEROS CHILENOS
› Por Emilio Ruchansky
Desde Copiapó, Chile
Lucrecia Galdames se pasea por el Campamento La Esperanza a los abrazos con las familias de los mineros. A cada rato, saca su espejo de tocador, se arregla el cabello y por nada del mundo se saca sus anteojos negros. Desde hace varios años investiga la historia y la vida de los mineros chilenos, contratada por la propia empresa estatal de minería, Codelco. Planea publicar su investigación, que tal vez, con tanta movida publicitaria de por medio, se convierta en una telenovela. Si hasta ya circula un afiche de Los 33, una película que Rodrigo Ortúzar planea filmar, aunque todavía no sepa el final de la historia.
“Todos los chilenos vivimos del cobre de alguna forma”, dice la mujer, que aparenta 50, aunque seguramente no los tiene. Hace 11 años empezó a investigar la vida de los altos funcionarios de Codelco en Rancagua, al sur de Santiago. Le dieron material, fotos y documentos, de la época de “los gringos”, que duró hasta fines del 1900, cuando el Estado les expropió buena parte de las minas y se tuvieron que ir. “Ahí quedó la semilla de la cruza de la mujer chilena, de pelo oscuro, y los gringos de ojos claros. Hoy en Codelco hay varios niños que salieron de ahí y ahora son abuelos”, comenta.
Para alejarse de los intereses de la empresa minera estatal, consiguió financiación europea, ya que el proyecto original no incluía mostrar a los mineros más pobres. “Las desgracias ocurren también en Codelco. Ahí no todos son contratados, también están los contratistas. La diferencia es económica, los contratistas además se creen superiores. En Codelco no se mezclan. Hay una casta desde el casco blanco, que son los técnicos, para arriba: está el casco plateado y el de oro, que es el gerente general. También hay otra diferencia socioeconómica, Codelco es una cosa y los mineros de provincia otra”, detalla.
Desde que llegó a la mina San José, la mujer dice dormir al lado de Lilianette Gómez, la mujer de Mario Gómez, uno de los 33 mineros atrapados. Fue su forma de conocer por dentro el sufrimiento de las esposas de los mineros de provincia. “Yo me enamoré de la clase obrera. Los contratistas son gente noble, simple, modesta; no tienen ni posibilidad de afiliarse a un gremio. De todas formas, Copiapó no es como Rancagua. Aquí también los contratados son gente modesta. Aquí la gente necesitaba trabajar, sabían las condiciones en las que estaban las minas pero no tenían muchas opciones.”
Una de las locaciones de la futura telenovela, adelanta, es un pueblo llamado Coya, al este de Rancagua. Es, por su descripción, un calco de la distribución de la riqueza en este negocio. De un lado del puente de madera que separa a la parte rica de la obrera, está el Club de Campo, para los ingenieros, y las casas de los jefes. Del otro, las casillas de los mineros. “La historia que escribo es la de un gerente que cruza el puente porque está enamorado de la mujer de un minero”, dice, sin querer entrar en detalles.
La primera palabra de la futura novela, adelanta misteriosa, es “socavones”, es decir, el hueco por el que se entra a una mina. “El título completo lo puso Arturo Moya Grau, un gran escritor de telenovelas que es muy conocido en Chile”, comenta, antes de perderse en las carpas de las familias de los mineros.
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