SOCIEDAD • SUBNOTA
“La comparación –dice Laura Ordóñez– es entre una cárcel en la que los presos están comiendo en el piso, hacinados, en medio de la violencia, con una cárcel en la que todos los presos son llamados por su nombre, no hay cinco personas por celda, comen buena comida con cubiertos en comedores, tienen que trabajar y estudiar, donde no es permitida la violencia física, donde no hay drogas. Para los presos es mucho mejor y para las familias también. Las revisiones de las visitas no son vejatorias, no las maltratan. Hay una cantidad de ventajas. Al principio nos quedábamos sorprendidos. Es claro que las apaquis son más humanizadas. Pero no terminan de ser por completo humanizadas, porque la prisión en sí misma es inhumana. Es relativizar el concepto de humanización.”
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