SOCIEDAD • SUBNOTA › EL VELORIO, EN EL TEATRO DONDE DIO EL úLTIMO RECITAL EN BUENOS AIRES
Frente al féretro se amontonaron longplays de su cosecha, mensajes y poemas. Fue en el teatro ND/Ateneo, donde sus seguidores se juntaron con los viejos amigos del mundo de la cultura y la canción. El cuerpo de Facundo Cabral será inhumado hoy.
› Por Karina Micheletto
Los restos de Facundo Cabral fueron velados durante toda la tarde de ayer, en el mismo lugar en el que sonaron sus canciones en vivo, por última vez en Buenos Aires, el teatro ND/Ateneo. Desde el mediodía hasta las 22, miles de personas desfilaron por la capilla ardiente, con flores, imágenes de Cabral, mensajes escritos a mano, reproducciones de sus poesías, y también con longplays que fueron dejando bajo el féretro. La frase que lanzó el autor de “Vuele bajo” en la última de sus presentaciones en este teatro porteño, el 7 de mayo pasado, también apareció como un posible símbolo místico de los que abundaron en su vida: “Si ésta es la última vez que subo a un escenario, pinten el cajón de rojo y celebren, porque mi vida es una fiesta”. Hoy por la mañana los restos partirán desde el teatro hasta el cementerio Jardín de Paz, donde serán cremados.
Ayer temprano en la mañana, los restos llegados de Guatemala fueron recibidos por la esposa del cantautor, Silvia Pousa, el canciller Héctor Timerman y la embajadora de Guatemala en Argentina, Rosa María Mérida de Mora, entre otras autoridades. Al mediodía, la calle Paraguay al 900 fue cortada y decenas de personas comenzaron a hacer fila frente al teatro, para luego ir pasando a lo largo del día, en un desfile incesante. Entre ellos, personalidades de la cultura y la política como Nacha Guevara, Víctor Laplace, Lino Patalano, Jean Franco Pagliaro, Leonor Benedetto, Marcelo Simón y Daniel Filmus.
Jorge Mazzini, productor y director de los últimos espectáculos que dio Cabral en la Argentina, recordó la alegría que le producía al cantautor cada posibilidad de estar sobre un escenario, la forma en que este espacio “lo energizaba”, aun en momentos en que su salud estaba deteriorada, como en los últimos tiempos, en que padecía un cáncer en la vejiga y las vías urinarias. “Cuando me enteré de su muerte sentí, como todos, una mezcla de dolor e impotencia. Pero después de un rato, conectándome con la forma en que funcionaba su cabeza, pensé que acababa de hacer su último gran acto de servicio, haciendo visible la violencia que existe en Centroamérica, y particularmente en Guatemala”, estimó el productor. “Creo que tuvo una muerte cercana a la que hubiera deseado. No lo imagino pasando sus últimos días en un hospital, sin poder moverse. El no le tenía miedo a la muerte, pero sí a la decrepitud. Le fue concebida la posibilidad de evitar lo que imaginaba como un final infeliz.”
Una vida intensa, trashumante, la imposibilidad de fijar raíz en un lugar, la capacidad de cortar con todo en momentos de éxito, para empezar de nuevo en otro lado fueron los rasgos de la personalidad de Cabral que destacaron quienes fueron a darle el último adiós. Discos como Pateando tachos, Entre Dios y el Diablo, El mundo estaba bastante tranquilo cuando yo nací también fueron recordados, mientras sonaba amplificada su voz grave recitando sus textos. También libros como Borges y yo, Ayer soñé que podía y hoy puedo, Cuaderno de Facundo, o la autobiografía que tenía planeada y dejó sin publicar.
La Presidenta dispuso decretar tres días de duelo nacional, durante los cuales la bandera permanecerá izada a media asta en todos los edificios públicos. En los considerandos de la medida se destaca “la larga e importante trayectoria en la escena musical nacional e internacional” de Cabral, y que “su infatigable labor como mensajero de la paz y unidad de los pueblos del mundo le valió el reconocimiento, no sólo como cantautor, sino también como promotor de los valores pacíficos”. Cabral fue nombrado Mensajero Mundial de la Paz por la Unesco en 1996. La bandera de Naciones Unidas, de hecho, cubría junto con la argentina el féretro, ubicado en el foyer del teatro. Se vieron coronas enviadas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Sadaic, la Secretaría de Cultura de la Nación y el teatro que abrió sus puertas para la capilla ardiente.
En la página de Facebook que abrieron sus seguidores, cientos siguieron despidiendo a Cabral, contando la vigencia que tenían sus canciones en sus vidas cotidianas. Las historias, relatos, anécdotas se acumularon. Muchos volvieron a escribir aquellas frases que el hombre de anteojos negros lanzaba como aforismos. “Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos al menos por negocio.” “El día que yo me muera no habrá que usar la balanza. Pues pa’ velar a un cantor... con una milonga alcanza.” Bajo la tierra, en el subte B, un espontáneo homenaje sonó en la ciudad de Buenos Aires. Un guitarrero y cantor anunció que no estaba allí “para amenizar el viaje”, sino para despedir a quien sentía como un amigo, aun sin conocerlo. Allí mismo invitó al coro compartido: “No soy de aquí, ni soy de allá...”.
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