Jueves, 6 de octubre de 2011 | Hoy
Este nuevo material descubierto por Shechtman fue llamado cuasicristal por los físicos Paul Steinhardt y Dov Levine, que conectaron el descubrimiento de Shechtman con las investigaciones que el cristalógrafo Alan Mackay había realizado sobre la relación entre los átomos y, sobre todo, los mosaicos aperiódicos (mejor dicho cuasiperiódicos, lo cual muestra hasta dónde se internaba este asunto en el mundo de los “cuasi”) de Roger Penrose (un físico matemático inglés que a mediados de los setenta, en sus tiempos libres de la investigación en cosmología, se dedicó a las matemáticas recreativas y a conseguir formar con solo dos formas geométricas un mosaico cuasiperiódico).
A fuerza de experimentos, comprobaciones y sustentos teóricos, en 1992, la Unión Internacional de Cristalografía tuvo que modificar su definición de lo que era un cristal pasando de “una sustancia en la cual los átomos, moléculas o iones que la constituyen están agrupados en un orden regular, repitiendo una estructura tridimensional” a “cualquier sólido que tenga un diagrama de difracción esencialmente diferenciado”.
Hay más cosas: la relación entre las diferentes distancias entre los átomos en un cuasicristal responde a la proporción áurea (o el número de oro, pilar de la proporción griega) y está conectado a la serie de Fibonacci, en la que cada número es la suma de los dos números que lo preceden: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144..., en la que, si se divide uno de los números por su anterior en la secuencia (p. ej. 144/89), el cociente tiende a la proporción áurea. La serie de Fibonacci, como los cuasicristales, es cuasi periódica (es regular: aunque nunca se repita, sigue una regla matemática).
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