SOCIEDAD • SUBNOTA › MASIVA DESPEDIDA A LAS VíCTIMAS
Cientos de personas dijeron adiós a los cinco chicos de Banderaló muertos en la ruta. Los féretros estaban en el gimnasio principal del Club Atlético Juventud Unida, en cuyas inferiores revistaban Pedro Mendíaz, Tiago Godoy, Elías Cuenca, Juan Díaz y Tomás Merlano, todos de entre 7 y 11 años y alumnos de la misma escuela. También estaban allí los restos de las dos madres fallecidas en el choque, Mariel Calcina y Ana María Galetto, madres de chiquitos que resultaron víctimas fatales (Juan y Elías, respectivamente). A media tarde, amigos y compañeros de los niños cargaron los ataúdes, los transportaron hasta los automóviles del cortejo fúnebre y formaron parte de la caravana, conformada por unos cien vehículos, que acompañaron a los chicos hasta el cementerio local, a tres kilómetros del club y avanzando por calles de tierra. Por el camino, sobre los autos con los féretros llovían flores. “Al velatorio fue todo el pueblo, estaban todos los cuerpos de los chicos ahí. Todos juntos. No sabés lo que fue”, contó a este diario al caer la tarde Pablo Mastruso, DT de las inferiores del club y familiar político de dos de las víctimas fatales y uno de los niños internados. El pueblo, agregó, “es muy chiquito”. “Los chicos se conocen todos. Todos son amigos de la escuela, de inglés, de fútbol. Esto que pasó es muy chocante para el pueblo.”
Banderaló es un pueblo con algo menos de 1400 habitantes, en donde ayer a nadie sorprendió que el intendente de General Villegas, partido a que pertenece, decretara “duelo por el término de tres días” con “la bandera nacional izada a media asta y la suspensión de las actividades oficiales públicas programadas”. La conmoción comenzó en la noche del jueves, cuando las familias esperaban el regreso de los chicos, que habían salido esa madrugada. De Banderaló habían viajado 14 chicos y cinco mayores, en auto, hasta Junín; allí se habían encontrado con chicos de un club de Coronel Granada, otro pueblo cercano. Entre todos colmaron la capacidad de tres combis y salieron con rumbo a Buenos Aires, unos 500 kilómetros hacia el este. En Avellaneda tenían programada una cita para jugar con los juveniles de Racing, de las categorías 2000 y 2002.
El DT Pablo Mastruso explica que es el “profesor de los chiquitos”. Quería hacer el viaje a Avellaneda, pero “no fui porque a la mañana (del jueves) tenía que trabajar en la escuela”, donde imparte educación física. Por eso los chicos fueron con algunas madres, algunos padres y los chicos de Coronel Granada. “De Banderaló había 13 chicos, otros tantos de Granada. Salieron a las 2, 3 de la madrugada.” Por la mañana llegaron a Racing. No había tiempo ni ganas de paseos por Buenos Aires. “Fueron directamente a la cancha. Vieron el entrenamiento de la primera, vieron a los jugadores, jugaron ellos sus partidos.” Estaban “contentos”, recuerda Mastruso, que a lo largo del día había ido siguiendo la jornada deportiva con llamadas telefónicas. “El pueblo es muy futbolero”, dice Mastruso. Cada partido es un evento, una excusa también para que chicos y familias de otros pueblos de la zona se acerquen. Por ese contacto habitual fue que ayer al velatorio y al entierro concurrió más gente que la del lugar: porque “se acercaron muchos de los alrededores, del campo, de otros pueblos”. Muchos de ellos también adhirieron a la decisión de la Liga de Fútbol de General Villegas: suspender el torneo infantil hasta el año próximo por la muerte de los cinco chiquitos.
“A eso de las 7 de la tarde subieron a las combis para regresar”, agrega el DT. En el pueblo los esperaban para medianoche. Mastruso estaba en casa de la familia Cuenca. “Estaba comiendo con el padre de los mellizos, que es mi suegro. Tengo una novia que es su hija. Estábamos cenando, faltaba para que llegaran. A las 9, 9 y algo lo llamaron al padre y le dijeron que había habido un accidente. Empezamos a llamar a todos lados, a los padres que habían viajado, que no contestaban, a otros que decían que no los podían sacar de la camioneta. Agarramos un auto y fuimos hasta allá”, al punto de la ruta donde había sucedido el accidente, a 300 kilómetros de Banderaló.
En el choque, la familia Cuenca perdió a Elías, de 11 años, y a su madre, Ana María Galetto. Santiago, mellizo del chiquito fallecido, ayer estaba internado en el Hospital Nuestra Señora del Carmen, de General Villegas, estable pero con fractura de clavícula, pelvis y tobillo izquierdo. Santiago, contó el DT Mastruso, se enteró de lo que pasó con su hermano y su madre ayer al caer la tarde, cuando se lo comunicaron su padre y una psicóloga. “Pero está en shock todavía, no sé si entiende bien qué pasó.”
Ayer, al cierre de esta edición, nueve niños y cuatro adultos permanecían internados en distintos hospitales de la provincia. Para cinco de ellos, el pronóstico era delicado; en su mayoría debieron atravesar operaciones complejas. Los partes médicos refieren traumatismos de cráneo, fracturas, edemas cerebrales, dependencia de respiradores. Gianfranco Lucy, de 11, se encontraba en estado “muy grave”; Diego Echenique, de 7, con “pronóstico reservado”, al igual que Valentín López, de 10. El estado de Fabiola Martínez, de 37, era grave, como consecuencia de una lesión medular; su hijo Tomás murió en el choque; su hija Valentina, de 11, sufrió quebraduras pero sobrevivió. Pablo Wisner, de 40, se encontraba en estado “muy grave” y asistencia respiratoria, mientras que su hijo, Brian, de 9, sobrevivió con heridas leves. Con distintos cuadros, se encontraban fuera de peligro: Manuel Satragno y León Galotti, ambos de 7, Martín López, de 9, María Aviati, de 40, y Antonio Sánchez, de 60.
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