En varios momentos, las lágrimas de Carito, cumpliendo el deseo que esboza la canción, se hicieron diamante en los aplausos con los que miles de inundados, en sucesivos recitales solidarios, recibieron la actuación de León Gieco y Víctor Heredia. Los dos artistas, cargando al hombro sus instrumentos, disfrutaron más que nadie la magia de cada encuentro. En Freyre y Moreno, frente a la parroquia de La Merced, la mitad de la gente lloraba, mientras otros reían o se pellizcaban, como frente a un milagro. Juan Alfredo Gil, que “perdió todo” en el barrio Santa Rosa, siguió la actuación montado en el paragolpes de una camioneta y lloró cuando sonó el primer chamamé.
“Nunca los había visto”, confesó Gil, quien pidió que a través de los medios se informe a la familia de su mujer, en Morón, que Teresa Eva De Andrea “está bien, sin casa, pero bien”. María Rosa, rubia, gordita, lloró para el campeonato y ni hablar podía. El minirrecital –hubo otros cinco– fue disfrutado por el párroco Edelmiro Gasparotto, que cobija en su iglesia a 150 personas –es uno de los pocos templos católicos involucrados directamente en la ayuda– y da de comer a ochocientas. A pesar de sus años (“7 y 8 y medio”, informó), se la pasó batiendo palmas. Un símbolo del clima fue el poster de León, de los baños del Buenos Aires Rock, que levantó un inundado. “Lo salvé del agua”, dijo con el orgullo de quien salva su bandera.