SOCIEDAD
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Una multitud de evacuados marchó contra el gobierno de Santa Fe
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
El gobernador Carlos Reutemann y el intendente Marcelo Alvarez volvieron a ser blanco de la catarsis y la denuncia. Miles de personas se concentraron ayer en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Gris, para reclamar la inmediata indemnización a las víctimas de la tragedia del río Salado, repudiar el maltrato a damnificados, exigir el control de la ayuda humanitaria y protestar por la militarización de la ciudad, entre otras cosas. “Hoy todos somos inundados”, fue la consigna que unificó voces y marcha, la segunda en dos semanas. Pero la impotencia desbordó en insultos, acusaciones y hasta pedidos de renuncia. “Señor inepto: ¡se tiene que ir cuanto antes! ¡No puede quedarse ni un segundo más en la intendencia de Santa Fe!”, le gritaron a Alvarez desde la tribuna. Al Lole no le fue mejor, cuando una joven contó la historia de Jairo, un chico de nueve años que murió en un centro de evacuados. “Hoy somos nosotros los que lloramos, pero no estamos solos. Demasiada bronca, una bronca que nos invade, que amenaza con explotar en furia, con salir por los poros, por la boca, por las manos. Una rabia incontenible, porque ya estuvo encarcelada durante muchos años, alimentada una y otra vez con dosis altísimas de burla, de miseria, de desilusiones. Y sin embargo, estamos todos juntos venciendo la derrota”, dijo la muchacha, con voz entrecortada.
Más de 2000 personas marcharon ayer por el microcentro para plantarse frente a la sede del poder. Un documento que leyó la presidenta de Madres de Plaza de Mayo de Santa Fe, Celina Koffman, sintetizó el pliego de demandas: indemnización inmediata a los inundados, condiciones dignas en los centros de ayuda (no a las carpas, desalojos y asentamientos precarios), control y distribución de alimentos a través de organizaciones populares (“la solidaridad del pueblo es del pueblo”), una lista real de muertos y desaparecidos, desmilitarización de la ciudad y reconstrucción de viviendas y barrios.
Una mujer que sobrevivió dos semanas en el techo de un gimnasio en el barrio Chalet junto a su familia abrió el fuego. “Ya pasaron 22 días, ¿qué respuesta tenemos? Ninguna. Están esperando para dejar a la gente en la calle”, denunció Silvia Alegre, furiosa por el desamparo en los barrios del desastre. “¿Hasta cuándo le vamos a permitir que hagan lo que quieran con nuestras vidas? Somos seres humanos. No debemos permitir que nos destruyan. Sigamos gritando, levantemos nuestra voz”.
La madre de Maximiliano Kosteki habló después en nombre de su hijo y de Darío Santillán, asesinados en la masacre del Puente Pueyrredón: “Ellos estarían acá si Duhalde y Felipe Solá no los hubieran mandado a matar el 26 de junio con Fanchiotti y otros represores”. Mabel Ruiz advirtió también sobre el destino de los fondos que se recaudaron en un festival solidario del Luna Park, con Midachi y otros artistas. “Dady Brieva se comprometió a hacer el cheque delante de la gente que participó ese día. Entonces, estén alertas para que ese cheque no llegue a manos de Reutemann, para que no lo guarde como guardó la plata que tenía para hacer las defensas que hubieran evitado lo que están padeciendo”, apuntó.
Otra joven de la Federación Trabajo y Vivienda (FTV) volvió a disparar contra Lole, a quien llamó “incapaz, incompetente”. “Que a las carpas se las metan en otro lado. Quiero mi casa, mi dignidad y la sonrisa de mi hijo”, dijo Gabriela. “No bajemos la vista. No bajemos la voz porque no se lo merecen. Esta es la ciudad del show debe continuar, donde una porción de comida la pagan 2,50 y los chanchos comerían mejor que nosotros, donde nos amontonan como animales en lugares que se llueven, donde nos usan, impera la ley del más fuerte para conseguir un colchón y una frazada. ¡Se tienen que ir! ¡Son caras de piedra, genocidas, asesinos. Que se vayan!”Para Rubén Sala, del Movimiento Territorial Liberación (MTL), no hubo casualidades. “El 80 por ciento de los que perdimos todo no tenemos trabajo. No es que ahora vino el agua y antes estábamos mejor. Estos gobiernos que pasaron desde que cortamos la primera ruta en Santa Fe, en setiembre de 1997, nos hundieron. Pero antes teníamos algo, un poco: nos quedaba el resguardo de nuestra casa, el televisor, la ropa de los chicos. Hoy terminaron de sacarnos todos”, agregó.
La plaza enmudeció con el destinode un chico enfermo. “¿Quién llorará a Jairo además de sus padres? ¿Además de nosotros que lo conocimos poco pero que quisimos ayudarlo?”, se preguntó Marina Ramallo, al contar la historia. “¿Quién se hará cargo de estas lágrimas de bronca porque en Santa Fe murió un nene de 9 años por culpa de la negligencia y la soberbia de un manojo de desgraciados que no se hace cargo de nada? ¿Se inundarán ellos con el mar salado de nuestras lágrimas que ya se unen tumultuosas y arman una corriente incontenible? ¿Les llegará a ellos el agua al cuello y tapará sus casas y sus cosas?”
“Hoy somos nosotros los que lloramos, pero no estamos solos. Demasiada bronca. Una bronca que nos invade, que amenaza con explotar en furia, con salir por los poros, por la boca, por las manos. Una rabia incontenible, porque ya estuvo encarcelada durante excesivos años, alimentada una y otra vez con dosis altísimas de burla, de miseria, de desilusiones. Y sin embargo, estamos todos juntos venciendo la derrota”, sollozó Marina.
Al final, un vecino de Barranquitas protestó contra los “sinvergüenzas que se olvidaron de la gente. El agua se llevó todo lo nuestro, gran parte de nuestra vida, pero también se llevó un intendente que no dio la cara en ningún momento, que nos dejó abandonado a la buena de Dios. Hoy este señor no sabe qué hacer con la basura que hay en las calles. Es un inepto para el cargo que está ocupando”, dijo el hombre. Su grito tronó en aplauso.
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