SOCIEDAD • SUBNOTA › MONICA LACARRIEU, ANTROPOLOGA
› Por Soledad Vallejos
Lo natural, la espontaneidad, una serie de valores en estado de pureza: todo lo que aleje fantasmas sobre convenciones demasiado anquilosadas sirve. Podría pensarse como moda –inevitablemente perecedera–, pero también como el eterno retorno de una idea de naturaleza en medio de mundos urbanos. La antropóloga, investigadora del Conicet y docente de la UBA Mónica Lacarrieu cree que es nuevo, pero no tanto, este impulso de pensar la naturaleza “no como cuestión científica sino como biodiversidad, en términos globales”. “Tiene que ver con pensar en lo comunitario, con pueblos originarios... Es una búsqueda”.
–¿Y cómo llega esa búsqueda al casamiento?
–Casarse siempre es ordenar una situación. Es algo que te permite decir “hasta aquí llegué de una manera, a partir de ahora voy a seguir de otra manera”. Es un cambio de estado. El casamiento, como sea, siempre es un rito de paso. Por otro lado, estas ceremonias están en un contexto particular: en las sociedades urbanas actuales hay una vuelta del ritual. Quizá plasmado y materializado en otras cosas, como puede ser el ritual de los maratones, o en otros eventos que hacen uso de espacios públicos urbanos. Hay un resurgimiento del ritual y lo festivo. Así como hubo etapas en que lo festivo era mal visto, hoy vuelve lo celebratorio. Y eso hay que vincularlo con una especie de afinidad, de sensación en torno de que tenemos que volver a lo originario.
–Sin importar de dónde lleguen esas tradiciones originarias.
–Eso no importa tanto como que remitan a lo comunitario. Lo chamánico, lo ritual tienen que ver con lo originario, no sólo con la naturaleza. Así como en los ‘70 la cuestión de separarse y transgredir la norma al volver a casarse religiosamente podía darse a través de encontrarse con curas tercermundistas, que inventaban algún ritual y a veces lo hacían en iglesias...
–Es como un gesto outsider, pero buscando la institución.
–Sí, tal vez se desinstitucionalizaba en armar otro tipo de rituales, en incluir bombos, guitarras, músicas que nada que ver con las ceremonias tradicionales. Lo que pasa es que muchas instituciones han caído en desgracia. Las creencias incluso, como en la religión católica, decayeron bastante. Pero hay una necesidad de toda sociedad, más allá de si es contemporánea y urbana, de celebrar y ritualizar las situaciones para cambiar de estado. No basta con decir “estoy en pareja”, sino que además hay que institucionalizar eso de algún modo, aunque sea sin intervención del Estado.
–Pero aunque prescindan de iglesias o Estados de todos modos es institucionalizar.
–Sí, claro que hay institucionalización. Es una forma de ponerle un orden. Si recurrís a un chamán, a otras tradiciones que no son de esta sociedad, estás diciendo “no estoy de acuerdo”, estás transgrediendo pero al mismo tiempo estás ordenando tu situación social, no sólo individual. También estás diciendo “éstos son mis nuevos valores, mis formas de colectivizarme, de asociarme”.
–¿Eso implica rechazar la sociedad en la que se está inserto?
–No necesariamente. No son nuevos estos movimientos. Hay muchos neoecologismo de mucho antes. En los ‘90, en los ‘80, había jóvenes que se iban a México a hacer rituales y a buscarse en la naturaleza. Aquí mismo, con el cerro Uritorco pasó lo mismo. Pero esa gente no necesariamente deja de participar de todo. Sería imposible pensar que en la sociedad hay una parte de ella que no está inserta. Sería como crear una cultura diferente que está adentro de la sociedad, pero a la vez no está. Es imposible. Son solamente situaciones que se ordenan fuera de cierta norma; la transgreden, pero para determinados momentos, acontecimientos. Y además insisto con que tiene que ver con una vuelta de lo festivo, de lo celebratorio.
–¿Por qué ese regreso?
–Creo que tiene que ver con algo de consumos que marcan diferencias, una especie de yo soy diferente al resto de la sociedad. Esta es una sociedad que vive mucho de la imagen. Y las creencias con que nos socializamos ya no están presentes de la misma manera que cuando nos criamos, no tienen la misma potencia. Por eso hay nuevas creencias religiosas. Una religión, un ordenamiento de ésos siempre son una forma de normalizar y moralizar. A veces, hay quienes creen que están transgrediendo y saliendo de la norma, pero la creencia en otra cosa implica normalizar y moralizar desde otro lugar. No es dejar de hacerlo. Si hay una institución, caés en lo mismo.
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