SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Washington Uranga
Lo dicho por el designado secretario de Estado del Vaticano a un diario venezolano respecto de que el celibato “no es un dogma” y sí una “tradición eclesiástica” que se puede discutir, es una afirmación que se ajusta estrictamente a la doctrina de la Iglesia Católica romana. ¿Por qué resulta entonces una novedad a los ojos de muchos? Sencillamente porque la misma Iglesia, con sus prácticas, convirtió lo que es una tradición en una supuesta verdad de la que dependía –poco más o menos– la esencia de la fe.
Lo afirmado por Parolin cobra importancia en el marco de los cambios que el papa Francisco está introduciendo en la Iglesia. Es poco probable que Parolin, que ha recibido hace pocos días el respaldo del Papa para ser designado en el puesto de mayor confianza del Pontífice, avance con una declaración pública de este tipo sin contar al menos con un guiño del propio jefe de la Iglesia Católica.
¿Por qué tomar esta medida? Existe una razón muy pragmática y la señala el propio Parolin cuando dice que “Dios nos habla de muchas maneras” y entre esos mensajes lee que “la escasez del clero” puede ser una de las formas que el propio Dios esté utilizando para advertirle a la Iglesia que tiene que cambiar el rumbo. Resulta difícil discutir con un obispo tan encumbrado la interpretación de los mensajes divinos, pero por el momento al menos habrá que aceptar que ha encontrado la justificación para un posible cambio de actitud del Vaticano respecto del tema.
La escasez de clero tiene motivos diversos, pero no hay duda de que la imposición del celibato como una condición para acceder al sacerdocio es un obstáculo importante para que muchos jóvenes que expresan vocación por el ministerio católico consagrado decidan finalmente no aceptar la invitación. O que muchos, ya consagrados, tomen el camino de formar una pareja y abandonar el sacerdocio.
Los que conocen los vericuetos del pensamiento eclesiástico sostienen que una decisión sobre el celibato puede estar próxima en la Iglesia. Los mismos aseguran no se trata de la abolición lisa y llana de la norma, sino de una alternativa intermedia que la haría opcional. Y que, por lo menos en una primera instancia, daría la posibilidad de acceder al sacerdocio a varones que ya han contraído matrimonio, muchos de los cuales hoy son diáconos.
Las palabras de Parolin abren otro camino de cambios en la Iglesia. Pero si bien lo señalado es correcto –“el celibato no es un dogma y se puede discutir”–, el secre0tario de Estado dejó de lado otra parte de la misma cuestión: tampoco es dogma que sólo los varones puedan acceder al sacerdocio y, por lo mismo, también se podría discutir. Sin embargo, hace muy poco el propio Francisco volvió a clausurar el debate sobre el sacerdocio de la mujer. Cambiar... pero tampoco demasiado. La pregunta, entonces, es ¿hasta dónde irán los cambios? Y de qué manera entenderán el Papa y Parolin que Dios les habla sobre este último tema.
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