Dom 15.12.2013

SOCIEDAD • SUBNOTA  › COMO VISIBILIZAR UN DELITO SILENCIADO

Escuchar a las víctimas

› Por Mariana Carbajal

El abuso sexual infantil suele ser un delito silenciado. Quienes lo padecen sufren la mordaza que les impone su victimario y pueden pasar muchos años hasta que logran poner en palabras el sufrimiento y contar sobre aquellos hechos. Así les sucedió a Sebastián Cuattromo y a Silvia Piceda, dos sobrevivientes de abuso sexual infantil. Para sacar de la oscuridad ese delito –que suele ser cometido por gente del círculo íntimo de la víctima– y ofrecer un lugar de reflexión y acompañamiento solidario, gratuito y anónimo a otras personas que han atravesado una situación similar, Cua-ttromo y Piceda conformaron el colectivo social “Adultxs por los derechos de la infancia”. El grupo se reúne todos los sábados a las 15 en el Centro Cultural La Casona, del barrio de Flores. Buscan a la vez visibilizar el problema. “A medida que la sociedad adulta asuma que esta pandemia ocurre cotidianamente, vamos a favorecer que los niños y niñas víctimas puedan recurrir prontamente a solicitar ayuda”, señaló Piceda.

Cuattromo dio una larga batalla judicial, de más de doce años, en la búsqueda de reparación y justicia por los abusos sexuales que sufrió en el Colegio Marianista del barrio porteño de Caballito, cuando tenía entre doce y trece años. En 2012 logró la condena a doce años de prisión de su victimario, el ex hermano marianista Fernando Picchiochi. Piceda venía luchando en soledad y enfrentando muchas adversidades judiciales, en el intento por proteger a su hija, luego de enterarse de que su ex esposo y padre de la niña había abusado de una hija de él de otro matrimonio. Piceda temía que a su hija le hubiera hecho o le hiciera lo mismo. En este camino, Piceda, que es médica del Hospital Rivadavia, había conformado un grupo de ayuda solidaria de pares entre mamás protectoras de niños y niñas víctimas, para tratar de romper con la soledad de quienes sufren ese tipo de delitos, y con la intención de generar una instancia de reflexión y de elaboración grupal de la tragedia. Ella misma sufrió abusos sexuales cuando tenía entre nueve y once años de parte de un familiar, y cuando le contó a sus padres –dice– no hicieron nada para denunciar los hechos. En esos caminos andaban Cuattromo y Piceda cuando se conocieron este año.

–¿Cómo nació “Adultxs por los derechos de la infancia”? –les preguntó Página/12.

S. P.: –Como la confluencia y síntesis de dos experiencias individuales de lucha, y de permanente búsqueda y anhelo de poder dar con una salida colectiva a esta tremenda injusticia del abuso sexual infantil. En el 2012 y a partir de la visibilización pública de la lucha de Sebastián, numerosas víctimas adultas comenzaron a acercarse, entusiasmadas ante el hecho de que alguien se animaba a hacer visible lo que ellas venían silenciando desde varios años. En un primer momento, la identidad del grupo se conformaba alrededor de la experiencia traumática de abuso sexual infantil, pero a medida que pasaba el tiempo y a través de las múltiples actividades de visibilización en la que participábamos dando nuestro testimonio, y conocíamos más personas sensibilizadas con el tema, nos dimos cuenta que si a la experiencia de haber sido víctima de abuso sexual infantil no le damos perspectiva de acción en el presente, se queda en lo que para nosotros es una retórica vacía. Como dicen los grupos de familiares de alcohólicos: “nuestros vínculos no tienen que tener un desastre en común, sino tener una solución en común”. Por eso, en esta etapa adoptamos el nombre “adultxs por los derechos de la infancia”, como colectivo de adultos que se han decidido a cuidar, proteger y hacer valer los derechos de la infancia, teniendo en cuenta que somos los adultos los que causamos esta tremenda injusticia en los niños, niñas y adolescentes.

¿Qué problemas encuentran en la Justicia para que estos casos sean juzgados?

S. C.: –El fuerte arraigo, en la ideología y práctica cotidiana y sistemática de muchos jueces, peritos y operadores varios del sistema, de una nefasta “certeza” acerca de la supuesta inexistencia del abuso sexual infantil. A su vez, es muy fuerte el arraigo de estereotipos conservadores en torno de una única idea y concepto de familia, entendida en su acepción meramente biologicista, que sustenta la práctica de revinculaciones de niños abusados con sus padres, y de múltiples violencias institucionales respecto de las víctimas y sus mamás protectoras.

–¿Cómo creen que se puede luchar contra el abuso sexual infantil?

S. P.: –Tiene un papel fundamental la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral en todas las escuelas para generar ámbitos y contextos que favorezcan el empoderamiento de los chicos y chicas, de su palabra y de su autoestima, y que contribuya a colocarlos como verdaderos sujetos de derecho.

–¿Qué pasó con su vida después de la sentencia condenatoria contra su abusador? –preguntó este diario a Cuattromo.

–Empecé una etapa de militancia colectiva, con la que siempre había soñado, y que era el sentido que venía buscando al haber hecho pública mi historia y su juicio. A su vez, me produce una gran satisfacción el ver que hay personas de distintos lugares del país que se acercan y se comunican conmigo porque valoran positivamente la lucha que llevé adelante. Y por eso esta etapa de compromiso colectivo, y de pertenencia y constitución de una red grupal me llena de esperanza, de cara a una contribución social que considero que es indispensable realizar, en la lucha por los derechos de la infancia.

Quienes se quieran contactar con el grupo pueden escribir a [email protected] o contactarse a través de Facebook: “Adultxs por los derechos de la infancia”.

Nota madre

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