SOCIEDAD • SUBNOTA › LA HISTORIA DE LOS SOBREVIVIENTES DEL GRAF SPEE QUE HICIERON SALTAR LA BANCA
Las andanzas de Karl Thiessen y sus secuaces, que frecuentaron la Casa de Piedra allá por 1950, fueron recogidas en un libro, artículos periodísticos y leyendas urbanas varias. Ganaron millones hasta que los descubrieron.
Desde Mar del Plata
“Cuando el buque alemán Graf Spee fue hundido en el Río de la Plata, en el año 1939, algunos de sus tripulantes buscaron refugio en la ciudad de Mar del Plata. Una década después comenzaron a frecuentar el Casino Central, y mediante el estudio meticuloso de la inclinación de los rulemanes de cada una de las ruletas comprobaron que había una serie de números que salían con mayor frecuencia que otros. Comenzaron a hacer sus apuestas mediante una ‘martingala’ con la que seguían esos números en forma sistemática y de esa forma lograron hacer quebrar la banca, hasta que los descubrieron y desde ese momento les prohibieron entrar al casino.” Un usuario de Facebook, que firma como “Podeti”, publicó hace poco un comentario que mantiene vigente una historia real, o tal vez una leyenda urbana, sobre un alemán llamado Karl Thiessen que habría sido la cabeza pensante de la “martingala”, es decir del método de jugar siempre a los mismos números y de duplicar cada apuesta hasta ganar. La actividad del alemán Thiessen en el casino se produjo durante los primeros años de la década del cincuenta y afirman que llegó a ganar millones de dólares, con la colaboración de un grupo de amigos, hombres y mujeres, que habían aprendido el método que los llevó al éxito.
Se han escrito un libro y artículos periodísticos dándole veracidad a la historia, mientras que otros ironizan sobre el tema. En Facebook, muchos han hecho comentarios en el mismo sentido de lo que afirmó “Podeti”, quien dijo que la historia se la contó su padre, mientras que otros se toman en broma el tema. Warren Sánchez define el caso como “un mito urbano”, mientras que Mako hace un chiste descalificatorio: “Hablar del estudio de los ‘rulemanes’ parece una síntesis de ‘ruleta’ y ‘alemanes’. ¡Qué flash!”.
La historia de Thiessen está contada, con el mismo halo de fantasiosa verdad, en el libro El alemán que venció a la ruleta, escrito hace años por el periodista marplatense Enrique David Borthiry, ya fallecido. De acuerdo con los datos que se conocen, las andanzas del alemán comenzaron en enero de 1950. Se lo describe como un hombre silencioso y elegante, de pocas palabras, que lograba pasar inadvertido entre la multitud que iba, ya en esos años, a la Casa de Piedra.
Se afirma que la primera “inspección ocular” sobre la performance de una de las ruletas la hizo observando lo que ocurría en la mesa 37, un número igual al total de chances (del cero al 36 inclusive) que tiene el juego que seduce a millones de personas en el mundo. Con el tiempo, en esa mesa, Thie-ssen comenzó a jugar, cada noche, luego de observar cómo lo hacía un asiduo concurrente, que apostaba siempre a los mismos once números, supuestamente los que salían con mayor frecuencia en esa mesa. Esa persona jugaba los que, en la rula, están agrupados alrededor del 5, incluyendo al 5: 10-23-8-30-11 por un lado, 24-16-33-1-20, por el otro. El que hacía ese juego que llamó la atención de Thiessen era un peluquero muy conocido, de apellido Bartolucci.
Más tarde, en un bar cercano al casino, Thiessen se reunió con su cuñado, Hermann Bieger, a quien le comentó su experiencia y las ideas que le habían surgido a partir del seguimiento del juego. En ese encuentro, el protagonista de la historia sostuvo que era preciso hacer estudios más a fondo para perfeccionar un método que consideró “rudimentario”, sin rigor científico. De allí en más empezó a “mejorar” una martingala que, según los más optimistas, le reportó, a él y a su grupo una suma cercana a los dos millones de dólares, reunidos a lo largo de un año.
Los datos más precisos están citados en el libro de Borthiry, quien de joven fue croupier y estuvo en una de las tantas mesas en la que Thiessen probó fortuna. Con el tiempo, luego de recorrer todas las mesas, el alemán comenzó a jugar su martingala en la mesa 18. Hay un dato que parece escapado de una película de James Bond: al parecer, el alemán había logrado armar una secuencia exacta de los números más salidores, porque los había fotografiado con una pequeña cámara ubicada en el interior de un encendedor, invento que habría sido usado por el espionaje alemán.
Los que creen a rajatabla en la veracidad de la historia, afirman que los alemanes habían hecho seguimientos, en una sola noche, de 3812 jugadas, para tomar nota de cada uno de los números que habían salido, para constatar cuáles eran los que ofrecían mayores chances de ganar. La salida promedio, en ese total de giros de la ruleta, debería ser de unas 103 veces para cada número. Los alemanes tomaron nota de que mientras algunos números sólo habían salido cinco veces en toda la noche, otros habían sido gritados por el croupier en 146 ocasiones. La primera vez que llevaron a la práctica el sistema, acertaron 143 bolas sobre un total de 270 tiros.
En la primavera de 1950, todo el mundo hablaba de una “banda de alemanes” que ganaba todas las noches a la ruleta y que estaba formada por “más de ochenta personas”. Las autoridades del casino estaban alertadas sobre el tema y buscaban a los confabulados. Lo más curioso de la historia es que, a pesar del interés general por conocer al cabecilla de la banda, todo indica que Thiessen nunca pudo ser identificado. No se sabe bien si cambiaba de vestimenta y de aspecto, o si el anonimato se debía, simplemente, a que era un hombre meticuloso, frío, callado y que jamás celebraba sus triunfos. Por lo demás, no habrían sido tantos, sino que las ganancias eran obtenidas por varios –mucho menos de ochenta, como se creía– que seguían la misma metodología, precisa y silenciosa.
Hacia fines de 1950, luego de una larga investigación, las autoridades policiales detuvieron como si fueran mafiosos, cuando no lo eran, a una decena de supuestos alemanes. Sin embargo, Thiessen y Bieger lograron salir de la sala de juegos sin ser vistos, y mucho menos detenidos. Desde ese momento nunca más se los vio por el Casino Central, aunque sus fantasmas sigan presentes.
Una persona vinculada al Casino Central le contó a Página/12 que hay dos personas muy conocidas que tampoco son bienvenidas por la suerte que han tenido en la ruleta. Ellos son Gerardo Sofovich y Jacobo Winograd. Claro que ellos, junto con el mítico alemán, son algunos de los pocos que pudieron romper el rito que dice que la banca nunca pierde. El informante afirma que muchas personas han perdido fortunas. Hace dos años, sin hacer mucho barullo, una mujer fue retirada de la sala porque había sufrido un infarto luego de perder cientos de miles de pesos. Murió horas después. También se dice que en los baños, los prestamistas hacen su negocio con los más desesperados. “Algunos clientes se pasan todo el día jugando a la ruleta o a las maquinitas. Algunos se cambian en los baños y dejan tirada la ropa interior sucia.”
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