SOCIEDAD • SUBNOTA
Los relatos de los testigos del alud empiezan a brotar desde la zona del desastre. “Vimos una enorme ola que venía por la calle hacia nosotros. Pensábamos que nos moríamos”, contó una mujer. Otro hombre, residente del El Rodeo, dijo que el barro entró hasta las habitaciones de su casa: “Tengo 88 años, me crié acá –explicó el testigo–, vimos varias crecientes, pero esto es algo que no se vio nunca, fue tremendo.”
De a poco, los sobrevivientes del temporal trágico van revelando detalles del alud que se cobró la vida de al menos trece personas el jueves pasado. “Mi experiencia fue espantosa”, señaló Roxana Defraguas, una mujer oriunda de Santiago del Estero, que se encontraba veraneando en una casa situada a 15 metros del río Ambato. “Estábamos con los niños. Eramos tres mujeres, pero los chicos, aunque lloviznaba levemente, minutos antes habían salido hacia un almacén a comer panchos. Al rato, cuando estaba sentada con mis dos amigas, comenzamos a sentir un enorme temblor que hizo que se empezara a mover la araña de la casa y, cuando nos dimos cuenta, la creciente ya estaba a escasos metros de nosotros.”
La testigo relató que “mi amiga salió con el auto a buscar a los chicos y quedé con mi otra amiga encerrada en la casa. Entonces vimos una enorme ola que venía por la calle hacia nosotros, la podíamos ver gracias a la luz de los relámpagos y, en ese momento, le hice señas a mi amiga para que no regresara con los chicos y me encerré en la casa. Cuando vino esa ola llena de piedra y barro, entró por la puerta de la galería de atrás y nosotras atinamos en vano a tratar de cerrarla como fuera”.
El agua, contó la mujer, logró entrar a la casa. “Teníamos la tranquilidad de que nuestros hijos estaban bien con mi amiga y, sinceramente, esperábamos lo peor. Pensábamos que nos moríamos. El agua nos daba en las rodillas, después comenzó a subir más y más. Habrá sido media hora, pero a nosotras se nos hizo eterno, realmente.”
Daniel Vega tiene 88 años y vive, desde que nació, en la villa veraniega. El hombre contó que se refugió en su casa, junto a su mujer, y “nos pusimos a rezar”. “Nos sentamos en la cama y mi mujer agarraba todos los santos que tenía y los abrazaba con fuerza.” El barro, dijo el sobreviviente, entró por el pasillo de su casa y se extendió por la cocina y el baño. “Nací y me crié acá, vimos varias crecientes, pero esto es algo que no se vio nunca, fue tremendo”, dijo el testigo.
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