SOCIEDAD • SUBNOTA
Isabel está matriculada como Maestro –y no Maestra– Mayor de Obras. La denominación de su profesión indica por sí sola que es pensada para ser ejercida por hombres. Ella misma comenta cómo su género le jugó en contra a lo largo de su vida laboral: “Me recibí en el 2000. No encontraba trabajo porque era una época difícil, pero por ser mujer me fue más difícil todavía. Los hombres se abusan y me sacan el trabajo. Me frustré mucho en esa época. Yo conseguía trabajos para hacer, pero mis propios compañeros se llevaban más de lo que cobrábamos porque decían que no tenía experiencia y se aprovechaban de mí”. Isabel ya era madre soltera, con una hija, y en ese entonces relegó su carrera y comenzó a limpiar casas por hora. “A mí me avergonzaba porque teniendo un título me costó muchísimo pelearla.”
Cuando se comenzó con la construcción de las viviendas ella fue una de las primeras beneficiarias. “Participé con mis compañeras de la construcción de mi casa. Se me inundó la casilla porque tenía los de- sagües tapados. Tiramos una parte para poder armarla. Hacer mi propia casa fue muy emocionante, la oportunidad de tener un techo. Todos los días venía orando para que no se me caiga el techo y mirá ahora. Estoy haciendo la casa de otras personas, sólo me faltan unos vidrios y el desagüe que va a la calle.”
Isabel asegura que a partir del programa no sólo adquirió un techo, sino también las ganas de volver a su profesión. “Me anoté de casualidad porque necesitaba trabajo. Justo cuando fui a sacar el certificado de inundación, pasé por la Anses. Yo creía que me iban a llamar para barrer las calles, pero al final era algo mejor. Volví a hacer en parte lo que me gusta, y mi hija de 14 años tiene la oportunidad de terminar el secundario.”
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