SOCIEDAD
• SUBNOTA › ANECDOTAS DESDE LA CABINA DE LA LOCOMOTORA
Conocer la vía de memoria
› Por Carlos Rodríguez
Desde la cabina de la locomotora de “El Gran Capitán”, una diesel construida en el país, en los talleres Astarsa, la vía es un camino que parece inalterable, al que sólo hay que seguir. A poco de andar se advierte que lo que son vaivenes acompasados en los vagones del pullman, en la máquina son dibujos zigzagueantes como los que pueden hacer en el área Carlitos Tevez o el Conejito Saviola. La diferencia estriba en que en vez de menos de 70 kilos, el sujeto movedizo y difícil de marcar es un tanque que pesa nueve toneladas. En pocos minutos se descubre que para domar ese monstruo y permitir que duerman como en una cuna los de la clase turista, no basta con tener la muñeca del Chueco Fangio. Hay que tener cuna y ser muy “fraternal”.
Los dos abuelos de Oscar Ava fueron maquinistas como él, quien además es dirigente de La Fraternidad, el gremio que agrupa a los conductores de trenes. Uno de sus abuelos –los dos manejaban locomotoras a leña– tuvo un terrible accidente cuando en una inundación la corriente se llevó el puente ferroviario justo cuando él pasaba. “Estuvo ocho horas con las piernas bajo la caja de herramientas.” Esa vez la sacó barata y volvió a caminar sobre sus dos miembros inferiores. Murió en un accidente de auto.
El tren es uno de los medios de transporte más seguros del mundo y por eso, en la vía, los puntos de referencia suelen ser monolitos de peatones o automovilistas que andaban por cualquier rumbo. Los maquinistas también se guían, con la precisión de un plano, cuando ven ciertos matorrales, cuando escuchan un ruidito o un saltito característicos.
“Pasamos por las alcantarillas del 283 y el 285 (alude al kilómetro de la vía), que tienen el cabezal bajo.” No importa si en ese momento es de noche y la única luz externa que lleva encendida la máquina –la cabina está siempre semioscura– había sido apagada para no encandilar a un auto que venía de frente, no por la vía sino por la ruta cercana. Un detalle gentil que define por sí mismos a los fraternales.
También tienen dichos específicos. “Más empacado que zorrino en la vía”, es uno de los que citó Oscar durante el viaje con el cronista de Página/12 como inútil acompañante. Y lo explicó: “Son tan porfiados los zorrinos que cuando los encandilás se enojan, se quedan en la vía para guapear, te mean y después mueren atropellados”. En el viaje siempre van dos maquinistas. El segundo, en esta ocasión, fue Alberto Daniel Benítez, capaz de tomar el control de la máquina y de mantener el mejor humor.
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› Por Carlos Rodríguez