Fue un día extraño para el barrio. “Hoy falleció otra persona, un señor de apellido Figueroa –cuenta Gladys Solioz, una de las vecinas–. Había empezado con un tumor en el cerebro y luego el cáncer se expandió.”
Ella venía precisamente del velorio cuando recibió la noticia de que la Cámara de Apelaciones había emitido otro fallo a favor del reclamo del barrio. “Así que –dice– por un lado recibimos una cachetada y por otro algo lindo.”
En el último tiempo, dice, supo de nuevos casos. “Una señora que vive aquí cerca tuvo cáncer de piel y estuvo haciéndose tratamientos. Hace poco me pasó los datos, para sumarla.” Y comenta como curiosidad: “Estuvimos hablando de que la perra de ella también tuvo cáncer. Y en realidad varios vecinos comentaron que otros perros sufrieron algo similar, pero nunca se nos dio por juntar los datos”.
Solioz, que vive al lado de la subestación, fue una de las que protagonizó los conflictos con la empresa en el pasado: en un intento por frenar las obras de cableado, los vecinos se enfrentaron a los camiones y hasta se tiraron en los pozos. Pero las obras se terminaron igual.
Hoy, dice Gladys, no viven bien. “Salís, mirás los cables y pensás que vivís en medio de un peligro. Ahora nos alegramos con este fallo, pero lo que esperamos es que ordenen el traslado de la subestación.”