SOCIEDAD
• SUBNOTA › POR QUE DOMINIQUE DE VILLEPIN
El hombre que desafió a Bush
Por S. A
Frente al ruido de las armas, el ministro francés de Asuntos Exteriores lleva todo este año esgrimiendo el poder de la palabra. La invasión de Irak capitaneada por EE.UU. hizo que este diplomático y poeta mantuviera el nivel de la “vieja” y culta Europa ante el imperialismo de Bush.
No deja de ser significativo, y además tiene gracia, que el político europeo que con más acierto se ha mostrado en contra de la guerra de Irak en la ONU sea poeta. Hasta ese momento, Villepin era prácticamente un desconocido de la opinión pública internacional, pero en unos cuantos días mucha gente comenzó a buscar sus brillantes intervenciones en la sede de Naciones Unidas o sus ruedas de prensa. Muchos pensaban que ojalá ese hombre altísimo, de sienes plateadas, verba impetuosa y a quien nadie era capaz de intimidar, fuera el representante de la UE y no sólo de la posición de Francia ante el conflicto.
Villepin, que estaba en el lugar preciso en el momento oportuno, y que gracias a sus cualidades es hoy uno de los políticos más interesantes de Europa, trabaja en un edificio construido por Napoleón III, al lado de la Asamblea Nacional, y en el cual es fácil imaginar a María Antonieta bailando un vals. Salones inmensos, ventanas gigantescas, tapices, arañas de cristal de dos metros de diámetro, artesonados dorados, relojes y chimeneas dorados, mesas doradas, varias parejas de ujieres con traje negro y pajarita blanca. Villepin aparece en mangas de camisa y muestra como un tesoro una primera edición del Romancero gitano, de Lorca, que guarda en un armarito, al lado de su mesa. Lo hace en un estupendo español con acento venezolano que enseguida cambiará al francés, y que volverá a usar en la despedida, que se prolongará un poco mientras sus ayudantes le urgen para que acuda a una recepción, a la que finalmente se precipita mientras se pone la chaqueta, y las parejas de ujieres abren a su paso puertas de salones que se prolongan uno tras otro en una perspectiva que parece infinita, y él sigue hablando de El lazari-llo de Tormes y de Goya.
Puede parecer un poco exótico este señor tan distinguido, que es de derechas, cultísimo, autor de dos libros de poemas y de una antología en la que analiza, repasa y explica su relación con la poesía a lo largo de su vida. También es autor de algunos libros sobre política y aunque en Francia no resulte exótico que un intelectual sea también político y existan varios casos, el de Villepin sorprende a sus compatriotas cuando reivindica la labor del político, exige que los representantes del pueblo se comprometan con él, que el humanismo empape la labor de quienes dirigen los destinos de los pueblos. Y todo ello en medio de la crisis económica que vive su país, de las críticas a las políticas sectoriales, de la presencia de Alain Juppé, que fue primer ministro y secretario general del partido gaullista, en los tribunales. De tal modo, parece que lo único exitoso que Chirac puede ofrecer es precisamente la política exterior que Villepin representa. Por lo demás, este gaullista es muy cauto cuando responde preguntas políticas, completamente diplomático. Sin embargo, como poeta deja que sus respuestas fluyan con naturalidad.
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