Lun 14.03.2016

SOCIEDAD • SUBNOTA  › HANNA AL HROUB, PALESTINA, GANó EL PRIMER PREMIO

El juego para limitar la violencia

› Por María Julia Mastromarino

“Abrazo esta oportunidad para levantar en el nombre de todos los maestros del mundo el slogan de este día: limitemos la violencia a través del juego y el aprendizaje”, pidió Hanna al Hroub, la maestra palestina galardonada con el premio que pretende transformarse en el Nobel de la Enseñanza. Hanna sabe de lo que habla. Creció en un campo de concentración y comenzó a enseñar en una escuela primaria, después de que sus hijos quedaran traumatizados tras presenciar un tiroteo camino a la escuela. Pensó que podía ayudar a quienes estaban expuestos a situaciones similares de violencia y desarrolló un método para promover un ambiente de aprendizaje seguro, que se basa en la confianza y pone especial atención a las necesidades de los chicos que sufrieron situaciones traumáticas. Su enfoque llevó a reducir comportamientos violentos en escuelas donde esto ocurre con frecuencia y contribuyó también a que los maestros revisaran modos de clase y las sanciones que usan.

“Sí. Nosotros podemos ayudar a nuestros chicos a investigar este mundo y a comprenderlo –expresó Hanna– ayudándolos a estar integrados en él. Podemos enseñar a los chicos a ser efectivos y creativos en variados contextos, que incluyan entretenimiento, dibujo y movimiento. Necesitamos ayudar a que los chicos cuestionen, dialoguen, piensen y sientan, a que se expresen ellos mismos.”

Kazuya Takahashi, en Japón, tuvo la suerte de contar con un maestro que lo estimuló y le dio libertad. Un día cavar en la tierra para buscar las piezas de una vasija antigua. Kahuraa pasó mucho tiempo rearmando la pieza original. Se apasionó. Estudió historia y después se formó en creatividad estudiando dos años con juegos didácticos en Lego. Ahora aplica todo eso en la enseñanza. Para matemática, para física. Organizó la primera competencia de ascensores espaciales, un proyecto estudiado por la NASA. El aprendizaje en definitiva, para Kayuza, es “una construcción”.

Aqeela Asifi estudió para ser maestra cuando la educación en Afganistán era libre pero en 1992, cuando los talibanes tomaron el poder fue forzada a abandonar su país. Tras llegar a un campo de refugiados en Pakistán, estableció una escuela en una carpa prestada y trabajó contra las resistencias. Sin recursos para preparar las clases, cortó pedazos de tela con textos escritos a mano y los cosió a la carpa. Sus alumnos escribieron sus primeras palabras en el piso. Hoy hay 9 escuelas en ese campo con 1500 alumnos.

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