En el tercer capítulo del libro, Cristina Fraccia presenta una práctica concreta de intervención en situaciones de protección, la Asamblea de Grupo Familiar (AGF).

La AGF está inspirada en un mecanismo recomendado por el Comité de los Derechos del Niño en 2005 y llevada adelante por el organismo de protección a la infancia de Nueva Zelanda.

“Las prácticas tienen la misma obsolescencia de todo esto que venimos hablando. Seguimos repitiendo viejas recetas y viejas perspectivas en el hacer. Pero me parece que mucho tiene que ver con esa ausencia de sistema. Como no hay nada armado donde respaldarse seguimos repitiendo las tendencias a culpabilizar a la familia de lo que le pasa al niño, aconsejarla, amonestarla y después tomar medidas más severas como puede ser el retiro del chico del núcleo familiar por considerar que no es un núcleo válido. Entonces desde la organización donde trabajo, hace muchos años que venimos tratando de aplicar la Asamblea de Grupo Familiar”, explica Cristina Fraccia.

–¿Por qué tratando?

C. F.: –Porque no siempre se puede, porque algunos servicios son reactivos, porque hay profesionales de escuelas que lo ven con desconfianza, pero básicamente, porque si el Estado frente al plan de la familia no tiene recursos como responder… hay que ofrecer servicios, programas de apoyo. Si no es otra vez dejar a la familia responsabilizada sola. Ese es el gran obstáculo. Entonces, las asambleas son una práctica que desafía la manera de intervenir en situaciones de vulneración de derechos de chicos. Les devuelven a la familia la posibilidad de decidir sobre las cuestiones que afectan a ese chico y de elaborar un plan para superar la situación.

I. K.: –No es un grupo terapéutico. Es un espacio autónomo de toma de decisiones que el Estado abre para no tomar arbitrariamente una medida pero que interviene si el plan no resulta. Pero si la familia hace un plan el Estado tiene que tener los recursos para apoyar.