Mar 13.01.2004

SOCIEDAD • SUBNOTA

La investigación del trans

Por P. L.

Ya en 1994, una entidad de defensa de los consumidores, el Center for Science in the Public Interest (CSPI), solicitó a la Food & Drug Administration (FDA) de Estados Unidos que el contenido de ácidos grasos “trans” fuese incluido obligatoriamente en los rótulos de los alimentos (el año anterior, se había emitido la normativa que exige a los fabricantes especificar los contenidos de grasas saturadas y otros nutrientes). Mientras la FDA se tomaba su tiempo para decidir, se iban sumando datos.
En 1997, un artículo publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine resumió diversas investigaciones: tomando una población y cotejando las cantidades de ácidos grasos “trans” en las dietas, el 20 por ciento que más los ingería tenía un riesgo adicional de 27 a 39 por ciento de contraer enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, los especialistas temían que la difusión inadecuada de estos datos fuese contraproducente en la medida en que la gente sustituyera los “trans” por las grasas saturadas, que siguen siendo más peligrosas (por ejemplo, es cierto que las margarinas producen colesterol, pero nunca tanto como la manteca).
En definitiva, los Institutos Nacionales de Salud (NIH), la Academia Nacional de Ciencia y otras instituciones de primer nivel suscribieron el dictamen de que “el consumo de trans fat contribuye a incrementar los niveles de colesterol LDL (‘malo’), lo cual incrementa el riesgo de enfermedades cardíacas y accidente cerebrovascular”.

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