Enmarcado detrás de una gran foto que intenta abarcar la multitud de la primera marcha, precisamente a un año de ese acontecimiento, Juan Carlos Blumberg recibió a Página/12 en su despacho de la Fundación Axel Blumberg, en Corrientes al 500. Blumberg intentó establecer una síntesis del año vivido, síntesis que dejó todo el espacio para el haber y ninguno para desarrollar alguna sombra de autocrítica. Cuestionó la mirada periodística respecto de la magnitud del fenómeno (sostuvo que el periodismo habló de 150 mil presentes en las marchas cuando “eran el doble”). Y dejó un espacio importante para los dos temas que lo trasladan a una enemistad que parece tan irreductible como inexplicable: León Arslanian y los menores de edad.
–De nuestros reclamos se cumplió prácticamente todo –sostuvo Blumberg y comenzó a transitar cada uno de los puntos de su petitorio–. La tenencia de armas, que primero no se pudo cumplir con el calibre 22 y 32, pero después se cumplió. Conseguimos que se registren los celulares. Nos faltó que se imponga el GPS, que es un sistema que nos dicen que permite que las antenas detecten dónde está el celular aunque esté apagado. Se elevó el régimen de libertad condicional. Se elevó la prisión o reclusión de 15 a 25 años por violación seguida de muerte. Y hay varios proyectos con media sanción en el Senado.
–¿Por qué el fenómeno que representa fractura en lugar de reunir a la sociedad?
–Es una deformación que parte de los medios, porque a mí me apoya más la gente humilde, le digo honestamente.
–Un tema urticante para usted...
–No, yo no tengo problemas con nadie.
–¿Por qué criticó a (León) Arslanian aun antes de haber asumido como ministro de Seguridad bonaerense?
–En la función pública no puede dejar el barco a mitad de camino –dijo, refiriéndose a la primera etapa con la reforma a la Bonaerense.
–Pero lo obligaron a renunciar. Y luego regresó...
–Cuando asumió le dije en la cara esto y le pregunté qué iba a hacer. Me dijo que iba a sacar a los presos de las comisarías. Yo lo dejé seis meses. Y no cumplió. Hace unos días hicimos un trabajo científico, fuimos a Mar del Plata y le preguntamos a la gente si en el último año había sufrido algún delito. El 37 por ciento dijo que sí. El 52 por ciento no hizo la denuncia. Por qué. Porque no da resultado, por desconfianza a la policía, por temor a represalias. Esa es la realidad y no la que están mostrando (las cifras están en el otro extremo de las reveladas por el gobierno bonaerense, que muestra una reducción del delito que supera el 20 por ciento respecto al 2003). Entramos en un foro de seguridad. Vinieron el intendente, los comisarios. Les pregunté cuál es el problema más grave. Me dijeron los menores.
–¿Quién le dijo los menores?
–Los comisarios...
–¿Pero no son los mismos que usted señaló como sospechados por la gente en sus propias encuestas?
–Yo hablé con todos, con legisladores, con funcionarios, y todos dicen lo mismo, que hay que darle solución al tema de los menores.
–¿Y cuál es esa solución?
–Hay que bajar la edad de la imputabilidad.
–¿Usted cree que así se soluciona el problema?
–Y... por lo menos los saca de la sociedad y no siguen matando a otro.