SOCIEDAD • SUBNOTA › EL FUTURO DE LA INFORMATICA
› Por Federico Kukso
Si Internet se volvió una religión (el opio posmoderno de los pueblos), Negroponte es su profeta. El director del Media Lab del MIT cumple puntillosamente con su función propagandística, al extremo de pasar muchas veces por un showman: viaja, da conferencias, almuerza y cena con presidentes, CEOs, inversores, y deslumbra a todos con los paisajes que pinta del mundo digital presente y el mundo digital que se viene, en el que la herramienta máxima, la computadora, poco a poco irá desapareciendo –al menos en apariencia–, en un cruce híbrido de átomos y bits.
–Hablemos ahora un poco del futuro de Internet. La red de redes no fue pensada para su actual uso. Muchos dicen que tal vez algún día colapse y tenga que ser rehecha. ¿Cree en estos pronósticos?
–La verdad que no. Cuando comencé a usar Internet (que no se llamaba así, por supuesto), a principios de los ’70, conocía personalmente a cada una de las personas en ella. Es difícil de creer, pero era así, los conocía a todos porque sólo había tres máquinas conectadas. Una de ellas estaba en el MIT. Obvio que por entonces era muy diferente a lo que es ahora. No olvidemos que era originariamente un proyecto militar y fue pensada para resistir cualquier ataque a partir de la redundancia y la conectividad distributiva que evitaría cualquier colapso. Esa ha sido siempre una de sus máximas ventajas, y lo sigue siendo, pese a haber crecido exponencialmente en escala. Internet crece, se reproduce, evoluciona.
–Es un punto de vista bastante orgánico, biológico. ¿Y en cuanto al futuro de la computadora? ¿Qué ve: “computadoras cuánticas”, “computadoras de ADN”?
–Será más o menos algo que combine silicio con algún componente biológico, pero ya no me dedico tanto a ese campo científico como antes para responderle bien.
–En su libro Being Digital (o Ser digital), donde promete un futuro de digitalización total, usted dijo que en unos años todos estaremos conectados mediante aparatos (relojes, anillos, pulseras, por ejemplo) que sustituirán a los celulares y a las computadoras portátiles...
–Sí, y ya está ocurriendo.
–Pero esta lapicera que tengo en la mano no está conectada.
–Aún. Ya lo verá. Espere unos años.
–El año pasado se cumplió una década de la publicación del libro. ¿Su definición de lo que entiende justamente como “ser digital” cambió en este tiempo?
–Creo que estoy decepcionado. Predije que para esta altura sería más fácil usar una computadora. Mi laptop es lenta, se tilda de vez en cuando, no mejoró en su interfase, sí hay procesadores más rápidos, pantallas más brillantes, pero la experiencia de usar una laptop es bastante decepcionante. Esperamos mejorarlo en los próximos diez años.
–¿Qué piensa de las personas que conscientemente no desean pertenecer al mundo digital, no quieren conectarse, entrar a Internet?
–Primero, seguro que no son niños. Nunca conocí a un chico que no quiera, si puede, experimentar al menos con Internet. Cada vez encuentro menos gente grande renuente a hacerlo, pues comprenden que es la mejor manera para seguir conectados, pero con sus nietos e hijos. Igual, no creo que haya mucha gente que no quiera probarlo al menos una vez.
–Su nombre es casi una marca de ámbito mundial. ¿Qué piensa de la gente que lo venera, que lo llama “gurú”, que aplaude acríticamente cada palabra que dice?
–No sé cuán cierto es eso. Pero si es verdad, y ayuda al proyecto, bienvenido sea; si lo podemos utilizar para aumentar el número de laptops que lleguen a las manos de chicos del mundo, creeme que lo usaremos. No lo dudo ni un instante. Además, no me preocupa mucho. Estoy muy viejo como para preocuparme. Lo único que uno tiene que hacer es mantenerse humilde, porque podés entrar a un cuarto lleno, con mil personas aplaudiéndote y ovacionándote...
–...digamos, como le ocurre a usted...
–...y es muy fácil perder el sentido de realidad, aun cuando estés consciente de todo eso. Uno tiene que aprender absolutamente de todos, de los chicos que usan las laptops.
–¿Cómo quiere ser recordado?
–No quiero ser recordado. No me importa mucho. La verdad es que no leo el diario, ¡ni siquiera me miro al espejo por las mañanas!
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