Lun 29.01.2007

SOCIEDAD • SUBNOTA  › EL CABO QUE LLEVABA EL BOLSO APARECIO “SUICIDADO” POR DEPRESION

Otra muerte con olor a eslabón perdido

› Por Horacio Cecchi

En noviembre de 2002, Luis Valenga se hizo cargo de la representación de Erminia Gómez, la madre de Tito Saldaña. Hasta el 26 de diciembre pasado no había logrado que se abriera una puerta y confirmaran oficialmente lo que las marcas en el cuerpo de Tito venían gritando en silencio. Ahora, el asesinato de Saldaña pasa a acentuar un caso, el de Villa Ramallo, en el que quedan muchas sospechas por confirmar. Entre ellas, otro supuesto suicidio por depresión, el del cabo Alberto Castillo, fotografiado por este diario la misma noche de la masacre corriendo con un bolso igual al del eslabón perdido, el bolso en el que la banda había colocado el handy utilizado para la comunicación paralela con la policía.

“Ahora, la muerte de Saldaña pasa a ser automáticamente un homicidio criminis causa –dijo Valenga a Página/12–. Un homicidio agravado porque se mata para encubrir otro homicidio. Nadie va a pensar ahora que la orden de matar a Saldaña la dio un sargento.” Desde noviembre de 2002, cuando Valenga se hizo cargo de representar a Erminia Gómez en reemplazo de Juan Murray (que había sido designado como secretario penal), hasta diciembre pasado, los peritos oficiales dieron un paso al costado.

“Primero pedimos una evaluación a la Cátedra de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario –sostuvo Valenga–. Remitimos la causa en marzo y el titular de la cátedra, Edgardo Marelli, respondió cinco meses después con cuatro líneas escritas a máquina en las que decía que se aprecia una lesión que describió copiando lo que estaba en la autopsia. Nada más. Pedimos otra pericia a la Asesoría Pericial de la Corte el 2 de diciembre de 2003 y nos contestan que las lesiones pueden vincularse a un traumatismo craneano. Pero nada más.”

Insistió durante tres años ante la Asesoría Pericial de la Corte, incluyendo ante su director, Juan Carlos Cassano (ver recuadro), hasta que logró la lectura eficiente de la perito María Noms. La muerte de Saldaña, como crimen, resignifica el caso Ramallo y viene a concentrar todas las lupas sobre las sospechas ya largamente anunciadas de complicidad policial y política hacia arriba. Otro suicidio aún resta por develarse: el cabo Alberto Castillo, fotografiado por este diario esa noche, mientras corría con un bolso hacia el patrullero del después condenado Aldo Cabral. Castillo fue detenido, luego liberado, y más tarde, igual que lo había sido hasta el 26 de diciembre Saldaña, “suicidado”.

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