SOCIEDAD • SUBNOTA
El meteorólogo estrella Mauricio Saldívar analiza la cobertura televisiva de la nevada en Buenos Aires. Como testigo privilegiado, expone las claves y las prioridades que rigieron la transmisión del fenómeno climático.
› Por Julián Gorodischer
Hubo postales de un extraño nudismo estimulado por la ola polar, identidades de barrio reforzadas (como las del colectivo Lomas de Zamora, haciéndole el aguante a la localidad ganadora en cantidad de copos –como goles–), y felicidad por el milagro realizado transmitida desde cualquier rincón de la ciudad. La cobertura televisiva de TN y Canal 13 (especialmente enfáticos en aquello del “día histórico”) colocaron a Mauricio Saldívar, meteorólogo estrella, en el centro de los comentarios, como espectador privilegiado de una cierta extravagancia: la de aquel que hizo la performance de la reposera y el daikiri en cueros en una esquina del conurbano, y la de aquel otro que se amigó con el impenetrable cruce de General Paz y Riccheri, un escenario televisivamente más propicio para el tiroteo que una cumbre radiante para andar en trineo. La ciudad fue otra por un día, comentada por el atento Saldívar, desde la primera fila.
Su pase al protagónico implicó poetizar el relato, llenarlo de figuración y reducirle el contexto. Para describir, comparó con otros fenómenos del clima: “Fue como una estrella fugaz, que causa sorpresa y una cierta euforia. No representó el peligro o el daño que se registra en otros lugares de nevadas intensas. Ver caer un meteorito nos pondría alegres, pero si nos llovieran todos los días empezaríamos a preocuparnos. Es infrecuente y estábamos seguros de que no iba a provocar daño”, dice. La marca de la cobertura del lunes feriado fue dejar de lado los fantasmas del cambio climático, incluso también los de la saturación posible de consumo de gas y energía, basada en el toque de color que llenó súbitamente de belleza el noticiero, en medio de un avance poco común del director de arte, que escarbó entre los registros hasta dar con el mejor ángulo de la nevada sobre el Obelisco..., o explorando el mejor rincón del Parque Avellaneda o el Lezama, comentados insistentemente en uniformidad semántica: “el privilegio” y “el merecido regalo” fue lo único que se escuchó.
La celebración acompañó la exagerada euforia del padre que llevó ayer a su hijita a la Riccheri a las 7.30 (antes del trabajo) y a la guerra de bombas en la medianoche, cuando el frío quemaba en las manos. Saldívar aleja las hipótesis de autorregulación del tremendismo que podría haber comparado el lunes brumoso con El día después de mañana (de Roland Emmerich). ¿Una infrecuente repulsa por el escándalo? “No, no nos autorregulamos –dice–. Probablemente, después del evento, mucha gente se preguntó por qué en un año hemos tenido un granizo y una nevada increíbles; pero lo que hicimos fue disfrutar del momento. Ni siquiera se desarrolló excesivamente la posibilidad de la falta de gas. Lo significativo fue la nevada como fenómeno histórico.”
¿Y acerca de la identidad suburbana revisada, hecha de barras coreando el nombre del lugar donde nacieron y rompiéndole la anatomía al lugar vecino menos nevado? ¿Acaso fue la melancolía del viaje de egresados en Bariloche, último recuerdo para muchos de la nieve cubriendo tinglados y techitos de los autos? “No, no, fue la alegría expresada en todas sus formas. Había gente en short y tomando una bebida refrescante. Fue algo extraordinario que sólo se podía representar mediante la felicidad. En Lomas de Zamora, donde más nevó dentro del área suburbana, expresaron su pertenencia a un lugar privilegiado.” El insólito nudismo reiterado en muchos de los canales es interpretado por Saldívar como “un comportamiento loco de la gente a tono con la conducta enloquecida del clima”.
Ayer, por única vez, la crónica policial que suele anclarse en determinados suburbios abrió paso a la nota de color, que se instaló en los lugares menos previstos; la guerra de bombitas de nieve sacó de la placa roja a escenarios que hace rato, como la General Paz y Riccheri, son excluidos o marcados. Pero, de pronto, ese cruce se convirtió en sede del móvil principal de TN hasta pasada la medianoche. El meteorólogo resignó su oportunidad para dar cátedra científica por el rol de comentarista de juegos y gestos cariñosos, ya que los románticos de siempre salieron de la mano por los parques y había que narrarlos. “No me puse a pensar cómo cambió ayer la relación entre la gente y la ciudad –se excusa–. Entendimos que la gente lo estaba asociando a un momento feliz de la vida, y por eso se disponía con entusiasmo a hacer muñequitos.” ¿Y por qué se produjo la referencia unánime a la blanca y dulce Navidad, la llegada de Papá Noel o, en el caso más naïf de Canal 9, la colina de Heidi, Pedro y el abuelito? El género del relato infantil dominó por encima del cuento de terror o el cientificismo de divulgación, tan en boga. Saldívar justifica las metáforas trilladas: “Lo interpretamos con una cierta inocencia; en el subconsciente puede haber quedado esa semillita”.
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