SOCIEDAD • SUBNOTA › RELATO DEL ARGENTINO QUE ESTUVO CINCO DIAS AISLADO
› Por Mariana Carbajal
“Con la noche venía el frío, pero también el miedo, el miedo a las réplicas pero sobre todo a los tiroteos y a los robos”, relató Gabriel Ruff, un argentino de 27 años a quien el temblor que sacudió a Perú lo sorprendió de vacaciones con su mujer y su cuñada colombianas en la paradisíaca localidad de Huacachina, un oasis entre dunas de arena fina en las afueras de Ica, una de las ciudades más castigadas por el sismo. Gabriel era uno de los tres argentinos a los que sus familiares no habían podido localizar tras el terremoto. Anoche emprendió el regreso al país, desde Lima, en un Hércules de la Fuerza Aérea Argentina, dejando atrás cinco días de vida a la intemperie, durmiendo en una pequeña carpa, en una región arrasada por la furia de la Tierra y la desesperación de los sobrevivientes a los que la ayuda no les llega.
“Cualquier movimiento ya te asusta. Uno no se siente seguro en ningún lado”, contó a Página/12 poco antes de subir al avión argentino junto a su novia, de 24, y a la hermana de ella, de 21. No fue el final que esperaban para el viaje que emprendieron hace un mes y medio desde Bogotá. Venían “bajando” en micro desde Colombia, donde Ruff vivió entre 2005 y 2006. En el periplo visitaron Ecuador, Perú y ahora pensaban rumbear hacia Bolivia y de ahí a la Argentina. Los últimos días opacaron sus vacaciones. “Mirar por una calle y ver una llanta de auto, un niño caminando solo y ninguna casa en pie, esa imagen no la voy a olvidar jamás”, se emociona Ruff. Vive con su mujer en el barrio porteño de Almagro y se dedica, entre otros menesteres, a decorar casas. Su cuñada venía con ellos para estudiar en Buenos Aires.
El terremoto los encontró saliendo de un hotel en Huacachina, un centro turístico famoso en Perú por su laguna rodeada de dunas y palmeras datileras, que supo ser entre 1920 y 1950 un balneario de alcurnia al que iban los iqueños para disfrutar de los beneficios de sus aguas sulfurosas. “Gracias a Dios estamos vivos y no nos lastimamos. Con un grupo de gente decidimos ir a acampar a las dunas, porque consideramos que era lo más seguro. Había turistas ecuatorianos, chilenos, de Nueva Zelanda y después vinieron también peruanos. En el momento del descontrol perdimos una maleta”, relató.
Pasaron cinco días en ese desierto peruano. “Teníamos mucha incertidumbre, nos decían que la carretera a Lima estaba cortada, que no se podía llegar.” Recién ayer pudieron tomar un micro hacia la capital y ahí se dirigieron a la embajada argentina.
Las postales que traen en la memoria no son las que había planeado. “No bien terminó el temblor, empezaron los robos”, describió Ruff. Con su novia y su cuñada durmieron en una pequeña carpa. “Al segundo día nos faltó agua, después pudimos conseguirla en comercios pero había aumentado más del cincuenta por ciento –señaló–. No hemos comido bien ni dormido bien. Con la noche venía el frío, pero también el miedo a las réplicas, pero sobre todo a los tiroteos y a los robos. Se escuchaban tiroteos por todos lados. La destrucción es enorme. Parecía que había habido un bombardeo. Familias enteras en las calles, gente llorando en las esquinas. La ayuda llega a las ciudades más importantes pero a los pueblos pequeños no, y la gente se pone nerviosa y se pelea.”
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