SOCIEDAD • SUBNOTA › CRISTINA, EL PROYECTO Y EL MOTOR DEL DESARROLLO
› Por Adrián Pérez
La presidenta Cristina Fernández presentó ayer, junto al doctor Lino Barañao, flamante ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, el proyecto arquitectónico para la construcción de un Polo Científico Tecnológico; estará ubicado en lo que fueran las antiguas Bodegas Giol y albergará al Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Conicet, la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica y un Museo.
No estaban solos: asistieron a la presentación del proyecto –realizado en la Casa Rosada–, Florencio Randazzo, ministro del Interior, Julio De Vido, ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, Juan Carlos Tedesco, ministro de Educación y Carlos Zannini, secretario de Legal y Técnica.
El Polo Científico y Tecnológico, que costará la friolera de 40 millones de dólares, se elevará según el megaproyecto –no cabe otra expresión– que fue realizado por los Estudios Hauser, Ziblat Asoc. y Parysow-Schargrodsky Arquitectos. Se calcula que la obra estará terminada hacia 2010, y será un digno festejo –entre tantos– del Bicentenario.
Naturalmente, correspondió la palabra al ministro Barañao: “El proyecto es una metáfora arquitectónica de lo que queremos hacer con la ciencia y la tecnología en este país, insertarla como un motor del desarrollo argentino”, y resaltó el carácter innovador del emprendimiento ya que “reunirá en un mismo lugar a investigadores de diferentes disciplinas, que trabajarán conjuntamente para medir el impacto social de los avances científicos”.
Pero no solamente: “La idea detrás de esta concepción –dijo– es tener, por un lado, centralizada la administración de la Ciencia y la Tecnología en el país; el ministerio, el Conicet como principal ente ejecutor y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica como principal ente de financiamiento. También un instituto de investigaciones interdisciplinario e internacional, un Museo Interactivo de Ciencia y Tecnología y un Centro de Convenciones que permita no sólo realizar encuentros científicos sino también generar tareas de divulgación científica hacia la sociedad”.
Y a continuación, obviamente, le correspondió a la presidenta Cristina Fernández cerrar la idea: “La ciencia y la tecnología son un ejemplo en cuanto a rigor científico sobre cómo deberíamos conducirnos, ya que la falta de rigurosidad en las afirmaciones y análisis pueden llevar a equivocaciones y a yerros”. Toda una síntesis de lo que entiende por el arte –o mejor dicho la ciencia– de gobernar.
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