Dom 22.02.2004
cash

ESTRATEGIAS DE POLITICA ECONOMICA PARA DESPUES DEL DEFAULT

No imitar errores de Cavallo

La presión para mejorar la oferta por el default se reconoce en el fuerte crecimiento de la recaudación. Es un riesgo considerar que esa suba será permanente para comprometerse a mayores pagos futuros.

Por Jorge Carrera *

Hasta hace unos meses, el FMI y parte de los economistas que hoy demandan mayor flexibilidad desconfiaban de las posibilidades de la Argentina de salir bien parada de la crisis. Hablaban de hiperinflación, plan no sustentable, de veranito, de catástrofe en los servicios y la inversión. Visto que estos pronósticos se mostraron una y otra vez errados, los lobbistas del establishment pasaron a presionar para tener mayor participación en los beneficios no previstos. Paradójicamente, la actual política económica es esclava de su propio éxito para remontar la crisis.
En medio de este fuego cruzado conviene tener algunos puntos de referencia para la estrategia de negociación de la deuda. Uno de ellos es evitar un nuevo default en pocos años. Para ello se requiere no confundir la mejora en la situación fiscal actual con una situación permanente. ¿Qué podemos aprender de los errores de Cavallo? Una de sus jugadas más riesgosas fue la abrupta e improvisada privatización del sistema jubilatorio. Como era esperable, pasar los aportes a las AFJP y seguir pagando a los jubilados existentes produjo un bache financiero. Suponiendo buena fe, este salto al vacío se hizo creyendo que el superávit fiscal logrado cubriría ese desequilibrio recaudatorio que, además, iría decreciendo al reducirse vegetativamente la cantidad de jubilados de reparto.
¿Qué falló? Se confundió el superávit coyuntural producido por una recuperación del ciclo económico con un logro permanente producto de la política fiscal de la convertibilidad. Cuando la economía cambió ante un shock externo como el tequila, el superávit se evaporó. Quedó a la vista la endeblez de la política fiscal de la convertibilidad al tener que pedir plata a las propias AFJP para cubrir el déficit.
Para no repetir ese error en la renegociación de la deuda no se debería tratar como permanente el superávit actual, que tiene una parte importante de efecto coyuntural. ¿Qué significa esto? Simplemente que cuando el Producto crece en la Argentina, la recaudación impositiva crece mucho más (por ejemplo en 1993 o en el 2003); y cuando el producto cae, la recaudación cae muchísimo más (ejemplo 1995 o 1999-2001).
Es posible para este Gobierno lograr un 3 por ciento de superávit y también llegar al 4,5 por ciento en el 2004, pero comprometerse en forma permanente a ello sería un error. El punto es que cuando llegue el próximo shock negativo la recaudación caerá; de querer mantener los pagos de deuda prometidos entraríamos en la conocida secuencia: ajuste de gasto, impuestazo, recesión que se acentúa y, finalmente, un nuevo default. Ese resultado es inexorable porque, como ya probamos en carne propia, en las malas es cuando no aparecen financiadores voluntarios del déficit.
Suena mal hablar de futuras crisis cuando recién hemos logrado con gran esfuerzo y una política adecuada salir de cuatro años de recesión. Pero, como en algún momento ocurrirán, es ahora el momento de pensar cómo prevenirlas. Los países que lograron estabilidad son los que diseñaron instrumentos de política para reducir la volatilidad económica causada por shocks externos. Ensayamos aquí algunas propuestas:
1. No tomar como referencia para prometer pagos el superávit que se logre en el 2004.
2. Usar ese excedente para constituir un fondo fiscal anticrisis. Esos ahorros servirían para evitar aumentar los impuestos y afrontar el mayor gasto social cuando llegue la crisis. Hay provincias que han hecho esto exitosamente en la convertibilidad.
3. Dado que en los próximos dos años es previsible un exceso de dólares que podría hacer caer el tipo de cambio, podría invertirse parte del fondo en dólares a los efectos de generar una demanda genuina que mantenga el dólar en un nivel alto, evitando que se frene la recuperación productiva.
4. La quita de capital debe dejar una proporción deuda/PBI o deuda-exportaciones razonable..
5. No prometer tasas de interés imposibles. Nuevamente el ejemplo de Cavallo haciendo un megacanje que prometía tasas exorbitantes del 15 por ciento, es el espejo donde no mirarse.
6. Parte de los pagos de intereses extraordinarios o cancelación de capital anticipada deberían estar asociados al crecimiento, siendo mayores cuando el país crece más de un cierto promedio.
7. Se debería estimular que parte de la deuda fuera emitida en pesos indexados por CER o por una canasta de monedas.
8. Se podría estimular una mayor adhesión planteando planes de reinversión productiva de los bonos nuevos a un valor mayor que el de mercado.
9. Crear nuevos instrumentos jurídicos y de control social que limiten la adicción de ciertas elites al endeudamiento público excesivo.
Para la Argentina, no sólo para este Gobierno sino para un proyecto razonable de país, un nuevo default sería un verdadero desastre, equivaldría a confirmar la cíclica propensión a las crisis explosivas. Si en el 2002-2003, contrariando el consenso internacional, no se cayó en la híper, no se dieron aumentos de tarifas generalizados, no explotó el gasto público y hasta se canceló deuda con los organismos multilaterales, es necesario dar ahora una lección de responsabilidad sin oír los cantos de sirena. Al respecto, es notable cómo voceros que en otros temas son muy conservadores, a la hora de discutir la deuda proponen ligeramente pagar en base a resultados fiscales extraordinarios.
No hay muchas posibilidades de reparar los platos rotos en la relación con los acreedores actuales. Para recuperar prestigio en la economía internacional deberemos recorrer otro largo camino; esto implica ser un país atractivo para invertir porque crece y porque logra evitar los barquinazos económicos que lo llevan recurrentemente de la euforia a la tragedia.
* Profesor de Finanzas Internacionales UNLP y director de la revista Informe Iefe.

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