Gangas, el regreso
› Por Claudio Zlotnik
Por un par de sandalias de cuero que viene de China se paga el precio ridículo de un dólar. Hay zapatillas a dos dólares con siete centavos (5,90 pesos). Y zapatos de trabajo de cuero con puntera de metal, a 3,85. O sea, 11 pesos el par. En el rubro textil, existen pantalones de algodón para hombre que se consiguen a 30 pesos por kilo y remeras a 28 pesos, también cada kilo: alrededor de 7 pesos por unidad. En el sector juguetería, ingresan muñecas a 2,20 pesos por kilo y juegos de damas al irrisorio valor de 1,85 peso. Más económico es el de ajedrez: 1,57 peso. Casi dos años y medio después de la devaluación, las importaciones a precios ganga están de vuelta. Colman las vidrieras de las principales cadenas de jugueterías y los salones de venta de indumentaria. Aunque el fenómeno se extiende a las librerías, en especial los útiles escolares, y las autopartes. Cash hizo un relevamiento entre los sectores industriales más afectados por el desplazamiento de producción local por culpa de las importaciones baratas.
La lista del made in está encabezada por China y Brasil, los dos países que más baratijas le venden a la Argentina. Los textiles, incluso, se quejan de México, Paraguay y Bolivia, desde donde ingresa indumentaria a precios de remate.
Los últimos datos oficiales dieron cuenta de la fuerte suba de las importaciones. En el primer trimestre crecieron nada menos que 85 por ciento respecto de las del mismo lapso de 2003. En el desagregado de las cifras se revela que el ingreso de bienes de consumo se está acelerando: en marzo crecieron 96 por ciento.
Las compras a China crecieron mucho más que el promedio: 138 por ciento. Las estrellas fueron los artículos de consumo, cuyas importaciones se triplicaron en el último año. Brasil no se quedó atrás: las compras a ese país del mes pasado sumaron 510 millones de dólares, con lo que el rojo comercial con el socio se extendió a 355 millones entre enero y abril.
Existen varias razones que explican el nuevo fenómeno. Una de las claves es el tipo de cambio. Con un dólar a menos de 3 pesos, los importadores volvieron a animarse. Esa relativa estabilidad los favorece, ya que les permite asegurarse una rentabilidad atractiva. Con este panorama alentador por el lado de la paridad cambiaria, el principal desafío que se les presenta es encontrar productos atractivos para colocar en el mercado local.
Si bien es evidente la fuerte recuperación de la industria argentina, en un contexto de crecimiento del consumo, los empresarios volvieron a encender las alarmas. Denuncian que las importaciones están desplazando producción local. José Castro, técnico de la Cámara del Juguete, comentó que la tendencia empezó a notarse a fines del año pasado. Y aportó un ejemplo de lo que viene sucediendo en su rubro: “Llegan muñecas desde China, que en los comercios se despachan a 7 pesos. Son muy baratas. Pero mientras esa muñeca pesa 30 gramos, una similar hecha en la Argentina puede pesar 150 gramos. La diferencia de calidad es notable, como así también el precio”.
La clave para entender el nuevo fenómeno no se limita al valor del dólar. Los empresarios dicen que es imposible competir con China que otorga subsidios a su producción, fabrica a gran escala y mantiene muy bajo el costo de la mano de obra.
Para algunos sectores, como el de los calzados, el cuco es Brasil. Los empresarios del país vecino aspiran a exportar a la Argentina unos 25 millones de pares este año, un volumen superior al que vendían durante el uno a uno. Alberto Sellaro, titular de la Cámara del Calzado fue concreto: “El consumo previsto para este año será de 64,5 millones de pares. Podríamos fabricarlos nosotros. De hecho, en el 2003 elaboramos 50 millones. Debería existir un marco legal más riguroso para defendernos,porque si los brasileños nos venden lo que quieren, aquí habrá cierre de fábricas”.
Sellaro se queja de que la competencia es despareja: “El mismo par de zapatos que en Brasil se consigue a 80 reales (equivalente en pesos), en Buenos Aires cuesta 65 pesos. Esto es así porque ellos gozan de subsidios encubiertos, que les cubren el 42 por ciento de los costos. Así cualquiera gana la pelea”.
El sector calzados fue uno de los más beneficiados por la devaluación. De hecho, a partir de mediados de 2002 había empezado a revertir la historia de los ‘90, cuando quebraron alrededor de 1000 fábricas. En los últimos dos años reabrieron entre 200 y 250, la mayoría pymes que dan trabajo a entre 20 y 25 personas cada una, según datos que manejan en la cámara de ese sector. Ese dirigente empresario comentó otro aspecto que está perjudicando al sector: el fuerte poder de lobby de las multinacionales. “Empresas como Adidas o Nike presionan para que no se les impongan cupos. Varios productores que fabricaban en China ahora lo hacen en Brasil para favorecerse con el Mercosur, pero lo cierto es que perjudican a los argentinos”, contó Sellaro.
Los industriales reclaman medidas. Entre las más escuchadas figura la imposición de derechos específicos a las importaciones: o sea, sumarle un monto fijo a cada producto de manera de evitar precios ridículos. La iniciativa está también relacionada con las sospechas que tienen sobre irregularidades en la entrada de la mercadería. Aunque advierten que no cuentan con pruebas, dudan de la efectividad del Sistema María de la Aduana: desconfían de que en muchos contenedores llegan más productos que los declarados, y que por eso los importados se vuelven más competitivos todavía. “Sabemos que hay cosas que no funcionan bien, pero no contamos con elementos para hacer las denuncias”, señaló el juguetero Miguel Faraoni.
Aldo Karagozian, de Pro-Tejer, la asociación que nuclea a los textiles, pidió al Gobierno la publicación de precios de referencia con el fin de evitar las baratijas importadas.
El incremento de las importaciones no impacta de la misma manera ni siquiera en el mismo sector. Un ejemplo es el juguetero: mientras los fabricantes de muñecas y autos se ven perjudicados, otros, como algunos productores de juegos de mesa –como la tradicional empresa Ruibal–, aseguran que las importaciones no los rozan. Lo mismo ocurre con uno de los rubros que habían sido muy lastimados durante la década pasada: los fabricantes de bicicletas (ver aparte).
Otro de los argumentos fuertes que comentan los fabricantes refieren al incremento de los costos. Principalmente de las materias primas, como el plástico, por culpa del encarecimiento del petróleo y de las tarifas. En las consultas realizadas por este suplemento, también hubo referencias a que los aumentos salariales otorgados por decretos del Gobierno influyeron en esos incrementos de los costos. Los empresarios aseguran que es imposible pelear contra los colosos China y Brasil. Que les resulta imposible fabricar a costos más bajos que sus colegas, que reciben ayuda decisiva del Estado.
Karagozian da un alerta: “Nosotros presumimos que, con el dólar estable e incluso en baja, habrá un ingreso más importante de indumentaria. Y eso es lo peor: la fabricación de prendas de vestir da trabajo a toda la cadena textil. Hay que ponerle frente al ingreso de pantalones, remeras y camisas a precios de regalo”, aseguró.
En la Asociación de Fabricantes de Autopartes, AFAC, también lanzan la advertencia. Estimaron que la importación podría quedarse con los beneficios del crecimiento económico. Y ofrecen datos: mientras la producción local está creciendo a un ritmo del 6 por ciento anual, las importaciones lo están haciendo al 30 por ciento. “Aunque éste es un sector muy atomizado, calculamos que, en promedio, las fábricas poseen una capacidad ociosa del 50 por ciento”, dijeron en la asociación. Los más perjudicados son los fabricantes de motores y cajas de cambio.
Oscar Enrico, productor de útiles escolares, difunde, en diálogo con Cash, cifras alarmantes de su rubro: frente a las 800 mil tijeritas que se fabricaron el año pasado, en el 2004 se produciría apenas la cuarta parte. “El resto vendrá de China”, advirtió Enrico. La misma proporción se dará en los compases: de los 400 mil que se fabricaron en las industrias locales en el 2003, ahora se harían 100 mil.
Los industriales no dudan en plegarse a la Casa Rosada en favor de un dólar más alto. Aseguran que, si la moneda estadounidense subiera a 3,50 o 3,60 pesos, no aumentarían los precios y les permitiría defenderse de la incipiente invasión de productos importados.
Mientras tanto, después de un año y medio de festejos, algunos industriales están mostrando, por primera vez, caras de preocupación.
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