TIPO DE CAMBIO, INVERSION EN TECNOLOGIA E IMPORTACIONES DE JUGUETES
“Sí, podemos competir”
Los fabricantes de juguetes afirman que no le tienen miedo a la competencia china. Pero reclaman una política industrial de mediano plazo para desarrollarse con reglas claras.
› Por Cledis Candelaresi
Es extraño escuchar a un empresario argentino afirmando que, en su justa medida, la importación resulta necesaria para disciplinar a la industria local. Miguel Faraoni, presidente de la Cámara de la Industria del Juguete, sorprende con esa confesión durante un diálogo con Cash. También elogia las posibilidades de los fabricantes argentinos: él mismo es propietario de la única fábrica que, fuera de las radicadas en China, produce chiches para Burger King, luego exportados a otros países de la región.
¿Argentina puede plantearse en el corto plazo producir juguetes de alta tecnología?
–Capacidad y técnica hay. El problema es que no hay un proyecto de país. Para fabricar productos de alta tecnología, el industrial tiene que invertir mucho. Pero como contrapartida no sabe qué ocurrirá en uno o dos años y por eso elige cosas más simples, que estén rápido en la calle.
¿Cuál es el riesgo?
–El problema es que no hay una política industrial, como en Brasil, que hace treinta años tenía una producción desastrosa y hoy está más avanzado que nosotros.
¿Qué sería proyectar un país industrial?
–Le puedo dar un ejemplo de lo que no es. En 1989, los jugueteros estábamos trabajando en un proyecto de nuevos diseños con la universidad. Ahí mismo se abrió la importación y todo ese esfuerzo quedó trunco: pasamos de 240 a 60 empresas.
¿Por qué la industria es tan vulnerable a la competencia externa?
–Porque no se tomó ningún recaudo. Brasil impuso salvaguardas que le permitieron preservar el 80 por ciento de la producción nacional, mientras que aquí pasamos al 90 por ciento de importado. Así no se puede exigir al industrial que elabore productos de alta tecnología o a precios acordes a otros lugares del mundo.
Existen empresas que aun durante la convertibilidad conquistaron mercados afuera. ¿No será que el sector no supo ganar competitividad?
–Nosotros no tenemos inconvenientes para competir con Brasil, México, España o Estados Unidos, porque estamos en similar nivel de precios y calidad. Pero es imposible con China, donde se pagan salarios de 30 a 50 dólares mensuales, el gobierno subsidia la materia prima y le da beneficios para que exporte.
Sí existe protección con un tipo de cambio alto.
–Eso es relativo y no duradero. En el último tiempo el dólar permaneció estable, pero el precio de la materia prima en dólares subió entre 50 y 80 por ciento. También aumentaron los salarios, que en el sector plástico tuvieron un aumento del 13 por ciento este mes y tendrán otro ajuste del 12 por ciento el mes próximo. A esto habrá que sumarle aumentos de energía. Así el tipo de cambio ya no sirve para garantizar un proyecto a largo plazo.
Así las demandas del sector parecen difíciles de saciar.
–Yo hablo de política industrial, algo que trasciende al sector juguete. Es importante erradicar la mentalidad de que todo lo importado es mejor. No se trata sólo de un dólar alto sino de tener un plan de país a cinco años. Aún no estamos en condiciones de fabricar autos a control remoto o trenes eléctricos, por lo tanto, no tendría sentido frenar el ingreso de esos productos. Tiene que existir una importación para que la industria nacional no se duerma en los laureles y esté controlada en la fijación de sus precios. Pero no más allá de un 20 o 30 por ciento del mercado.
¿No hay jugueteras que hayan decidido radicarse en China?
–No. Lo que ocurrió es que los importadores exigieron a los fabricantes chinos productos a gusto y con el packaging local. Otras empresas optaron por traer matricería bajo el régimen de admisión temporaria, fabrican en seis meses lo que quieren y devuelven los moldes. Eso sí conviene. En la Cámara trabajamos con nuestros socios para que tomen diseñadores y respeten normas de seguridad. La única manera de exportar es generar un producto que no haga China y, básicamente, con un diseño diferente. Pese a todo exportamos a Chile, Paraguay, Uruguay, México y hasta a Brasil.