INFORME ESPECIAL: EL FUTURO DEL MERCOSUR
Las grietas abiertas
El Mercosur se desarrolla con asimetrías industriales, desequilibrios comerciales, falta de coordinación macroeconómica y diferencias políticas. Los gobiernos de Argentina y Brasil reivindican el bloque regional como opción estratégica de desarrollo. Pero en la práctica las coincidencias son pocas. Ni siquiera se pusieron de acuerdo para fijar una posición conjunta frente a China.
› Por Fernando Krakowiak
Diciembre será un mes clave para el futuro del Mercosur. Los gobiernos de Néstor Kirchner y Lula da Silva reivindican el bloque regional como una opción estratégica de desarrollo, pero en la práctica las coincidencias son pocas, a punto tal que ni siquiera se pusieron de acuerdo para fijar una posición conjunta frente a China. Las asimetrías comerciales, la falta de coordinación macroeconómica y las diferencias políticas entre Argentina y Brasil han llevado al ministro de Economía, Roberto Lavagna, a elaborar una propuesta de reformulación del bloque que será debatida en las próximas semanas para intentar llegar a un acuerdo antes de la Cumbre de Presidentes que se realizará en la ciudad de Ouro Preto los días 16 y 17 de diciembre. En el documento elaborado por Lavagna, al que accedió Cash, se proponen dos mecanismos para que los países del Mercosur se protejan de los efectos de devaluaciones, recesiones y subsidios existentes al interior del bloque que “desnivelan el terreno, provocando alteraciones que de otro modo no se verificarían en las corrientes comerciales o en las conductas de radicación de inversiones”.
Esos “desniveles” están claramente descriptos en un informe reciente coordinado por Bernardo Kosacoff para la Cepal donde se afirma que el Mercosur aumentó el tamaño del intercambio comercial argentino, pero no produjo exportaciones con grados mayores de elaboración. La relación con Brasil constituye el mejor ejemplo. Entre 1990 y 2002 el comercio bilateral entre ambos países se triplicó. A su vez, entre 1985 y 2003 el superávit comercial acumulado con Brasil fue de 6000 millones de dólares, pero si sólo se considera el intercambio de manufacturas el déficit sumó 12.266 millones de dólares.
Ese desequilibrio se encuentra en sintonía con la orientación que ha tomado la Inversión Extranjera Directa (IED) radicada en la región. A comienzos de la década del ‘90, los flujos hacia la Argentina duplicaron los dirigidos a Brasil. Sin embargo, a mediados de la década la tendencia se revirtió, a punto tal que Brasil recibió 2,2 veces más de IED entre 1995-1998 y 2,5 veces más entre 1999 y 2002. Si se analiza el destino de la IED dirigida a la industria la situación es más grave aún, pues entre 1999 y 2002 el 86 por ciento de la IED se radicó en Brasil.
Si bien en ese período Argentina atravesó una de las peores recesiones de su historia, en el informe de la Cepal también se identifica entre las causas de la asimetría la devaluación brasileña y los incentivos a la inversión que se otorgan en el país vecino, los cuales limitan el desarrollo de la industria argentina. En 1999 los subsidios fiscales equivalían a 4 puntos del PIB o 26 por ciento de los ingresos netos federales, sin contabilizar los incentivos estaduales y municipales. Para frenar la competencia desleal, Argentina le inició a Brasil 51 demandas por dumping y subsidios ante la OMC entre 1992 y 2003. Los productos denunciados fueron lavarropas, garrafas, tejidos, accesorios de tubería y lámparas entre otros. En el 45 por ciento de los casos se aplicaron derechos antidumping. Brasil solicitó en reiteradas oportunidades que se deje de aplicar la legislación antidumping al interior del Mercosur, pero Argentina se niega a ceder hasta que no se discutan los subsidios.
La falta de coordinación también se expresa en las perforaciones (excepciones nacionales) que presenta el Arancel Externo Común (AEC) del bloque. En el informe de Cepal se señala que a fines de 2002 “se estimaba que alrededor del 30 por ciento del nomenclador arancelario no aplicaba el AEC” y se agrega que ese número “debía ser más alto por la persistencia de prácticas nacionales discrecionales”. Un dato llamativo es la inexistencia de un régimen común de defensa comercial contra importaciones de productos extrazona, lo que implica que cada Estado puede aplicar su propia legislación de salvaguardias más allá del AEC. Estas dificultades llevan a la Cepal a concluir que es incorrecto definir al Mercosur como una unión aduanera incompleta, pues “lo que existe se asemeja más a un área de libre comercio incompleta con alguna armonización de las políticas comerciales hacia las importaciones de extrazona y una total ausencia de mecanismos y políticas orientadas al tratamiento de las asimetrías estructurales y de política”.
Lavagna es consciente de esta situación y busca superarla consensuando una alternativa que permita impulsar una estrategia de especialización y complementación productiva al interior del Mercosur. Para ello elaboró un documento titulado “Propuesta de mecanismos destinados a fortalecer las instituciones del Mercosur con vistas a profundizar el proceso de integración regional”. Allí sugiere implementar una “cláusula de adaptación competitiva”. Según se detalla en el documento, “cuando las importaciones de un determinado producto, provenientes de uno o más estados parte, observaran un sensible incremento en un corto período de tiempo que causaran daño o amenaza de daño grave a una rama de la producción nacional, el sector privado del país podrá solicitar la aplicación de una cláusula de adaptación competitiva”, la cual tendría vigencia por un año, pudiendo ser prorrogada por un año más.
Además, se propone un “mecanismo transitorio de resguardo del comercio frente a situaciones de fuerte asimetría macroeconómica”, que habilitaría a los países del Mercosur a restringir las importaciones de un socio en caso de que: 1) ese país devaluara su moneda un 15 por ciento en relación al tipo de cambio real bilateral estimado como “normal” y dicha situación persistiese durante por lo menos tres meses; 2) la diferencia entre la tasa de crecimiento trimestral (en términos anuales) del Producto desestacionalizado entre Estados sea de al menos cinco puntos porcentuales, al mismo tiempo que la tasa de variación del Producto del país que pretende aplicar el mecanismo no supere, según el mismo indicador, un ritmo de 5 por ciento anual.
Con estas propuestas el Gobierno busca relanzar el Mercosur y reducir el déficit comercial con Brasil que entre enero y noviembre acumuló 1614 millones de dólares. Hasta el momento, Brasil no dio una respuesta y, más allá de lo razonable que pueda ser la iniciativa, resultará difícil imponerle condiciones a una potencia mundial con tanto peso en la región. Según datos del período 1999-2002, Brasil concentra el 67 por ciento del PIB regional, el 80 por ciento de la población del bloque y absorbe el 47 por ciento de las importaciones y el 42 por ciento de las exportaciones intra-zona, pese a que éstas sólo representan entre un 13 y un 11 por ciento del total de sus ventas, respectivamente. El canciller brasileño Celso Amorim reconoció hace pocas semanas que “el Mercosur se estaba convirtiendo en una especie de queso suizo y necesita encontrar un rumbo”. Ahora queda por ver si ese rumbo es el mismo con el que sueña Lavagna.
Subnotas