Dom 19.05.2002
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A FAVOR Y EN CONTRA DE LA PROPUESTA

Debate sobre el Plan Fénix

La controversia se inauguró la semana pasada (ver link). En ésta se suman otras dos posiciones contrapuestas. La de Amico y Fiorito que cuestiona el plan que nació en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, y la de Mercedes Marcó del Pont que sale en su defensa.

CRITICA DESDE LA IZQUIERDA

“Una ausencia estratégica”

Por Fabian Amico y Alejandro Fiorito *

Un escenario de brutal regresión económica y derrumbe social, que surge de la aplicación de las políticas exigidas por el FMI, no puede ser revertido por planes “alternativos” como el Plan Fénix. Y no se debe esencialmente a supuestas “inconsistencias técnicas”, aun cuando pudieran tenerlas. Técnicamente, en sí mismas muchas de las medidas generales propuestas en el Plan Fénix (o incluso en el “Plan Carboneto” o en los planes de los economistas de la CTA) son una necesidad para reconstruir una economía popular, a saber: una reconversión productiva que abarque a todo el país, reprogramación con quita incluida del pago de la deuda externa, reconsideración del sistema de las AFJP, desindexación de las tarifas de los servicios públicos, redistribución progresiva del ingreso a favor de los asalariados y el consumo doméstico.
Sin embargo, no es la consideración de alguna medida en particular lo que define la esencia de estos planes y su factibilidad futura. En el núcleo de estas propuestas hay implícito un proyecto de país que supone otro modelo de capitalismo. Un capitalismo “con equidad y desarrollo económico”. O como escribió Lascano en este mismo suplemento: “el desarrollo con equidad constituye el paradigma del Plan Fénix”.
No obstante, un nuevo modelo de capitalismo, opuesto al reinante en las últimas décadas, tiene como requisito imprescindible la existencia de una clase empresaria que, conformada como un grupo hegemónico, sostenga ese programa estratégico con su capital, enuncie claramente ese horizonte histórico y disponga del poder político para realizarlo. Y no sólo eso: una clase empresaria con esos rasgos –resuelta a introducir equidad y proteger su mercado interno como base para el crecimiento y la acumulación de capital– debe ser capaz de encolumnar tras de sí a la mayoría de la sociedad con un proyecto económico mínimamente integrador.
El enorme escollo para propuestas como el Plan Fénix es la imposibilidad de hallar, en el capitalismo real de la Argentina de hoy, a esa clase empresaria. Por el contrario, las fracciones de la burguesía local han utilizado algunos de los postulados del Fénix como simples excusas para obtener rápidas ganancias financieras o monopólicas, hacer negocios a expensas del Estado hasta llevarlo a la quiebra, fugar sus capitales al exterior sin invertir un centavo y compartir las migajas que les dejan los capitales extranjeros.
Los defensores del Plan Fénix son conscientes de esta ausencia. “Curiosamente, la opinión pública, decepcionada de la performance anterior de esa ‘burguesía nacional’, se muestra poco preocupada por su desplazamiento por el capital extranjero. Algunos hasta prefieren confiar en que este último sea el promotor del crecimiento esperado”, explicó no hace mucho Jorge Schvarzer. Y agregó: “Unos pocos piensan (pensamos) que esa clase empresaria local es un requisito inevitable del desarrollo capitalista y que si los grandes actuales no asumen su lugar, habrá que crear (o esperar que surjan) nuevos grupos dinámicos”. (“Los grandes grupos económicos argentinos. Un largo proceso de retirada estratégica poco convencional”, Jorge Schvarzer, 1997).
Como se ve, el Plan Fénix pone como condición “inevitable” para ese “desarrollo capitalista” a la existencia de una clase empresaria que, en realidad, debería servirle de sustento real en la estructura del poder del Estado y de la sociedad para ser viable. En efecto, ¿qué poder social, económico y político va a sostener la creación de esa burguesía para “un desarrollo con equidad”? Por esta razón fundamental, y a la espera de que surja esa clase empresaria, el Plan Fénix naufraga en las aulas universitarias, impotente para imbricarse como una opción de poder. A lo sumo, podría servir de libreto –y cada día menos– para hacer oposición desde el llano. Pero no más.
Una crítica a fondo de los principales tabúes económicos de las últimas décadas debe involucrar también al rol de esa clase empresaria local. Sólo así se abriría una oportunidad realmente progresista. La crisis argentina ya no admite soluciones moderadas: o se pone al Estado en el centro de la economía y la sociedad, apoyado en los sujetos sociales no empresarios y basado en una profunda transformación de las estructuras de poder, o habrá que resignarse a que el FMI administre lo que quede del país.

* Economistas.

UNO DE LOS AUTORES LO DEFIENDE

“Quebrar el posibilismo”

Por Mercedes Marcó del Pont *

Sin desestimar la importancia que tiene la coherencia e integralidad de sus ideas, lo que me interesa resaltar del Plan Fénix es su vocación por quebrar con el “posibilismo” instalado en nuestro país por el pensamiento dominante en materia económica desde hace más de una década. El posibilismo, acríticamente, es lo que continúa predominando hoy tanto en la economía oficial como en gran parte de la dirigencia política, que acepta a libro cerrado la condicionalidad que impone el FMI aun a sabiendas de que por esa vía está anclando la recesión y profundizando la exclusión social.
Precisamente la propuesta del Plan Fénix en esta materia constituye el ejemplo más valido sobre la viabilidad de un abordaje alternativo que no comprometa el interés nacional actual y futuro. El plan no está proponiendo la ruptura con el FMI sino simplemente no negociar en la condiciones que propone dicho organismo, sino a partir de un proyecto alternativo. Existen condiciones objetivas para viabilizar una estrategia que no dependa de tomar más deuda sino generar divisas por la cuenta corriente. Esta es la condición necesaria, pero la condición suficiente también prevista por el plan es una política de administración cambiaria que garantice que ese excedente ingrese totalmente en la arcas del Banco Central.
Para el mediano plazo el plan propone el replanteo de la negociación con el FMI en el contexto de un programa de crecimiento sustentable de la Argentina que demuestre la capacidad genuina del país, no sólo para refinanciar sus compromisos externos sino para hospedar capitales externos de riesgo. Nada de esto último es posible en el marco de la actual condicionalidad, por el contrario aceptar estos compromisos lleva a una espiral sin fin de ajustes que conducen a planos más profundos de la depresión económica y la exclusión social.
Pero el análisis de este tema no se agota en el orden de prioridades que garantice el interés nacional. Las decisiones que se adopten no serán neutras en términos de erradicación de la pobreza y recomposición de los salarios de los trabajadores, evitar la mayor concentración y desnacionalización de activos, integrar la trama productiva y ganar competitividad externa. En cada uno de esos terrenos el plan propone líneas de acción a corto y mediano plazo consistentes tanto con los objetivos del desarrollo con equidad como con el manejo soberano de la negociación con la banca acreedora.
Finalmente cabe subrayar que el Plan Fénix es tanto una construcción colectiva, que se nutre con el invalorable aporte de los actores económicos y sociales que han sido convocados o se acercaron a sus autores, como un proceso en continua elaboración y que está permanentemente abierto a la incorporación de otras propuestas que comparten el contexto ideológico del plan. Quizá los ejemplos más relevantes, en tal sentido, fueron la iniciativa del Seguro de Empleo y Formación, originada en el Frenapo, y el aporte de las distintas vertientes de economistas argentinos que en la última década estudiaron y elaboraron propuestas para salir de la convertibilidad. Todo ello sin ignorar los frutos del permanente trabajo de investigación que tiene lugar en distintos medios académicos de nuestro país.
En síntesis este plan, lejos de constituir un catálogo de vagas propuestas voluntaristas intenta, por un lado, garantizar la coherencia yla compatibilidad de sus lineamientos con la permanente revisión de metas e instrumentos en función de las cambiantes circunstancias argentinas. Más aún, este plan supone el compromiso con ciertas ideas y viene confrontar con la rutina ideológica del neoliberalismo. Por lo tanto no está disponible para ser adoptado por cualquier proyecto político, cualquiera sea su ideología. Pretende entonces, ser un cuerpo de ideas vivo y no un conjunto de propuestas esclerotizadas, y constituir un instrumento apto para la construcción política que debe llevarse a cabo con el propósito de superar esta crisis sin precedentes, cuyos alcances superan largamente el terreno de lo meramente económico.

* Directora de FIDE.

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