Dom 28.08.2005
cash

NOTA DE TAPA

Debate

› Por Fernando Krakowiak

El Gobierno defiende la estrategia del dólar alto como bandera irrenunciable de su política. A mediados de la semana pasada, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, afirmó que un dólar de 2,20 o 2,40 es incompatible con el actual modelo, en respuesta a las presiones de sectores financieros, liderados por el FMI, que alientan la revaluación del peso. Para analizar el futuro del dólar y la política económica del Gobierno, Cash convocó a los economistas Miguel Bein, ex secretario de Programación Económica de la Alianza, y Juan Llach, ex viceministro de Economía de Carlos Menem y ministro de Educación de la Alianza. Bein se manifestó a favor de sostener el dólar alto “para evitar la recurrencia de las crisis que voltean gobiernos, como la de 2001”. Llach sostuvo que es “inconsistente” mantener el tipo de cambio nominal y subir el salario real sino se amplía aún más el superávit porque de lo contrario la inflación va a ser difícil de frenar.

¿Es correcta la decisión del Gobierno de mantener el dólar alto?

Miguel Bein: –En esta coyuntura estoy a favor de tratar de sostener un tipo de cambio alto. Un país con las crisis recurrentes que tuvo Argentina necesita tener un superávit fiscal alto y un tipo de cambio alto consistente con la estabilidad del sector externo. En el corto plazo se puede hacer, pero no es un trámite sencillo tratar de sostener una paridad nominal con un tipo de cambio depreciado un 20 o 30 por ciento respecto del precio de equilibrio de largo plazo. Los instrumentos son complicados porque tienen adentro el círculo maldito de la confianza. Uno trata de frenar el ingreso de capitales y las medidas no dan resultado porque el mercado ve que si están tratando de frenar el ingreso es porque ahí hay un negocio. La otra opción es tener un superávit fiscal muy alto para poder comprar dólares sin necesidad de expandir la base monetaria.

Juan Llach: –Casi todos los precios de la economía se han fijado a un tipo de cambio de 2,80. Si yo dejara caer el tipo de cambio nominal, los precios tardarían mucho en bajar y el ajuste sería costoso. En ese sentido uno puede compartir lo que se está haciendo, pero creo que hay una inconsistencia porque si quiero subir el salario real y mantener el tipo de cambio nominal tendría que haber tenido una política fiscal más contractiva, con mayor superávit. Esta no es un cuestión ideológica. Es una cuestión aritmética. Si yo saco más dólares de la plaza evidentemente tengo más chances de lograr esos dos objetivos con una menor tasa de inflación. Estoy de acuerdo con la política siempre y cuando exista un compromiso de metas de inflación. Este año ese compromiso ha sido un poco laxo.

Un informe de Economía reveló que el superávit primario del primer semestre fue de 4,5 por ciento del PIB, ¿usted cree que debe seguir aumentado?

J. L.: –Si uno ve la trayectoria de fines del año pasado hasta ahora, la política fiscal ha tendido a ser expansiva. Además se agrega un segundo argumento sobre la política fiscal que no es sólo la inflación y esto lo digo como persona que estuvo en los ‘90 y ve que se puede cometer un error parecido al que se cometió en esa época de hacer política fiscal procíclica. La política fiscal tiene que ser contracíclica y para eso hay que aumentar el superávit porque, aunque la cifra parezca muy alta, si cambia el panorama internacional puede ser baja. El argumento no sólo tiene que ver con la inflación sino con la preservación del empleo.

M. B.: –El superávit fiscal en términos nominales se mantiene igual comparado con los mismos meses del año anterior y la recaudación está creciendo al mismo ritmo que el PBI nominal. Eso significa que el gasto está creciendo por arriba de la recaudación. Este no es un país normal donde uno puede elegir cuánto hace de política monetaria y cuánto depolítica fiscal. No hay un sistema financiero expandido o niveles de crédito en relación con el producto de 50 por ciento como tiene Chile o 30 por ciento como tiene Brasil. En un país normal la tasa de interés sirve de señal para aumentar el ahorro en lugar del consumo, pero con un crédito al sector privado como stock de 9 puntos del Producto la política monetaria no tiene una gran capacidad. Por lo tanto, la responsabilidad cae sobre la política fiscal.

¿Ustedes coinciden con el Gobierno cuando dice que el tipo de cambio alto es necesario para garantizar un programa de crecimiento y desarrollo social sustentable?

J. L.: –Lo que uno puede compartir es que hay que evitar apreciaciones originadas en endeudamientos excesivos sobre todo del sector público, como fue el caso en la década del ‘90. En ese sentido creo que el país está vacunado. Ahora, es muy importante hablar del tipo de cambio efectivo porque hoy tengo un dólar petróleo de 1,70 y un dólar auto de 3,60. ¿Para quién estoy hablando de un tipo de cambio real alto?

M. B.: –En el corto plazo es muy compatible con la necesidad de tener un superávit fiscal muy alto, porque Argentina no puede cobrar retenciones de 13 mil millones si no tiene un tipo de cambio nominal 25 por ciento arriba del que resultaría de las fuerzas del mercado. Si se deja caer el tipo de cambio nominal, la ecuación de la producción se altera y no se va a poder cobrar 20 por ciento de retenciones. Hoy el tipo de cambio es una herramienta fiscal.

Hace poco Lavagna distinguió entre los períodos 1950-1974 y 1975-2002 y dijo que en el segundo período a la economía le había ido mucho peor por el impacto que tuvieron sobre la producción y el empleo la rebaja de aranceles y la sobrevaluación cambiaria.

J. L.: –Lo que dice Lavagna tiene algo de verdad, pero parcial. En el segundo período una de las razones principales de la apreciación fue el excesivo endeudamiento del sector público. Creo que hay que evitar esos endeudamientos, pero no comparto la caracterización porque 1950-1974 fue un período de economía excesivamente cerrada a lo cual sería muy malo volver. Si me apurás para ver qué período elijo, no me quedo con ninguno de los dos.

M. B.: –Si el tipo de cambio real alto arreglara todos los problemas, tendríamos que buscar el tipo real máximo, pero los países tienen en el largo plazo el tipo de cambio real que deviene de sus productividades relativas. Lo que se está intentando en la transición es sostener un tipo de cambio más alto que el de equilibrio para evitar la recurrencia de las crisis que voltean gobiernos, como la de 2001. Argentina tiene que evitar las crisis que se dan cada seis o siete años desde 1975.

Pronósticos

En los últimos dos años y medio muchos analistas dijeron que el crecimiento de la economía se debía a un veranito o un rebote e incluso pronosticaron un amesetamiento. Sin embargo, la economía no para de crecer, ¿a qué se deben esos errores de pronóstico?

J. L.: –En mi caso en el 2002 empecé a hablar de cuánto iba a crecer la economía y no me equivoqué tanto, pero no se debe desconocer que el ciclo internacional es el más favorable de los últimos 30 años. Coincidieron tasas bajas, precios de los commodities altos y una fuerte desvalorización del dólar. La inversión está subiendo y hay sectores de la economía en donde ya hay crecimiento, no solamente un rebote. Este año la economía va a crecer más de 7 puntos y el año próximo, 5 puntos o más. Ahora bien, lo que no se puede decir es que Argentina ya esté instalada en una senda de crecimiento sostenido. Para ello hay que llegar a una inversión del 23 por ciento del Producto y este año vamos a estar en algo más del 19 por ciento.

M. B.: –Yo siempre fui un optimista muy fuerte y eso me permitió tener buenos pronósticos. Interpreté bastante bien la desmesura de la recuperación que era similar a la desmesura de la caída. Todavía estamos en la trayectoria balística. En 2003 la economía crecía al 3 por ciento trimestral, en 2004 al 2 por ciento y este año al 1,5 por ciento trimestral, después tiene arrastres estadísticos que explican la mayor suba. Este año va a crecer cerca de 8 puntos y en 2006 va a crecer más de 5,5 puntos.

Inflación

¿Cuál fue la causa del aumento de la inflación?

J. L.: –La política fiscal expansiva contribuyó a que el desequilibrio entre demanda y oferta agregada se acentuara.

M. B.: –Eso puede haber influido en tener un punto más, pero Argentina va a triplicar el nivel de inflación internacional en los próximos tres o cuatro años por el reacomodamiento de los precios relativos, que es la contracara de la apreciación real del tipo de cambio. Es una inflación propia.

J. L.: –Pero yo pienso que si te pasás del 10 por ciento es otro escenario.

M. B.: –Si la puja distributiva lleva a que el salario en dólares aumente un 25 por ciento en seis meses en lugar de en tres años vas a estar en problemas y eso puede abortar el sendero y generar un problema político.

¿La inflación es sólo reacomodamiento de precios relativos o también se debe a la incidencia que genera en los precios la estructura oligopólica de los mercados?

J. L.: –Picardías en algunos mercados sin ninguna duda hay, pero no es lo determinante.

M. B.: –Argentina tiene precios internos más bajos que los internacionales en casi todos los commodities. Tampoco hay cuestiones de cuello de botella que se salvan con más inversión. Lo que pasa es que coincidió este año un primer semestre de inflaciones mayoristas altas en el mundo que se solaparon en la Argentina a la recuperación de los no transables.

¿La compra de dólares influyó en la suba de la inflación?

M. B.: –Yo creo que no porque prácticamente esterilizó todo. Todavía no ha tenido un costo.

J. L.: –Yo ahí discrepo. No hay la menor duda de que la compra de dólares por parte del Central influyó. Los problemas con los lácteos y las carnes incidieron y eso está vinculado al precio del dólar. Si el Central no hubiera comprado, el dólar habría bajado. Por eso es tan importante someterse a la meta de inflación.

M. B.: –Argentina no tiene acuerdo con el Fondo Monetario por lo que tiene que acumular dólares en las reservas previendo en algún momento que va a tener que utilizar parte de esas reservas en un plan de desendeudamiento. Me parece que la política económica funciona consistentemente, pero se está jugando en el borde con la inflación manejable desde el punto de vista de la puja distributiva.

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