Dom 04.09.2005
cash

INFORME ESPECIAL: CREDITOS A EMPRESAS

Dónde hay un crédito

› Por Fernando Krakowiak

En el 2004 el stock de créditos bancario aumentó de 30.725 a 38.633 millones de pesos y en agosto de este año llegó a 46.450 millones, acumulando una suba del 30 por ciento en los últimos doce meses. Sin embargo, aún permanece en un nivel muy bajo comparado con países desarrollados o incluso de desarrollo similar. En Argentina, los préstamos representan en la actualidad el 9 por ciento del Producto Bruto, mientras que en Chile llegan al 55 por ciento, en Brasil al 37, en México al 22 y en los países desarrollados, al 84 por ciento. A su vez, la mayoría de la financiación disponible continúa siendo de corto plazo. El 78,6 por ciento del crecimiento crediticio del 2004 se explica por préstamos personales para consumo, adelantos en cuenta corriente y descuentos de documentos. Los créditos de hasta cinco años de plazo para compra de maquinaria y equipo son escasos y todavía no hay disponibles líneas a 10 o 15 años, por fuera de la oferta hipotecaria. Los especialistas consultados por Cash coincidieron en señalar que para expandir la oferta destinada a financiar proyectos de inversión será necesario una combinación que incluya un banco de desarrollo y una banca comercial capaz de fondearse con recursos de inversores institucionales locales o crédito externo de largo plazo. Mientras que para impulsar la demanda sostienen que es necesario resolver el endeudamiento fiscal y previsional de las empresas y los altos niveles de informalidad.

Hasta el momento, la recuperación económica se ha venido financiando casi sin la ayuda de los bancos. A mediados de 2002 una gran cantidad de empresas no calificaban como sujetos de crédito debido a las restricciones del sistema financiero y a los estragos que generó la crisis, reflejados en quiebras, default, convocatorias de acreedores e interrupción de la cadena de pagos. La oportunidad de negocios que se generó con la modificación de precios relativos provocada por la devaluación les permitió a las empresas autofinanciarse a partir de un incremento en las ventas y una caída en los costos financieros, laborales y de los servicios públicos. Luego la posibilidad de acceder al crédito se fue haciendo más accesible por la mejor situación económica de las compañías y la flexibilización de ciertas normas por parte del Banco Central, entre las que se destacó la posibilidad de clasificar en situación normal a deudores que refinancien sus obligaciones y muestren capacidad de pago futura. Sin embargo, la participación efectiva del crédito continúo siendo escasa.

En un informe de la consultora Ecolatina, elaborado con datos del Observatorio Pyme, se destaca que entre 1996 y 1997 seis de cada diez pequeñas y medianas industrias solicitaron crédito bancario, mientras que en 2003 y 2004 sólo 48 por ciento de las firmas lo hizo. A su vez durante el primer período, el sistema financiero aprobaba ocho de cada diez solicitudes, en tanto que en el segundo sólo se otorgaron préstamos a 37 por ciento de los pedidos. De esta forma, “la cantidad de empresas que no accede al crédito –sin contar los adelantos de cuenta corriente– se incrementó 60 por ciento entre 1996 y 2004”, concluye el informe. En el Observatorio Pyme señalaron a Cash que no hubo modificaciones sustanciales durante los dos relevamientos trimestrales realizados en el primer semestre.

Las grandes empresas también permanecen al margen del crédito bancario. La Cuarta Encuesta Cualitativa del Centro de Estudios para la Producción realizada entre marzo y abril a más de 100 grandes empresas industriales de todo el país reveló que el 75 por ciento está realizando o prevé realizar inversiones tendientes a ampliar su capacidad productiva durante el año, pero apenas el 26 por ciento dijo que se financia con crédito bancario. Si bien la crisis de 2001 impactó de lleno en el mercado financiero, las debilidades son históricas. En un riguroso informe elaborado para el seminario del Plan Fénix II, Leonardo Bleger, economista del Banco Credicoop, sostiene que “por lo menos desde los años ‘50 el sistema financiero argentino ha evidenciado notorias insuficiencias para cumplir eficientemente con el rol de administrador de medios de pago y, más aún, con la función de asignación del ahorro disponible para inversión”. El momento más crítico se atravesó en los ‘80, cuando la inflación llevó los volúmenes de moneda y crédito a niveles muy reducidos en términos del producto. Incluso el crecimiento del crédito durante los ‘90, que llegó a un máximo del 23 por ciento del Producto, se hizo sobre bases muy frágiles dado que, tal como afirma Bleger, “las financiaciones se hicieron en dólares, las tasas eran incompatibles con la rentabilidad de las empresas, el crédito dominante fue de corto plazo y los préstamos de más largo plazo se fondearon con crédito externo, líneas que se recortaron con las crisis internacionales y desaparecieron en el año 2000”.

En la actualidad, los límites a la expansión del crédito no se deben a la falta de liquidez porque la relación entre créditos y depósitos es baja (37 por ciento), a punto tal que los bancos colocan gran parte de su excedente en pases y Lebac del Banco Central. El problema, por el lado de la oferta, es la falta de fuentes de fondeo de largo plazo que permitan compensar la brecha entre los plazos de depósito y de préstamos para poder financiar inversión. A su vez, el sistema evidencia una baja democratización del crédito que aún perdura. En diciembre de 2004, 88.403 empresas recibían financiación bancaria. De ese total, 100 empresas concentraban el 36 por ciento de las financiaciones con préstamos superiores a los 50 millones de pesos, mientras que otras 3244 empresas percibían el 48 por ciento con deudas de entre 1 y 50 millones. Es decir, las empresas con deudas superiores al millón de pesos concentraban el 84 por ciento de los créditos y las pymes, apenas el 16 por ciento restante.

Matías Kulfas, economista del Banco Ciudad, señaló a Cash que en este momento la normativa del Banco Central no opera como una restricción para ampliar el crédito a las pymes. “Hay un problema estructural donde se combinan el desinterés de muchos bancos en prestarles a las pymes, debido a que es más costoso analizar diez proyectos de 100 mil pesos que uno de un millón, y la falta de cultura empresarial de las propias empresas para armar sus planes de negocios”.

Los especialistas consultados coincidieron en que, más allá de las mejoras que se puedan introducir al interior de la banca comercial, es necesario impulsar la creación de un banco de desarrollo para apuntalar la inversión y porque la asignación de los recursos disponibles que realiza el mercado puede no coincidir con lo que estratégicamente resulte más conveniente para alentar el crecimiento económico y la industrialización en el largo plazo. En Europa, Asia y América latina existen instituciones de ese tipo entre las que se destacan el BNDS de Brasil y el Banco de Fomento KFW de Alemania. En Argentina, el Banco Nacional de Desarrollo cumplió una función importante en sus inicios, aunque terminó siendo ruinoso para el Estado debido a la deuda millonaria incobrable que acumuló antes de cerrar sus puertas. El desafío para el Gobierno consistirá en impulsar la inversión sin cometer los errores del pasado, pero apostando por un esquema de financiamiento que vaya más allá del limitado aporte que hasta ahora ha venido realizando la banca comercial.

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