NOTA DE TAPA
Las exportaciones argentinas alcanzaron en 2005 un record histórico de casi 40 mil millones de dólares, pero se encuentran todavía lejos del “salto hacia delante” que prometía la megadevaluación del peso. El ritmo de crecimiento anual de los embarques hacia el exterior en el último cuatrienio fue menor que el promedio de la convertibilidad. Y su composición sigue sesgada a favor de los productos agrícolas y combustibles, que representan el 70 por ciento del total. El carácter primario de las exportaciones, además, está vinculado a que sólo una decena de empresas se lleva cuatro de cada diez dólares que se facturan en el exterior.
› Por Alejandro Bercovich
¿Alcanza entonces con mantener alto el valor del dólar para que el sector externo traccione al resto de una economía como la argentina? El sostenido superávit comercial de los últimos años brinda una respuesta favorable. La ganancia acumulada por el comercio exterior entre 2002 y 2005 orilló la friolera de 60 mil millones de dólares, luego de haber superado el déficit crónico de la década anterior. La pregunta es por cuánto tiempo se mantendrá ese resultado, con importaciones creciendo el doble de rápido que las exportaciones, como sucedió el año pasado.
El canciller Jorge Taiana terminó de diseñar días atrás una megacampaña de promoción de productos argentinos en el exterior para evitar que vuelvan los números rojos a la balanza, que incluirá más de 250 misiones comerciales en 2006. Su número dos en temas económicos, Alfredo Chiaradía, aseguró a Cash que su equipo trabaja para incentivar las exportaciones de las pyme, y en particular las del sector industrial. El funcionario negó que el Gobierno priorice el acceso a los mercados foráneos de las commodities agrícolas y energéticas, aunque el eje de la posición argentina en las negociaciones internacionales sigue siendo ése. De todos modos, para algunos analistas, esa prioridad no tiene nada de malo: “Argentina tiene ventajas comparativas en productos primarios y no tiene por qué dejar de exportarlos. Para poner a funcionar una planta industrial hay que esperar tres años, y en cambio la soja la planto y la cosecho a los cuatro meses. Estados Unidos es uno de los principales exportadores agrícolas del mundo. Producen casi tres veces más soja y ocho veces más trigo que nosotros”, opinó ante este suplemento el economista y docente de la UBA Jorge Schvarzer, del Grupo Fénix.
La primarización de las exportaciones no sólo se mantiene sino también crece. Un informe, aún no difundido, del Instituto de Estudios y Formación de la CTA –al que tuvo acceso Cash– muestra que el complejo oleaginoso pasó de explicar el 21,6 por ciento de las ventas externas en 1999 al 24,5 en 2004. El salto es mayor si se tiene en cuenta sólo a la soja, que saltó del 15,3 al 22,2 por ciento en el mismo lapso. El complejo petrolero-petroquímico, por su parte, creció del 13,8 al 20 por ciento. El estudio en cuestión lleva la firma de los economistas Claudio Lozano, Ana Rameri y Tomás Raffo, a quienes nadie podría acusar de noventistas, y sin embargo refleja que el verdadero impulso de los despachos se dio durante la convertibilidad, pese al atraso cambiario y a la caída de los precios internacionales de las commodities. Entre 1993 y 2001 las cantidades totales embarcadas aumentaron a un ritmo del 13,3 por ciento anual, mientras que entre 2002 y 2005 lo hicieron al 7,1.
En el Ministerio de Economía admiten que sin nuevas inversiones que aumenten la capacidad productiva de bienes transables, las exportaciones no tienen mucho margen para seguir creciendo, en particular las de mayor valor agregado. “El tipo de cambio es una señal de rentabilidad para el mercado, pero el verdadero determinante son las inversiones, que por ahora no alcanzan”, reconoció ante Cash un funcionario del área productiva. Esto equivale a decir que la capacidad del dólar alto para generar superávit comercial responde a su efectividad en la reducción de las importaciones, más que a los incentivos que genera para salir a vender al exterior.
Ese diagnóstico es compartido por el presidente de la Cámara de Exportadores, Enrique Mantilla, para quien la inserción de los bienes locales en el mundo “tiene mucho más que ver con la inversión y la financiación que con el valor del dólar” (ver aparte). Paradójicamente, la debilidad de la ecuación externa es su propia reactivación, que hace aumentar la absorción interna de bienes y reduce los limitados saldos exportables. Es que por primera vez en mucho tiempo –según rememoran empresarios y analistas–, lo que se despacha no son “saldos y retazos” sobrantes de una economía que se contrae, sino productos que bien podrían colocarse en un mercado local en expansión.
Otra flaqueza de las exportaciones locales es su concentración en muy pocas manos. El informe de la CTA estima que sólo cinco firmas (Repsol, Cargill, Bunge, Aceitera General Deheza y Minera La Alumbrera) reúnen la cuarta parte de los envíos totales, y que las principales 50 se llevan el 71 por ciento. Los primeros cien exportadores, que representan un 0,8 por ciento de las firmas con negocios en el exterior registradas por la Aduana, absorben el 80 por ciento del monto global. Algunos analistas sostienen que la concentración es un precio que hay que pagar para cualquier arranque económico, y que sólo el tiempo permitirá “derramar” esas ventajas a las firmas de menor envergadura.
Varios países que salieron agresivamente a conquistar mercados en los últimos años lo hicieron de la mano de las pyme. Según un estudio de los economistas Ricardo Rozemberg y Gustavo Svarzman, las pyme aportan el 56 por ciento de las ventas al exterior de Taiwán, el 53 de las de Italia, el 40 de las de Corea y el 26 por ciento de las de Francia. Esa participación se reduce a un 10 por ciento en el caso argentino, lo cual distancia más a los exportadores del resto de la economía, disminuyendo así su capacidad para generar empleo. Aun así, la tendencia a la concentración sí comenzó revertirse en los últimos años, gracias al ingreso de unas 3000 nuevas pequeñas y medianas empresas al negocio exportador.
Las estadísticas de largo plazo muestran que no hay un único camino para alcanzar el tan ansiado despegue exportador. En 1950, el país exportaba casi el cuádruple que España, cerca de dos veces y media lo que México y Chile y apenas un 20 por ciento menos que Brasil. Hoy las ventas al exterior sólo representan una cuarta parte de las españolas, un 20 por ciento de las mexicanas, una vez y media las chilenas y menos de la mitad de las brasileñas. En el mismo lapso de medio siglo, la participación argentina en el comercio mundial se redujo del 2,0 al 0,4 por ciento.
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