NOTA DE TAPA
Al igual que su padre, James K. es economista y se dedica a investigar el grado de inequidad económica en los países, entre ellos Argentina. Sostiene que una sociedad con una distribución regresiva del ingreso genera concentración del poder en manos de una pequeña elite oligárquica e impide la amplia participación política de los ciudadanos sobre una base igualitaria. Galbraith dialogó con Cash sobre Argentina y la distribución del ingreso
› Por Laura Spagnolo
James K. Galbraith es hijo del renombrado economista John Kenneth Galbraith. También economista, obtuvo su Licenciatura en la Universidad de Harvard (1974) y su Doctorado en la Universidad de Yale (1981). Es actualmente profesor en la escuela de Políticas Públicas y en el Departamento de Ciencia Política en la Universidad de Texas, en Austin.
Es presidente de la Junta de Directores de “Economistas para la Paz y la Seguridad”, asociación internacional de economistas que despliegan iniciativas vinculadas con ambos temas e investigador en el Instituto de Economía Jeremy Levy. En el ámbito de la Universidad de Texas, en Austin, dirige un equipo de investigación (nota del editor: Laura Spagnolo es uno de los integrantes) cuya agenda central es la inequidad económica en el mundo, trabajando tanto sobre economías centrales como sobre países menos desarrollados. Es un economista crítico del pensamiento económico convencional y ha sabido defender posiciones encontradas con la política económica y la política exterior de la administración Bush.
¿Por qué habría que preocuparse por los niveles de inequidad?
–La inequidad económica es un hecho de la vida real. Nadie busca eliminarla en su totalidad de una sola vez. Es una característica común de cualquier sociedad. Sin embargo, los niveles de inequidad pueden ser muy altos y creo que mucha gente –yo soy uno de ellos– siente que en la vida moderna los niveles de inequidad son muy altos. Tiene, después de un cierto punto, un efecto muy perjudicial sobre la vida social y política. Permite la concentración del poder en las manos de una pequeña elite oligárquica, impide la amplia participación política de los ciudadanos sobre una base igualitaria y está asociada con altos niveles de pobreza y degradación humana, los cuales son muy difíciles de tratar cuando la sociedad subyacente es extremadamente desigual.
¿Qué esperaba lograr cuando comenzó su proyecto sobre inequidad en un ambiente académico como el de la Universidad de Texas (University of Texas Inequality Project, UTIP)?
–Empecé este proyecto hace 10 años. Hasta el día de hoy, los economistas estudian el problema de la inequidad con información obtenida a través de encuestas y tienden a tratarla como una cuestión sociológica o como un tema relacionado con el funcionamiento del mercado de trabajo y de otros mercados microeconómicos. Esperamos mostrar, y creo que ya lo hemos demostrado, que los grandes cambios en el nivel de inequidad son de naturaleza macroeconómica y están influenciados por fuerzas tales como las tasas de interés, ritmos de crecimiento económico, tasas de inflación, niveles de desempleo. En consecuencia, estas cuestiones son inseparables del manejo macroeconómico, el cual ha afectado a muchos países alrededor del mundo, particularmente en la etapa de la denominada crisis de la deuda y la globalización neoliberal.
De acuerdo con los resultados de sus investigaciones, en general, ¿cuáles han sido los efectos de la globalización en la inequidad a nivel mundial?
–Si uno considera al período moderno de la globalización desde el colapso de las instituciones financieras de Bretton Woods, ocurrido a principios de los ’70, podemos decir que han existido dos tendencias con respecto a la inequidad a nivel mundial. En la primera etapa, desde 1973 hasta 1979, hubo una disminución de la inequidad, una disminución modesta pero perceptible alrededor del mundo, en tanto los países en desarrollo prosperaban debido a los altos precios del petróleo –si ellos eran productores de petróleo–, altos precios de los commodities y flujo de créditos comerciales. Todos estos factores hicieron que América latina creciera fuertemente. Esto cambió radicalmente entre 1980 y 1982, cuando las tasas de interés llegaron a niveles astronómicos, precipitando la crisis de la deuda de la década de los ’80. A partir de ese momento, lo que hemos visto hasta hace pocos años han sido aumentos constantes en los niveles de inequidad. Estos aumentos en los niveles de inequidad alrededor del mundo estuvieron caracterizados por un patrón regional. Primero aumentó en la década de los ’80 en América latina, luego en Europa Central y del Este –lo que era la Unión Soviética– al final de la década del ’80 y principios de los ’90, y luego, en Asia, particularmente en China y en el sur de Asia, al final de la década de los ’90.
¿Argentina no fue una excepción?
–La Argentina es el ejemplo de un esfuerzo insostenible para garantizar el valor del peso, lo que produjo crecimiento primero y luego un período de crisis. La Argentina es el país que mejor acataba las recomendaciones del Consenso de Washington, lo que condujo al desastre que todos sabemos. Desde entonces, la Argentina ha tenido la ventaja de llevar a cabo ciertas políticas públicas que están al menos orientadas hacia un proyecto de desarrollo nacional, con lo cual se ha recuperado de lo peor de la crisis. Tiene todavía serios problemas asociados con la dificultad de sostener en el medio plazo un proyecto de desarrollo.
De acuerdo con los resultados de su investigación, ¿cuál es el nivel de inequidad en la Argentina antes y después de la crisis de la convertibilidad?
–De acuerdo con los resultados obtenidos, la inequidad aumentó en el período previo a la crisis y disminuyó un poco en el período de recuperación posterior. Esto se debe, en cierta medida, a la posición cambiante del sector financiero en la Argentina. Hemos visto el mismo patrón en otros lugares, tal como lo investigamos en el caso de Brasil y Rusia. Esto es así ya que, en la etapa de desregulación y liberalización, uno de los sectores cuyo peso económico relativo crece más rápido es el del sector financiero.
Con el uso del estadístico de Theil, ¿cuáles fueron los resultados para el caso de la Argentina?
–Argentina es un país concentrado económicamente en la ciudad de Buenos Aires y en el cordón urbano circundante. Nosotros encontramos que, en el período previo a la crisis, el ingreso relativo en las regiones fuera de la ciudad de Buenos Aires disminuyó y eso se debe en parte a que esa área es el centro financiero del país. La investigación muestra que a medida que el ingreso destinado al sector financiero aumentaba, el ingreso perteneciente a los individuos viviendo en la Capital también aumentaba. Observamos el proceso contrario en el período posterior a la crisis. Hubo una disminución en la posición relativa de la ciudad de Buenos Aires y una mejora en la posición relativa de ciertas regiones periféricas, con una particular mejora en las provincias del sur del país productoras de petróleo debido al incremento de la producción y sus altos precios.
¿Existe alguna regla que sugiera que las economías que están en crecimiento económico deberían estar caracterizadas por incrementos en los niveles de inequidad?
–No. Pienso que la relación más común es la contraria. Cuando la economía crece más rápido que la fuerza de trabajo, la inequidad tiende a disminuir porque hay en ese punto un aumento relativamente fuerte de la demanda laboral en el eslabón más bajo de la escala salarial. Con recesiones y crisis aumenta la inequidad. Existen excepciones y algunos de los países industrializados más avanzados son claras excepciones.
¿Hasta qué punto la disparidad de ingreso se correlaciona con la disparidad en la educación?
–La educación, como una cuestión de status, siempre va a estar asociada con el ingreso y hasta un punto considerable, aunque no perfectamente, altos niveles de educación y de ingreso van de la mano. Existe una visión entre los economistas, la cual no comparto, que sostiene que la solución al problema de la inequidad pasa por igualar y expandir las oportunidades en la educación. Estoy totalmente a favor de igualar y expandir las oportunidades en la educación, pero creo que no es razonable esperar que esto cambiará la estructura social del empleo, ya que se trata de algo totalmente diferente, que no creo que pueda ser afectado por el cambio en las calificaciones educacionales de los trabajadores.
¿Cómo afecta el nivel de desempleo el nivel de inequidad salarial?
–El desempleo es una variable macroeconómica y lo que vemos es que los cambios en el nivel de desempleo y los cambios en el nivel de inequidad están fuertemente correlacionados. Este es un hallazgo importante. En todos los casos, cuando vemos disminuciones en la tasa de desempleo, también vemos niveles decrecientes de inequidad en la estructura salarial. Y la razón de ello es muy simple: en períodos de alto empleo la demanda por trabajadores menos calificados es relativamente fuerte, ellos trabajan más horas, más días, por lo cual sus ingresos promedio semanales aumentan más rápido que los salarios de trabajadores con salarios más altos, los cuales tienen un horario más fijo.
Muy frecuentemente se encuentra en el cambio tecnológico la explicación del aumento de la inequidad. ¿Cómo evalúa esta explicación?
–Bueno, en primera instancia, creo que es indiscutible que la fuerza primordial que llevó al aumento de la inequidad en los Estados Unidos a fines de la década del ’90 fue el ascenso del sector tecnológico. Esto significa que la gente que trabajaba en ese sector recibió mayores aumentos en sus salarios que los recibidos por cualquier otra persona. Sin embargo, ésta no es la historia que cuentan la mayoría de los economistas cuando hablan sobre cambio tecnológico. Ellos tienen una historia en sus mentes, la cual está relacionada al efecto del cambio tecnológico y la difusión de innovaciones –particularmente computarización y comunicaciones– en los mercados laborales y en la demanda de trabajadores con un mayor grado de habilidades técnicas. Sin embargo, nunca hubo buena evidencia de que la tecnología aumentaba las habilidades que eran requeridas para los trabajadores. Por lo general, la tecnología está diseñada precisamente para reducir esas habilidades.
Hubo una reciente conmemoración, que se llevó a cabo en la Universidad de Harvard, por el fallecimiento de su padre, John Kenneth Galbraith. ¿Cómo evaluaría sus escritos económicos?
–Bueno, siendo su hijo, no soy tal vez el observador más imparcial, pero creería que con el tiempo mi padre será considerado miembro de un grupo pequeño de economistas de originalidad e importancia histórica tales como Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, Thorstein Veblen, John Maynard Keynes, y uno podría agregar tal vez otros, Joseph Schumpeter, posiblemente. A mi juicio, no existen otros –o tal vez sólo unos pocos– cuya importancia histórica será tan duradera.
¿Su trabajo está relacionado con los desarrollos teóricos y/o conceptuales de su padre?
–Estoy fuertemente influenciado por las ideas centrales de mi padre, pero diría que mi trabajo es más del día a día. Estoy más interesado en la elaboración de estadísticas económicas, en la evaluación de situaciones históricas particulares y en cuestiones más técnicas. Considero que estas cuestiones de carácter más técnico son de gran importancia para poder analizar y dar sustento a los principales temas en materia de políticas públicas.
Una pregunta algo más técnica: ¿cuál es la diferencia entre el estadístico de Theil y la medida más tradicional, el coeficiente de Gini?
–El estadístico de Theil, creado por Henri Theil, un econometrista de la Universidad de Chicago, es una estadística perfectamente conocida y ampliamente usada en la literatura académica sobre inequidad. La diferencia entre estas medidas radica en que el estadístico de Theil es, desde un punto de vista matemático, una herramienta estadística mucho más atractiva y flexible. Puede ser descompuesta si existen dos o más grupos dentro de la información con la que se está trabajando y entonces es posible calcular la inequidad dentro de cada grupo, más la inequidad entre los grupos, lo cual te dará la inequidad total de la población. Esto no es posible con el coeficiente de Gini. Además, es una medida que también puede ser estimada si sólo se cuenta con información parcial, por ejemplo, si sólo se cuenta con información sobre lo que está pasando entre los grupos, pero no se sabe lo que está pasando adentro de los grupos. El estadístico de Theil es muy útil, ya que se adapta al tipo de información disponible y eso lo convierte en una estadística más deseable. No es una mejor medida de inequidad –no es ni mejor ni peor–, se distingue porque se adapta mejor al tipo de información disponible.
¿Que diría si tuviera que comparar la experiencia de Cuba con la de Rusia y China?
–El caso de Rusia fue un desastre para la población rusa y se puede ver eso en las estadísticas sobre expectativa de vida, sobre inequidad y sobre pobreza. Y Rusia, a pesar de que no sigue el camino del libre mercado en su versión extrema como fuera instalado en 1991, todavía sigue enfrentando severos problemas sociales. China es un caso completamente diferente porque optó por una política de cambio gradual, la cual se apoyó en el desarrollo de un sector de exportación basado en recursos humanos y en la integración con la economía mundial. Al mismo tiempo, pero de manera gradual, se decidió achicar parte del sector estatal que no era competitivo. Y el resultado para China ha sido una gran mejora en los niveles de vida de la población –los mismos han aumentado 4 veces, o más, en los últimos 20 años– y en la modernización y reconstrucción de las ciudades principales en China, a punto tal que las mismas son irreconocibles si se las compara con lo que eran 30 años atrás, lo que indica un desarrollo extraordinario. Cuba no ha tenido las ventajas de China para poder desarrollar una economía viable por un período extendido de tiempo. El sector turístico es bastante limitado en términos de lo que puede proveer a la economía en materia de desarrollo humano y también trae consecuencias sociales problemáticas. En consecuencia, Cuba está operando a un nivel inferior en términos de ingreso per cápita y crecimiento, en comparación con lo que sucede en los mayores centros urbanos en China, aunque no está operando a un nivel inferior si se la compara con lo que sucede en el campo. Y lo que es notorio sobre Cuba es la manera disciplinada en la cual el Estado se las ha arreglado para mantener los logros en las áreas de salud y educación, manteniendo los indicadores de desarrollo humano relativamente altos, a pesar de las grandes dificultades económicas.
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