El miércoles se conmemorará el 99º aniversario del descubrimiento de petróleo en Argentina. Al igual que con otros acontecimientos de nuestra historia, en este caso, al rotularlo de “fortuito” la historia oficial logró desnaturalizarlo, aportando así al Manual de Zonceras Argentinas una nueva: la Zoncera del Agua.

La creencia dictamina que se buscaba agua y apareció petróleo. El desprestigio y la tergiversación (politización) del hallazgo se propuso cuatro grandes objetivos:

1. Desvirtuar el nacimiento de nuestra vida petrolera al ocultar a sus protagonistas –entre ellos, el artífice del histórico hallazgo, el ingeniero Enrique Martín Hermitte–, sus ideas, acciones y el modelo de país que profesaban.

2. Atentar contra la gestión, planificación y control estatales en materia energética, pilar fundamental de un Estado rector de la economía e industrialista (verdadera ley que preside el desarrollo en un país atrasado).

3. Inhibir el desenvolvimiento de una conciencia nacional colectiva acerca de la importancia de tan estratégico recurso.

4. Eliminar el prestigio mediante el cual la ciencia en acción, y produciendo excelentes resultados, provoca en las nuevas generaciones la vocación por las profesiones vitales para el desarrollo independiente de nuestra ciencia y tecnología.

Ahora bien, desde 1907 hasta 1989, la política hidrocarburífera fue precursora y modelo en el mundo entero. YPF, conducida primeramente por el genio del general Enrique Mosconi y apuntalado por otro general, Alonso Baldrich, demostró mayor eficiencia que la iniciativa privada en prácticamente todas las épocas y en todos los niveles de los segmentos petróleo y gas natural. Por ejemplo, en 1916, cuando el Estado ya había construido su primera destilería (1914), comprado el primer buque tanque (1914), iniciado la venta de crudo en el mercado interno y comenzado a autofinanciarse, la iniciativa privada recién descubrirá su primer pozo. Si nos remitimos a los pozos de petróleo y gas natural perforados durante los últimos años de la estatal, se observa que descubrió en 1985 y 1990 148 y 98, respectivamente; mientras que los descubiertos por la gestión privada en 2000, 2003 y 2004 fueron 31, 17 y 21 respectivamente (información del investigador Gustavo Lahoud, de Idicso). Cabe señalar que la depredación de los hidrocarburos realizada por las compañías privadas durante la década menemista y lo que va del nuevo siglo se ha producido gracias a la inversión y a los descubrimientos realizados por la “ineficiente” YPF estatal antes de su privatización.

Gracias a una eficaz gestión y acertada planificación, nuestra YPF logró mantener las reservas de hidrocarburos estabilizadas desde 1975 a 1989, finalizando este último con 34 años para el gas natural y 14 para el petróleo. Pero desde la irrupción del oligopolio privado, se padece una suerte de anarquía petrolera, en un contexto alarmante de agotamiento de las reservas y desnacionalización del sector. A fines de 2005, la Secretaría de Energía de la Nación indicaba un horizonte de reservas de 8,1 años para el gas natural y 8,6 años para el petróleo (2010, ¿Odisea Energética? Petróleo y Crisis, Ricardo De Dicco, 2006).

En cuanto a la renta petrolera y a la concentración económica de las reservas, sobre un total de 8797 millones de dólares generados en el 2005 se percibe sólo el 36 por ciento en el área de negocio upstream (Unctad, 2006), conviviendo con una concentración del 90 por ciento en la extracción petrolera y gasífera, repartido entre Repsol-YPF, Total, Pan American Energy, Petrobras y Tecpetrol. Vale la pena aclarar que a partir del año entrante, y gracias al acuerdo de integración con Bolivia, Enarsa quebrará el selecto grupo de compañías que monopolizan la oferta primaria de gas natural, participando con un 7,5 por ciento en el transporte troncal, la distribución y comercialización del fluido.

El autor es investigador de Idicso.