Domingo, 10 de diciembre de 2006 | Hoy
AGRO › DILEMAS DE LA POLITICA GANADERA
El estancamiento del stock es el principal límite para resolver la crisis del sector. Productores versus frigoríficos.
Por Claudio Scaletta
Si se deja de lado la guerra de calificativos entre el heterogéneo colectivo denominado “el campo” y el Gobierno, contienda que esta semana alcanzó uno de sus tantos puntos culminantes, puede descubrirse que la política ganadera, asentada sobre la contención de los precios en el mercado interno, puede llevar a resultados inciertos.
Con vistas al futuro de la actividad, algunos datos de la coyuntura son preocupantes. El primero, el más general, es que la Argentina es el único país exportador de carne con stock estancado durante, por lo menos, el último cuarto de siglo. El segundo son las señales del mercado internacional. A diferencia de lo que sucede en las plazas agrícolas, en el mercado de la carne los muy altos precios no llegaron para quedarse; son el resultado de la transitoria salida del mercado de quien se desempeñaba como el principal exportador mundial, Estados Unidos “vaca loca” de por medio.
El tercer punto, quizá clave, son las contradicciones al interior de los circuitos o “cadenas” agroindustriales. La política gubernamental atacó desde el discurso la avaricia del campo en general y del sector ganadero en particular. Pero nada dijo de la potencial avaricia de los frigoríficos o de los supermercados. El resultado fue palpable. La carne bajó en los mostradores al menos hasta octubre, pero mucho más en el valor recibido por el sector primario. En el medio alguien hizo una importante diferencia, que se multiplicó cuando, como en el caso de los frigoríficos, se logró también tomar el precio pleno del mercado internacional.
Una primera lectura con rémoras de otras décadas podría dejar tranquilos a quienes militan en el campo progresista: quizá haya llegado la hora de que truene el escarmiento para la rancia oligarquía vacuna. Pero aunque la tradición ganadera de la “oligarquía terrateniente” es importante y consustancial a su abolengo, el análisis puede ser incompleto. El cambio técnico en el campo no llegó sólo para la parcialidad agrícola. También afectó, directa o indirectamente, a la ganadería.
Un primer punto a tener en cuenta es la variación en las rentabilidades relativas. En las tierras fértiles de la llamada zona productora núcleo de la Pampa Húmeda, los beneficios de la agricultura son largamente superiores a los de la ganadería. La más elemental racionalidad económica inhibe seguir practicando en estas tierras la “vieja” ganadería extensiva, la de las vacas pastando a campo abierto. Dicho de otra manera, ya no cabe en estas tierras la contradicción agricultura versus ganadería. Con la producción animal desplazada hacia los márgenes de la frontera agrícola, la racionalidad en las zonas fértiles es la ganadería intensiva o engorde a corral.
Así las cosas, el problema estaría resuelto, la renta normal potencial de la tierra determinaría, con carácter inmanente, que en un lugar se haga agricultura y en otro, ganadería. Pero no es tan simple. El cambio técnico en la agricultura volvió productivas las zonas antes marginales, donde ahora la ganadería sí puede seguir compitiendo con la agricultura.
La heterogeneidad emergente del cruce entre distintas formas de producción en distintos espacios geográficos también se manifiesta en los actores sociales que conducen estas producciones. Los ganaderos ya no son sólo los capitostes de las Sociedades Rurales del interior o los absentistas del Jockey Club, quienes muy probablemente tengan sus campos alquilados. También están las explotaciones familiares de entre 100 y 200 hectáreas en La Pampa, Córdoba o hasta Chaco, Santiago del Estero y el norte de la Patagonia. Estos productores son los primeros que, en respuesta a las malas señales de precios, se volcarán a productos más rentables. Quizá muchos de los más entusiastas, los que hasta ahora se mantuvieron en la actividad a la espera de un cambio de condiciones, ya no resistan mucho tiempo la menor rentabilidad. Lo mismo sucede en las cuencas lecheras, signadas por los bajos precios pagados por las usinas.
Antes que una concesión, la reciente marcha atrás con el peso mínimo de faena puede haber sido un reconocimiento de los problemas de stock. Pero una vez más se trata de una medida de corto plazo que aportará negativamente a la recuperación de stocks.
Las opciones de política no son muchas. Según reseñó a Cash el especialista en economía agropecuaria Javier Rodríguez, los caminos para restablecer el equilibrio y mejorar las señales de precios hacia la ganadería implican trabajar en dos frentes. El primero es morigerar la extracción de renta sobre el sector primario al interior de los complejos agroindustriales, en este caso el de la carne. El segundo es el “rebalanceo” de las retenciones a favor de la ganadería. Ambos caminos son a priori complicados. Cualquiera sea el caso, la inactividad en materia de política ganadera puede generar, incluso en el corto plazo, un problema de precios por disminución de la oferta.
Entre enero y octubre las ventas de lácteos al exterior registradas por el Senasa alcanzaron los 668,2 millones de dólares, lo que significó un aumento interanual en divisas del 30 por ciento y del 29 si se mide en relación a los volúmenes comercializados.
La Subsecretaría de Pesca y Acuicultura habilitó a las cámaras industriales pesqueras para que participen del control junto al Estado de las descargas de los buques con merluza Hubssi.
En los primeros 10 meses del año, el Senasa certificó exportaciones de maní por 333 millones de dólares, un crecimiento interanual en divisas del 57 por ciento. El principal mercado fue Holanda.
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