NOTA DE TAPA
› Por Claudio Scaletta
Cuando el éxito de la estabilización aportada por la instauración del régimen de convertibilidad llegó a su fin con el Tequila y la sobrevaluación, editorialistas y analistas ortodoxos destacaron que los fundamentals –las principales variables de la macroeconomía– eran fantásticos. Eran los tiempos en que, decían, se andaba mal pero se iba bien. Tras anunciar la hiperinflación en 2002, los mismos profetas explicaron el crecimiento iniciado en 2003 con la teoría del “rebote”. Más adelante, cuando inevitablemente la expansión del Producto se tradujo en presión sobre la demanda y, en consecuencia, sobre los precios, el sonsonete fueron los “cuellos de botella” en la oferta, un diagnóstico menos conflictivo que hablar, por ejemplo, del poder de algunas empresas para fijar precios. En la actualidad, el nuevo cliché que fulminaría el sino del “modelo” sería la insuficiencia de la inversión. Las razones vuelven a ser meteorológicas: el comportamiento remiso de los inversores sería consecuencia directa del “clima hostil” hacia “los mercados”, atribuible tanto a la naturaleza misma de la política económica como a la conducta de algunos funcionarios. El razonamiento sobre la supuesta escasez inversora contiene, sin embargo, una limitación. Cuando se descompone el PIB por los componentes de la demanda se encuentra que en 2006 la inversión alcanzó niveles muy superiores al promedio de cualquier año de la década pasada. Lejos de todo agotamiento, sólo el arrastre estadístico del año pasado permite prever que en 2007 el crecimiento será aun superior.
Un trabajo del Cespa-UBA difundido hace pocos días –Balance de la actividad productiva y de los ingresos en 2006– analiza las series de datos del Indec que detallan la relación entre Inversión y Producto. De acuerdo con el análisis que lleva la firma de Jorge Schvarzer y Pablo Orazi, la Inversión y las Exportaciones fueron los principales factores para explicar el crecimiento sostenido de los últimos cuatro años. Pero mientras las Exportaciones record sólo dan cuenta del 10 por ciento de la expansión desde el inicio de la recuperación, la Inversión por sí sola explica el 37 por ciento. Aunque el poco más del 50 por ciento restante vino por el lado del Consumo, el Cespa destaca que hablar de “explosión del consumo” supone un error de interpretación sobre la naturaleza de la dinámica económica, una típica confusión entre causa y efecto. Si bien la retroalimentación entre consumo y crecimiento es innegable, la evolución de este componente de la demanda agregada sería “el resultado lógico del significativo avance de los sectores productivos en la dinámica del PIB”.
El análisis detalla que la IBIF (Inversión Bruta Interna Fija, integrada por los Bienes de equipo durables y la Construcción) superó en 2006 los 80 mil millones de pesos de 1993 (año de inicio de la serie), un 30 por ciento por encima del valor máximo anterior, alcanzado en 1998.
Medida como porcentaje del PIB, la IBIF del último año fue del 23,5 por ciento a precios corrientes (y de casi el 25% el último trimestre) o del 21,7 por ciento a precios constantes (casi 23% el último trimestre). El promedio ‘93-’98, en tanto, había sido del 19,7 por ciento a precios constantes y del 19,0 por ciento a precios corrientes. (El dato de que en la actualidad la medición a valores corrientes esté por encima de la de valores constantes se debe al mayor valor en pesos de los bienes de capital importados.)
Un dato inherente a que una serie anual termine por encima de su promedio se encuentra en que el “arrastre estadístico” para el año siguiente es positivo. En 2007 es muy probable que la inversión sea superior a la de 2006 sólo por esta razón.
Frente a la contundencia cuantitativa queda siempre el argumento nunca menor de la calidad. La actual composición de la IBIF tiene mucho de Construcción, bastante de Material de transporte y no menos de Equipos de comunicación, como telefonía celular. Se podría sostener que se trata de infraestructura y bienes que necesariamente acompañan la expansión, pero en materia de sustentabilidad del crecimiento lo que importa son los bienes de equipo durables. Schvarzer y Orazi reseñan que la inversión real en maquinaria y equipo durable de producción –descontados los equipos de transporte para evitar potenciales distorsiones– ya supera todos los valores previos. Esta inversión se encontraba en 2006 un 30 por ciento por encima del promedio de 1993-2000 y también por arriba de cualquiera de esos años.
¿A qué sectores se dirige esta inversión? No existen estadísticas detalladas al respecto, pero sí algunos indicios bastante claros.
En primer lugar, entre los principales inversores de los ‘90 se encontraban las grandes empresas de servicios públicos, las que en el actual período redujeron significativamente su participación. Los sectores que hoy invierten son otros y, a diferencia de “las privatizadas”, lo hacen en respuesta a señales del mercado –entre ellos la demanda de exportaciones, pero también del mercado interno– y no sobre la base de nichos de rentabilidad extraordinaria, lo que por supuesto no significa que todos los mercados actuales sean perfectos.
En segundo lugar, el crecimiento de la industria ubica a su producto 8,4 por ciento por encima del pico de 1998. La industria fue además, por el lado de la oferta, el principal componente del crecimiento del PIB en 2006; el 8,9 por ciento de expansión sectorial explicó el 17 por ciento del aumento del producto (le siguieron Transporte y comunicaciones con el 15,2% y Construcción con el 12,7%). Aunque la intermediación financiera crece, aportó el 10,2 por ciento del crecimiento, se encuentra casi 15 puntos debajo de 1998.
La primera conclusión de las cifras presentadas es que tanto globalmente como considerando específicamente la parte destinada a equipos productivos, la Inversión actual es superior a la de la época del dólar barato y de “buen clima” para los negocios. Dicho de otra manera, si hoy la inversión es escasa, lo era aun más en la década pasada. La segunda conclusión es el cambio estructural: la recomposición del Producto hacia actividades productivas.
En el último informe de Estudio Bein, la consultora que dirigen los economistas Miguel Bein y Marina Dal Poggetto –Tren bala al pleno empleo, tren lechero al desarrollo–, se hace un análisis un poco más sofisticado que el meteorológico de la ortodoxia tradicional y se destaca que la debilidad del actual flujo inversor debe buscarse en las razones que lo motivarían. La investigación sostiene que “la inversión privada busca señales de alta rentabilidad basada en precios relativos que no se van a sostener”. Es decir, el “modelo” se agotaría sólo por la inevitable revaluación del tipo de cambio en el largo plazo.
La situación también afectaría a la inversión pública, que en 2006 representó el 14,5 por ciento del total, 3,4 puntos de los 23,5, pues también se financiaría, vía retenciones, por un tipo de cambio “que no es el de largo plazo”.
A juicio de los consultores, los citados nichos de alta rentabilidad surgirían de la competitividad externa brindada por los bajos salarios medidos en dólares, dato inherente al actual nivel cambiario. A su vez esto explicaría la rápida tendencia al pleno empleo. El argumento es provocador: “Siempre hay un tipo de cambio lo suficientemente alto y un nivel de salarios lo suficientemente bajo que permite llegar al pleno empleo en forma inmediata”.
El nicho de alta rentabilidad se encuentra, en consecuencia, en producir para la exportación, lo que a su vez significa una presión hacia la “convergencia” de los precios internos a los internacionales. La argumentación de Bein-Dal Poggetto cierra como un reloj: desde la perspectiva del modelo esto no sería otra cosa que el germen de su propia destrucción. En otras palabras, a pesar de superar ampliamente los valores de los ‘90, la inversión dependería en su mayor parte de factores que se diluyen a medida que el modelo se arrima al equilibrio.
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