Dom 24.06.2007
cash

NOTA DE TAPA

“El gasto público...”

› Por Alfredo Zaiat y Claudio Zlotnik

Martín Lousteau acaba de cumplir un año y medio al frente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, una de las entidades financieras líderes. En una suerte de balance sobre la actual gestión económica, el economista –de apenas 36 años de edad– aseguró que “por primera vez en varias décadas estamos revalidando una macroeconomía consistente”. En una entrevista exclusiva con Cash señaló que la Argentina necesita ingresar en una segunda etapa que “requiere de una nueva institucionalidad”. También definió cómo debería continuar el ciclo expansivo de la economía: “A una tasa que haga que no se genere ningún elemento que active una crisis”, sostuvo. Por otro lado, hizo una enfática defensa del actual nivel del gasto público y del tipo de cambio. Y criticó con dureza a algunos de sus colegas y a los bancos que no le prestan al sector productivo.

Después de cinco años de crecimiento económico a tasas tan altas, ¿hay que seguir igual o modificaría algo?

–Los últimos cinco años fueron importantes teniendo en cuenta la historia de la Argentina. Es la primera vez en un siglo que se logra una expansión anual consecutiva de por lo menos el cuatro por ciento. ¿Qué significa este logro? Al presidente Kirchner le gusta decir que salimos del infierno y a mí me gustar pensar también que se cerró una puerta. Ahora sabemos qué cosas ya no queremos hacer. Y, al contar con una base económica estable, también nos abrió una puerta hacia el futuro. Tenemos posibilidades que nunca habíamos conocido. Todo lo que se hizo es un acontecimiento inédito, logrado en un tiempo record. En mayo de 2003 nunca nos hubiésemos imaginado que la economía podía recuperarse desde lo productivo, lo financiero y desde el punto de vista de la distribución del ingreso. Lo cierto es que también se requiere de una nueva institucionalidad para atravesar esa nueva puerta. Ahora debemos pensar en una segunda etapa.

¿Por qué está tan seguro de que se cerró una puerta?

–La economía es una sola. El problema cuando se dan discusiones económicas es que en el fondo se están debatiendo ideologías. Las soluciones son buenas atendiendo al fin que se quiere conseguir. Me refiero a recuperar la economía como una herramienta de mejora continua en todos los sectores. A la ciencia como instrumento de progreso para todos. Esa es la puerta que hemos abierto. Y cerramos aquella que, hasta hace unos años, estaba validada desde criterios técnicos pero que en el fondo tenía una ideología distinta y estaba apuntada hacia ciertos sectores exclusivos.

Pero cuando se escucha a algunos economistas de la oposición, como Roberto Lavagna, Alfonso Prat Gay, Javier González Fraga o Ricardo López Murphy, da la impresión de que se vuelven a discusiones que parece que no están saldadas. Algunos plantean enfriar la economía.

–Creo que son matices sobre el nuevo rumbo. De la manera en que se deben resolver las tensiones que el propio crecimiento genera. Pero ya nadie pide el uno a uno entre el peso y el dólar. Ni que las tarifas se ajusten por un índice externo o endeudarnos en dólares. Todas prácticas comunes durante los años ‘90. Hemos logrado ciertas bases de consenso sobre la macroeconomía que son las que prevalecen en los países que se desarrollaron. Y nosotros debemos apuntar a lo que hicieron esos Estados que se desarrollaron.

Foto: Guadalupe Lombardo

Sin embargo, hay una dicotomía entre el Gobierno que quiere crecer al mayor ritmo posible y aquellos economistas que ponen el centro de la mirada en la inflación. ¿Usted con quién se siente identificado?

–Lo planteo en dos etapas. Hay un gran mérito por el crecimiento de todos estos años. Tuvo dos efectos benéficos: convencernos de que podíamos salir de la peor crisis de la historia y, segundo, que esa salida no mostraba un derrame sino que se extendía a todos los sectores. El ritmo óptimo hacia adelante es aquel que asegure una expansión sostenible. Todo proceso de crecimiento genera tensiones. La capacidad técnica de resolverlas da el límite de lo que es sostenible. También hay que tener en cuenta que cuando se ven algunos países, como China, que crecen muy fuerte, no hay que olvidarse que está incorporando a su fuerza laboral a un montón de gente que migra desde el campo a los centros urbanos. Forma parte de un proceso que en Occidente ocurrió un par de siglos atrás. Es mucho más importante crecer todos los años que crecer a la tasa más alta. La economía debe expandirse a una tasa que haga que no se genere ningún elemento que active una crisis.

¿Y ahora existe algún elemento que pueda disparar una crisis?

–No veo elementos puntuales que detonen crisis. Creo, eso sí, que existen cuestiones que requieren de un diagnóstico adecuado. Sobre todo si son temas que se resolverán recién en el mediano y largo plazo. Estoy pensando en varios sectores. Por ejemplo, el energético: es un desafío tanto en el mundo como en la Argentina, que debe resolverse en distintas etapas. Como la solución se relaciona con inversiones que maduran en un plazo determinado, creo que debe explicarse bien el proceso y tener la solución en el plazo comprometido.

¿Y la inflación?

–Requiere pensar si afecta el crecimiento continuo. En algunos nichos, el tema inflacionario se vincula con el desarrollo de una mayor oferta, que en algunos rubros –como el cárnico– tarda en plasmarse. Para aumentar el stock deben transcurrir más de tres años.

Cuando menciona una segunda etapa referida a la institucionalización, ¿a qué se refiere?

–A que por primera vez en varias décadas estamos revalidando una macroeconomía consistente. Lo que nunca pudimos hacer es darles espacio a las cosas que hacen sostenible el crecimiento, que impliquen una mayor productividad y mayores salarios. Tiene que ver con la capacitación, con un mercado de crédito más profundo y dinámico, con la inserción de la Argentina en el mundo, por citar algunos ejemplos. En forma simultánea, hay que resolver problemas cotidianos con una visión de hacia adónde se quiere ir. El camino a transitar es distinto al de otros países, porque nuestro punto de partida es distinto, pero el destino es el mismo. Queremos una sociedad desarrollada, igualitaria, en la cual se plasme el progreso. Este salto cualitativo de la segunda etapa implica gestión. El progreso es un esfuerzo cotidiano, no un lugar de llegada. Representa sin dudas una mejora continua.

¿Cómo interpreta la “gestión”? ¿Como sinónimo de eficiencia, como algo tecnocrático?, ya que la gestión está ligada a una ideología y no es una cuestión aislada.

–Comparto esa visión. La separación de lo técnico de lo ideológico forma parte de lo nefasto de lo que nos pasó en los últimos treinta años. Lo importante es el objetivo final, con la técnica siempre supeditada a la política. A eso yo llamo buena gestión. Gran parte del desprestigio de los economistas tiene que ver con que avalaron soluciones técnicas como si hubiesen estado desligadas de lo político. Y está claro que no fue así. Se trató de vender como soluciones únicas algo que estaba teñido de una ideología y que respondía a intereses particulares.

¿Qué opina cuando aparecen voces alarmistas sobre el aumento en el nivel del gasto público?

–Mi posición es que el gasto público en la Argentina peca por defecto y no por exceso. La gente a la que le disgusta este proceso pone excusas recurrentes para criticarlo. Pero lo cierto es que, hasta hace poco, el gasto en relación al Producto Bruto era similar al de hace treinta años. Los críticos no toman en cuenta que algunas rubros, como la salud, la educación o la ciencia se tornaron sistemas más complejos. Se necesita más dinero para alcanzar niveles aceptables. Además, en la actualidad hay una cantidad mayor de jubilados. Digo más: el gasto público debería ser superior al que tenemos. Gastamos poco por habitante. Creo que debemos conseguir recaudar mucho más que ahora para volcar más fondos a las inversiones públicas. Y no tenga dudas de que ese proceso ocurrirá si evitamos las crisis.

¿Qué opina sobre la estrategia para sostener el dólar?

–La manera más igualitaria de mantener la competitividad económica es conservar un tipo de cambio competitivo. Todos los países asiáticos y Chile, por ejemplo, se esforzaron por hacerlo, aun cuando eso supuso un aumento de la base monetaria.

¿Durante qué período tuvieron éxito?

–China lleva un tiempo largo, a pesar de las presiones, sobre todo de los Estados Unidos. También se sostuvo durante períodos prolongados en el resto de los países que se lo propusieron. Lo importante es mantener el tipo de cambio competitivo el mayor lapso posible. En este tema no puede haber señales confusas: la Argentina necesita que esa señal sea muy clara. Los productores agrarios y el empresario industrial necesitan que el tipo de cambio real se mantenga durante mucho tiempo. Esa política de Estado es decisiva para que se extiendan las inversiones de largo alcance.

Justamente, ¿piensa que en la segunda etapa que se abre, el sistema financiero le prestará al sector productivo a más largo plazo y a tasas más bajas?

–Eso tiene que ver con la segunda etapa. En la medida en que tengamos menos dudas sobre el largo plazo porque veamos la resolución de los problemas en el corto, ese escenario debe darse.

¿Es un tema de señales de largo plazo o es responsabilidad de los bancos que no quieren o no pueden dar créditos más accesibles?

–Es un poco de las dos cosas. Cuando se despejen las dudas, tanto los demandantes como las entidades alargarán los plazos para prestar y para endeudarse. Por otro lado, y producto de una mala historia económica, el sistema financiero no está acostumbrado a atender al sector productivo. Los bancos no se pelean como los supermercados con sus promociones por llegar a las empresas. También es cierto que el sistema es chico, a pesar de la cantidad de bancos que existe. En términos del Producto Bruto, los créditos al sector privado alcanzan a 11 puntos cuando España tiene diez veces más y Chile seis veces más.

¿Qué traba encuentra en el sistema financiero para crecer?

–La macro de los últimos 30 años es la responsable. Si la bicicleta es más negocio que prestarle al sector productivo, los bancos lo hacen, como ocurrió durante la década del ‘80. Si el negocio es prestarle al Estado, con garantías y altos rendimientos, hacen eso, como sucedió durante la década pasada. Los bancos son particularmente aptos para aprovechar las inconsistencias económico-financieras.

¿Y hoy no lo hacen volcando su liquidez hacia los créditos al consumo?

–La diferencia es que, en la actualidad, los bancos le prestan al sector privado. La cuestión es que son mucho más rentables los créditos al consumo. Producto de las crisis, las empresas fueron muy maltratadas. Desde el banco intentamos cambiar esa realidad manteniendo buenos niveles de rentabilidad. La banca pública está cumpliendo un rol distinto, está más comprometida con el modelo que los privados. Así debe ser. El Banco Provincia es líder en los préstamos a pyme.

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