Domingo, 26 de agosto de 2007 | Hoy
NUMEROS QUE SEPARAN LA QUEJA DE LA AUTOESTIMA
El sector agrario está transitando por un extraordinario período de bonanza, pero igualmente aparecen el lamento y el reclamo por la intervención del Estado vía retenciones.
Por Claudio Scaletta *
Los “hombres de campo” –no sólo los del campo de la Pampa Húmeda, sino todos aquellos que conducen cualquier actividad vinculada al agro, desde la más remota ganadería en zonas otrora marginales a las cadenas agroindustriales más complejas– se caracterizan por transmitir dos mensajes contradictorios. El primero es la queja permanente, el segundo es una poderosa autoestima en relación con el aporte sectorial a la economía, normalmente asociada con “el país”.
Luego de ensayar variados argumentos impositivos para explicar los porqué de la eterna letanía, un muy importante productor sojero en campos propios y alquilados dijo a Cash que la tendencia al “reclamo” del sector debía buscarse en la subjetividad del productor. La actividad agropecuaria, a pesar de los grandes aportes de las nuevas tecnologías, continuaría fuertemente influenciada por los avatares climáticos –explicó– lo que haría del empresario del agro alguien “siempre preparado para la peor”. La consecuencia inmediata sería ser más precavido que, por ejemplo, el industrial, lo que políticamente se traduciría en reclamar siempre, incluso “por las dudas”. Los argumentos continuaron, pero ante la refutación de que el clima que más miraban en el campo era el de los mercados de destino para adelantarse a las subas en Chicago, el empresario, no sin sonreír, acusó a su interlocutor de tener “prejuicios anti-campo”.
La segunda cuestión, la gran ponderación del aporte sectorial a la economía, implica aceptar tácitamente la prosperidad, un tópico sin duda contradictorio con el lamento. Quizá esto; la queja del próspero –dijo Cash a su tranquilo escucha–, sea lo que provoca prejuicios anti-campo en la sociedad.
Pero más allá de las contradicciones, en este punto no hay nada de subjetivo y sí mucho de objetivo. Precisamente éste parece ser el tema central de las consultoras económicas en las últimas semanas. Bajo esta óptica particular, con la mejora de los precios internacionales y la respuesta local por el lado de la oferta a las señales de precios, sólo crecerían los impuestos que recauda el fisco y no los ingresos de los que los tributos son un porcentaje. En el límite, esta línea de argumentación llega a sostener que el haber evitado que el peso se aprecie vía inflación, sería una estrategia meramente recaudatoria del Gobierno con miras a las próximas elecciones. Dejando de lado la ideología de muchos de estos análisis, resulta interesante detenerse en los números.
En el último Newsletter de Economía del Banco Río de esta semana se repasa el crecimiento del sector cerealero y oleaginoso desde 2002. Se dice, entre otras cosas, que tanto la soja, como el maíz y el girasol tienen precios internacionales “un 30 por ciento superior al promedio histórico de los últimos veinte años. A la vez, dichas cotizaciones han duplicado a los registros observados entre 2000 y 2001”. Por el lado de los productores, sigue el documento, “se puede observar que han logrado un aumento de productividad y eficiencia sin precedentes”. El dato que sigue es realmente impresionante: “Tan sólo en la última década, el rinde promedio de cereales y oleaginosas alcanzó a 3 toneladas por hectárea desde las 2 toneladas logradas en la campaña 1996/97”. El avance, como es conocido, no fue sólo en rindes “el área destinada a los cultivos de cereales y oleaginosas subió más del 50 por ciento, al pasar de 20 millones de hectáreas cultivadas en la campaña 1993/94 a 31 millones de hectáreas en la campaña 2006/07”. Cierto es que esto también fue a costa de producciones menos rentables, como la ganadería y el tambo. No obstante, a pesar del poderoso efecto ingreso que tuvo la suma de precios, productividad y aumento del área sembrada, el resto del paper consiste en una amarga queja por las retenciones. Su conclusión es que como el Gobierno seguramente no bajará el gasto, tampoco bajarán las retenciones. Aunque este espacio termina aquí, hay más; el informe del Ieral de esta semana titula: “El precio de las materias primas, clave para el fisco”. Sin duda, todo muy tremendo para el hombre de campo.
Durante los primeros siete meses del año, la faena avícola alcanzó 278 millones de cabezas, un aumento de 9,3 por ciento en comparación con el mismo lapso de 2006, informó la Secretaría de Agricultura.
Con un aumento en la siembra del orden del 30 por ciento, la cosecha algodonera cerró con un resultado de 190 mil toneladas de fibra, “lo que permitirá abastecer el consumo interno de la industria textil y tener un saldo exportable”, anunció el presidente de la Cámara Algodonera Argentina, Ernesto Bolton.
La cosecha mundial de trigo será este año de 607 millones de toneladas, por debajo de lo estimado, informó el Consejo Internacional de Granos, lo que hace presuponer que la tendencia de los precios del cereal se mantendrá al alza.
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