DEFICIT GEMELOS DE ESTADOS UNIDOS
El sobreconsumo privado y del sector público de la potencia económica y militar, que se refleja en su desbalance comercial y fiscal, plantea las actuales tensiones en la economía mundial.
› Por Roberto Feletti
Se dice que toda crisis es una oportunidad. Esta suerte de axioma o verdad evidente se verifica en forma casi completa en el caso de la Argentina. El esquema de superávit en la cuenta corriente del balance de pagos, desendeudamiento y acumulación de reservas para impedir cualquier impacto de una crisis externa sobre el desarrollo local ha sido adoptado, con matices, por la mayoría de las economías emergentes. Esta vocación por la solvencia externa tiene un indudable impacto en las economías más desarrolladas, pero particularmente en la estadounidense, que se encuentra inducida a un sobreconsumo del sector privado y del sector público reflejado en los déficit comercial del 6 por ciento del PBI y fiscal del 1,9 por ciento del PBI. Si ese sobreconsumo es el reflejo espejado del fuerte ahorro externo de las economías asiáticas y más recientemente de las sudamericanas, cabe formularse la pregunta acerca de cuál es el momento en el que se producirá la recomposición del equilibrio a escala mundial.
Analizando tendencias y correlación de flujos de capital con los vaivenes de la política económica de los EE.UU., exteriorizado fundamentalmente en la tasa de interés regulada por la Reserva Federal, se advertirá que los mismos siempre fueron contracíclicos al desenvolvimiento de una parte importante del resto de las economías periféricas. La administración de los equilibrios de la economía estadounidense estuvo asentada en algunos componentes centrales. El primero fue la capacidad otorgada por los acuerdos de Bretton Woods de emitir moneda con poder cancelatorio internacional, casi sin restricciones. El segundo factor es el sostenimiento de la hegemonía militar que impulsa a abultar exageradamente el presupuesto de defensa. Y por último, las políticas de oferta de las administraciones republicanas consistentes en rebajar impuestos a los sectores de mayor capacidad contributiva para fomentar la inversión.
Es evidente, en un diseño simplista, que en una primera etapa el aumento del gasto militar y la rebaja impositiva es financiado sin dificultades, con emisión monetaria. Al agudizarse este proceso se requiere la intervención de la Reserva Federal, para que a través de la tasa de interés controle la inflación interna, derivada de la emisión y, simultáneamente, atraiga recursos genuinos para financiar el déficit.
El ascenso de China e India como jugadores de peso en el comercio internacional, la recuperación del poder de consumo japonés y de la potencialidad rusa, aunada a los atentados del 11 de septiembre de 2001, dispararon en la administración republicana una acelerada vuelta al viejo esquema de hegemonía militar y control de los flujos financieros internacionales. Sin embargo, la reedición del desequilibrio presupuestario nuevamente basado en gasto en armamentos y rebaja impositiva no pudo encontrar el correlato de la suba de la tasa de interés para absorber la liquidez disponible en el mercado internacional.
¿Qué factores obran como limitantes respecto de la experiencia de la década del ’80, durante la gestión republicana de Reagan, similar a la orientada por Bush hijo? En primer lugar, se sincera la desproporción existente entre la liquidez internacional y la evolución de la economía real, varios años de bajos rendimientos financieros con abundantes recursos disponibles indujeron a los decisores de los grandes fondos de inversión a adoptar riesgos cada vez mayores no sostenidos por la economía real.
En segundo lugar, una suba en la tasa de interés decidida por la Reserva Federal, orientada a defender el valor del dólar en declive frente al euro, el yen y el oro y, a la vez, captar recursos para financiar los desequilibrios de la economía norteamericana, hubieran provocado un shock tal como la reciente crisis de las hipotecas subprime. Por el contrario, Ben Bernanke, en oposición a su propio pensamiento, debió inyectar aceleradamente liquidez en el mercado y hacer descender la tasa.
El dilema que atraviesa la política económica estadounidense es cómo corregir sus desequilibrios sin producir un ajuste sobre su consumo dado que las medidas de política monetaria como la emisión o la fijación de la tasa de interés encuentran severas restricciones en el actual contexto mundial, no pudiendo exponer el dólar a una mayor depreciación frente a otros activos monetarios ni tampoco inducir una dura recesión en un país en el que gran parte de su población se encuentra endeudada a largo plazo. Entonces, si la política monetaria ha encontrado límites, las miradas se vuelven hacia la política fiscal y particularmente al gasto en defensa, hoy derramado en la guerra de Irak. En este sentido, la futura administración de los EE.UU., tal vez de signo demócrata, pueda combinar el ajuste presupuestario sin disminuir la demanda mundial, reduciendo el gasto militar, que ha aumentado un 67 por ciento desde el 2001 al presente. La mejor salida de la crisis delineada por el desbalance global es aquella que hace converger ajuste fiscal sobre el gasto improductivo en los EE.UU. con expansión de la demanda mundial de los países altamente desarrollados, particularmente Japón.
Si bien una caída de la demanda directa estadounidense sólo afectaría una décima parte de las exportaciones argentinas, para nuestro país sería una limitante indirecta la baja generalizada del consumo en el exterior, de otros países compradores de productos argentinos. Por lo tanto, una combinación virtuosa es la que da cuenta de una expansión del comercio internacional con una corrección del desequilibrio estadounidense que no lo afecte. Esa combinación es posible sólo disminuyendo su presupuesto bélico.
El autor es vicepresidente del Banco Nación.
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