Dom 01.09.2002
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OPINIóN

Esa extraña terquedad

Por Oscar R. Nocetti
Presidente de la Cooperativa Popular de Electricidad de Santa Rosa, La Pampa

Como resultado de la hiperinflación alfonsinista, Argentina quedó inerme y anémica. Reducido el país a un muñón, podía iniciarse la “fase predatoria”. Y así se hizo. El menemismo y una sociedad permisiva autorizaron la ablación de sus mejores órganos. Las empresas estratégicas, fundamentales para un funcionamiento vigoroso de la economía argentina, se entregaron a cambio de injertos de capitales y gerenciamientos foráneos. Casi nada ha sobrevivido a esa “fase predatoria”, pero aun así hay algunos constituyentes del cuerpo argentino que resisten la “fase agónica”, entre ellos, el cooperativismo.
El movimiento cooperativo una vez más muestra su fortaleza. Con sus casi cien años de actividad solidaria, ha demostrado que puede soportar la estulticia y la avidez de todos aquellos que, de adentro y de afuera, han saqueado sistemáticamente el país. Las cooperativas sobrevivieron a los gobiernos conservadores, a las tiranías militares y a los desvaríos de toda laya que en nombre de la democracia supieron soportar. La economía de las entidades solidarias ha sufrido inflaciones, desagios, tablitas, hiperinflaciones, privatizaciones, deflaciones, dolarizaciones, pesificaciones, corralitos y cuanto engendro se les ocurrió a los ministros de Economía de turno.
Y aguantaron. Ahora, en lo peor de la crisis, no cejan en la tarea de brindar servicios y sostener la producción nacional. Pero eso no parece tener mucha contrapartida en quienes legislan o pergeñan las políticas de alcance general. Por ejemplo las cooperativas, por una “ley” de los militares del Proceso, no pueden ser titulares de radios FM o AM ni tampoco propietarias de canales de televisión abierta o por cable. Por presuntas razones de seguridad nacional (las cooperativas son muy populares), fueron excluidas en 1980 y pese a las promesas de Alfonsín, Menem, De la Rúa y ahora Duhalde, las cosas están donde las dejaron los militares. Por supuesto que los “amigos” del Proceso y los multimedios, beneficiados con la marginación del cooperativismo, abogan por mantener esa “ley”.
Los mandobles autoritarios del Proceso también acabaron con las Cajas de Créditos Cooperativas que, a mediados de la década del 70, acumulaban el 16 por ciento del ahorro argentino y eran un poderoso motor de la economía productiva popular. Las enmohecidas –y a veces muy permeables– neuronas de nuestros legisladores se han negado a modificar este inicuo estado de cosas. El cooperativismo sigue dando pelea y hoy sus capitales son la mayor reserva nacional de nuestra economía. Y está dispuesto a hacerlo valer.

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