Dom 27.01.2008
cash

CAIDA DE LA PRODUCCION LACTEA EN 2007

Política sin leche

La estrategia oficial errática para el sector explica, entre otras razones, el descenso de 8,7 por ciento de esa industria el año pasado.

› Por Claudio Scaletta

El número alarma. La producción de la industria láctea cayó en 2007 el 8,7 por ciento. Ese registro no ocurre en un período de recesión generalizada, sino luego de cinco años de crecimiento de la economía y con una actividad industrial que acumuló una suba del 8,2 por ciento en los últimos doce meses. Cuando los resultados negativos en la producción persisten en el tiempo, puede ser útil el repaso de los acontecimientos.

En la producción primaria, los tambos que lograron sobrevivir a la convertibilidad comenzaron a recuperarse a partir de la devaluación generando inicialmente un círculo virtuoso de mayor producción con las usinas. Pero los precios internacionales de la leche en polvo comenzaron a subir y los capitales fluyeron hacia la industrialización, mientras los precios continuaban en alza. Al igual que en otros sectores alimentarios, el mercado externo comenzó a competir con el interno. Con el objetivo de no perjudicar los consumos locales críticos, el Gobierno siguió una política errática. Primero elevó las retenciones para restringir exportaciones frente a la imposibilidad de controlar los precios a los consumidores. Esta fue una de las últimas medidas de Roberto Lavagna. Luego, la suba del tributo fue dejada sin efecto por Felisa Miceli. El nuevo argumento fue el de garantizar mayores precios a los productores primarios. Pero los mejores precios para el eslabón inferior no llegaron. El discurso de algunos funcionarios comenzó entonces a enfatizar la presencia de mercados imperfectos: el viejo oligopsonio del que tamberos y usinas parecen ser ejemplo paradigmático. Pero esta relación no modificaba los resultados (léase impacto en el IPC), entonces el camino consistió en apostar en el refuerzo de los acuerdos de precios olvidándose de las tensiones al interior del circuito, a la vez que se aplicaron restricciones a las exportaciones de algunos subproductos.

Se cerraron de 3 a 4 por ciento de los tambos, según integrantes de la Mesa Lechera.

Mientras tanto, la producción primaria enfrentaba dilemas. Pasarse a soja u otros cultivos era una posibilidad cierta para muchos productores de leche. También una opción menos conflictiva y compleja. Los economistas siguen debatiendo si los costos de transacción, es decir el abandono del capital “hundido” en el tambo, permiten que sea rentable el pasaje de actividad. Los datos estadísticos señalan que se habrían cerrado de 3 a 4 por ciento de los tambos. No son números oficiales, sino los relatados a Cash por integrantes de la Mesa Lechera que funciona en el ámbito de la Sagpya.

El segundo dato es que la situación empeoró. El clima no alcanza para explicar una caída del 8,2 por ciento, pero ayuda. Según fuentes de Agricultura, las inundaciones en Santa Fe habrían reducido la producción de esa importante cuenca entre un 6 y un 7 por ciento. También aumentaron fuerte los insumos, como el maíz.

La suma de caída de producción primaria y aumento de la demanda no pudo dar otro resultado que aumentos de precios. La simple escasez consiguió lo que no lograron las decisiones de política. En la segunda mitad del año los tamberos comenzaron a recibir mejores precios. Pero la mejora duró poco. Ante el reclamo del gobierno por los mayores precios al consumidor, las usinas se quejaron por el alto costo que debían pagar por la materia prima. El Estado volvió a ser Hood Robin intentando congelar, retrotrayéndolo unos meses, el precio de la leche. Al mismo tiempo se decidió profundizar la ya iniciada política de subsidios. Al 23 de enero pasado los tamberos habían recibido 78 millones de pesos y las usinas, 150 millones. Casi 230 millones de pesos no es poco dinero para un sector, pero los actores igual se quejan y dicen que los subsidios les llegan tres meses tarde.

De acuerdo a fuentes sectoriales, el problema residiría en las señales de precios y en contar con políticas menos erráticas a fin de poder tener perspectivas de precios. Pero la recuperación no puede ser inmediata. Si las señales de precios se corrigen, la recuperación de la producción podría demandar entre seis y ocho meses.

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