NOTA DE TAPA
La cotización a 120 dólares el barril de petróleo es el doble de la existente hace un año. En Argentina sólo quedan reservas para siete años. Ya están escaseando algunos derivados. Desde que se privatizó YPF en la década pasada, la inversión en exploraciones disminuyó sensiblemente. Esta es la principal razón que explica por qué las reservas caen año tras año. El país se puede convertir en importador neto si no se descubren nuevos yacimientos, con las consecuencias negativas en materia económica y social que implica tener que comprar petróleo del exterior.
› Por Roberto Navarro
La cotización a 120 dólares el barril de petróleo es el doble de la existente hace un año. Es un record histórico que compromete a las economías de los países importadores del oro negro. Entre ellos, los más afectados son los que no exportan productos de alto valor agregado, debido a que no pueden reunir las divisas necesarias para pagar las cada vez más elevadas facturas de los barcos de crudo y sus derivados. En Argentina sólo quedan reservas para siete años, pero ya están escaseando algunos derivados, lo que obligó al país a cuadruplicar el dinero destinado a importaciones de gasoil y a duplicar el de fueloil en los últimos dos años. Especialistas nacionales e internacionales explican que el constante incremento del precio del petróleo responde a cinco principales factores que presionan sobre el mercado:
La caída del precio del dólar, que aumenta el valor de los activos en esa moneda.
El aumento del consumo, principalmente de China, que duplicó su demanda en 10 años.
La prolongación en el tiempo del conflicto en Irak y el peligro de una guerra en Irán, que mantienen en tensión a la región en la que se encuentra el 60 por ciento de las reservas probadas de crudo.
La opinión generalizada de los expertos de que sólo queda petróleo para tres décadas.
La especulación, dado que muchos inversores apostaron a los mercados de futuro del crudo, inflando su precio.
Un informe de la consultora estadounidense Strategic Energy & Economic Research argumenta que “las dinámicas de oferta y demanda internacionales justifican un precio de alrededor de 40 dólares el barril, mientras que los temores en las regiones exportadoras inestables podrían duplicar ese precio”. “De 80 dólares para arriba es especulación de los mercados”, opinan en esa consultora.
La crisis en los mercados de hipotecas de Estados Unidos y su efecto dominó en bancos europeos impulsó a que muchos fondos de inversión y grandes operadores destinaran una porción cada vez mayor de sus fondos a los mercados de futuro de commodities. La plaza que se mueve con más intensidad recibiendo esos capitales especulativos es la de petróleo. Alejandro Ovando, director de la consultora local IES, señala que “los inversores pensaron que se venía una recesión muy importante en Estados Unidos, con arrastre internacional. Por eso salieron de la Bolsa y buscaron un lugar seguro en los commodities. Pienso que el 25 por ciento del precio del crudo es burbuja financiera”.
El último informe de la Secretaría de Energía de la Nación alerta que a fines de 2007 en el país sólo quedaban reservas de petróleo para siete años: hasta fines de 2014. Desde ese año en adelante, si no se encuentran nuevos yacimientos, cada año el país tendrá que aumentar sus importaciones pagando el precio internacional pleno del crudo. En los últimos dos años, el país pasó de importar 352 millones de dólares de gasoil en 2005 a 1123 millones en 2007. En el mismo período las importaciones de fueloil subieron de 168 a 388 millones de dólares. Desde que se privatizó YPF en la década pasada, la inversión en exploraciones disminuyó sensiblemente. Esta es la principal razón que explica por qué las reservas caen año tras año. Desde el Gobierno se culpa a las empresas por no querer arriesgar su capital y sólo aprovechar la producción de los pozos ya existentes. Las empresas aducen que el nivel de retenciones a las exportaciones desincentivan las inversiones.
En 1994 había reservas para 15 años. Hoy, para 7. Y se gastan 1700 millones de dólares anuales para importar, fundamentalmente, gasoil y fueloil. Según datos de IES, la importación de diesel en 2007 creció un 282,4 por ciento medido en divisas y un 227,4 por ciento en volumen. Luego de tantos años de perder reservas, la cuenta sobre qué pasaría si Argentina se convirtiera en importador neto resulta alarmante. En el país se consumen 40 millones de metros cúbicos anuales. A un precio de 120 dólares el barril, importar esa cantidad implicaría un desembolso de 36 mil millones de dólares. Aunque no se llegara a esa cifra y el país se convirtiera en un importador medio, los perjuicios para la competitividad de la economía, el bolsillo de la población y la balanza comercial serían serios.
Si bien en Argentina el petróleo no aparece –o no se busca–, el Tratado de Seguridad Energética firmado con Venezuela aseguraría a Argentina elevar la disponibilidad de combustibles a importar por Enarsa en 10 millones de barriles de fueloil y 2,3 millones de gasoil a precios sensiblemente más bajos que los internacionales. La asociación de Pdvsa con Enarsa para la explotación del Bloque 6 Ayacucho en la Faja del Orinoco, comenzaría a dar frutos hacia fines del 2010. En el 2012 –en plena producción– proporcionaría a Enarsa unos 21 millones de barriles anuales, aproximadamente un 10 por ciento del consumo doméstico. El costo de extracción rondaría los 8 a 10 dólares el barril. Un 50 por ciento del combustible Argentina lo pagaría al precio de costo y el otro 50 por ciento al precio que se fije para los socios. La refinación podría realizarse en Argentina, si se decidiera construir una refinería que pueda procesar el crudo pesado.
La guerra y las luchas civiles han deprimido la producción en Irak, Nigeria, Irán y en otros países. “La capacidad global podría ser 4,5 millones de barriles diarios más alta sin estos obstáculos”, señala un informe de la Fundación para la Investigación de las Políticas Energéticas de los Estados Unidos. La amenaza latente de la potencia mundial de extender la guerra también a Irán llevó a que la marina de ese país mantenga constantemente patrullado el estrecho de Ormuz, sitio por el que pasa el 25 por ciento del petróleo que consume el mundo. En esta región se encuentra el 60 por ciento de las reservas probadas de petróleo del planeta y cualquier pequeño incidente sirve para poner presión en este mercado.
Desde 1999, el consumo de petróleo de China se ha duplicado, a 7,5 millones de barriles por día (Mbd) en 2007. En ese mismo año el consumo mundial de petróleo fue de 86 Mbd, un 13 por ciento más que en 1999. El consumo de Estados Unidos fue de 20,8 Mbd, un 7 por ciento más que en 1999. En ese año el barril cotizaba a 10 dólares. Estos datos demuestran la relevancia del crecimiento de la economía china en la demanda petrolera mundial y, en última instancia, en la determinación del precio del crudo. Pero la influencia del país asiático en el impresionante aumento del crudo todavía es mayor. China también incrementó fuertemente sus requerimientos de granos, carne y lácteos. El crecimiento de esas producciones multiplicó la producción de agroquímicos, que se fabrican en base a petróleo.
El precio del galón de nafta en Estados Unidos se duplicó en el último año. El precio por litro cuesta el equivalente a cinco pesos argentinos, un valor similar al que se cobra en Chile, Uruguay y Brasil. En Argentina, aunque las naftas subieron un 50 por ciento en el último año, aún se mantienen muy por debajo del promedio internacional. Pero la necesidad de más gasoil para el campo, de mayor volumen de fueloil para la generación de electricidad y la mayor demanda de naftas para un creciente parque automotor, sumado a centenares de grupos electrógenos que funcionan a nafta utilizados por las industrias, están generando cada vez más tensión en el mercado local. El resultado se observa en faltantes de combustibles en las estaciones de servicio, subas de precios que, para que sean menos visibles, se instrumentan en forma escalonada en el tiempo y en distintos puntos de venta, viniendo desde el interior hacia la Capital, y una mayor salida de divisas destinadas a la importación.
Chakib Khelil, presidente de la OPEP, el cartel de los países exportadores de petróleo, predijo que el barril de crudo llegará a 200 dólares en 2010. Un reciente informe del Deutsche Bank prevé la alternativa de que el precio alcance los 250 dólares a finales de 2009. En Merrill Lynch, en cambio, piensan que las condiciones del mercado están cambiando y en un documento reservado para sus clientes recomienda comenzar a desprenderse de las inversiones a futuro de los commodities, ya que la economía de los Estados Unidos comienza a recuperarse. En ese banco de inversión estadounidense piensan que, ante este nuevo escenario, comenzarán a subir las tasas de interés, subirá el valor del dólar y las inversiones volverán a Wall Street. En ese momento, los commodities, entre ellos el petróleo, bajarán de precio.
Más allá de los argumentos que esgrimen los bancos para justificar sus predicciones, es imprescindible tener en cuenta que sus recomendaciones influyen sobre las decisiones de los inversores y que éstas son parte de la determinación del precio final del petróleo. Según distintos análisis, el porcentaje del precio actual del crudo que tiene que ver con la especulación en los mercados a futuro fluctúa entre un 25 y un 40 por ciento.
Hace un año, cuando el barril se ubicaba en 60 dólares, muchos analistas predecían que cuando cruzara la barrera de los 100 dólares desataría una recesión internacional. Pero eso no ocurrió. Un reciente editorial de The Wa-shington Post afirma que “el resultado más visible del aumento del petróleo es la caída del 80 por ciento de las ventas de vehículos grandes y la espera de tres a seis meses para la entrega de autos pequeños”.
La escasa influencia del aumento del petróleo en las economías desarrolladas fue explicada por Michael Lewis, del Deutsche Bank: “En 1981, el promedio anual de ingresos del Grupo de los Siete habría sido suficiente para comprar sólo 318 barriles de petróleo”. Para igualar el consumo occidental al equivalente de hoy, Deutsche Bank calcula que el precio del petróleo tendría que aumentar a 134 dólares por barril. Es decir que en las últimas tres décadas los habitantes de los países desarrollados aumentaron su ingreso promedio más que lo que subió el precio del petróleo.
Para explicar que el precio del crudo no es un record tan exorbitante como se dice, Lewis indexó el precio del barril de 1980 con el índice de precios al consumidor de Estados Unidos. El resultado es un valor de 117 dólares el barril. Por último, Lewis explicó que en 1980 los estadounidenses dedicaban el 8 por ciento de sus ingresos en hidrocarburos y que en la actualidad sólo destinan el 6,6 por ciento. Para impulsar el gasto en energía al mismo nivel nuevamente, Lewis sostiene que el precio del crudo tendría que aumentar a 145 dólares.
En términos de rigor científico, no existe una explicación simplista, ni modelo matemático alguno capaz de predecir de manera adecuada el nivel de los precios del crudo en el mercado internacional. Sin embargo, ello no significa que no existan factores estructurales de corto y largo plazo referidos a la oferta y demanda de crudo, y factores geopolíticos altamente influyentes. Del mismo modo se tienen factores especulativos vinculados con el mercado de futuros, tanto más sensibles en los últimos tiempos respecto de la evolución esperada del valor del dólar estadounidense. Si se estima que la hipótesis más probable es que la demanda se incremente en un orden de 10 MMBD de aquí a 2015, se tiene que el precio esperado más probable sea del orden de los 100 a 112 dólares el barril. No obstante, con la misma metodología para abordar los “límites” de los escenarios futuros se obtiene un rango de incertidumbre que va de los 40 a 180 dólares. ¿De qué depende el nivel concreto entonces? Del crecimiento económico mundial, de las ganancias en eficiencia a partir de nuevas tecnologías, de las condiciones geopolíticas globales, pero muy particularmente en Medio Oriente. Pero a cada señal de escasez potencial responde el mercado especulativo, lo que complica mucho establecer un precio predecible. Ahora bien, ¿cómo impacta dicho escenario en la Argentina? En cierto modo, mientras existan las retenciones móviles –y ello depende de la existencia de saldos exportables–, el precio interno se verá relativamente poco afectado. Esto no significa que los productores no aprovechen la ocasión para solicitar una liberación de precios como señal para incrementar su oferta. La cuestión en este caso pasa por el hecho de que aun con un barril a 120 dólares sería difícil pensar en que los operadores de la Argentina incrementarían sus inversiones, en especial las de riesgo. Las presiones y quejas del sector, a pesar de ello, son continuas en tanto alegan que reciben por barril 50 dólares en lugar del precio internacional. En este contexto, la escasez será una consecuencia previsible. Porque suelen olvidarse del bajo costo de producción y consideran como costo al “costo de oportunidad” libre de retenciones. Lo que se suele olvidar es que internalizar niveles de precios internacionales en una economía como la Argentina agregaría una presión inflacionaria formidable a la ya existente, lo que culminaría en un estancamiento con inflación y una moneda fuertemente apreciada.
Nuestro país sufre la caída de sus reservas de hidrocarburos como ocurre en gran parte del mundo, a diferencia de algunos países sudamericanos, como Venezuela, cercano a convertirse en la primera reserva mundial, y como Brasil, con sus recientes hallazgos de gas y petróleo. Todos sabemos que las energías alternativas no tienen aún “permiso” de las grandes petroleras transnacionales para entrar en escena como primeros actores. Muchas veces esta situación de escasez manifiesta de hidrocarburos, con aumento de sus precios, y la crisis del dólar, con los especuladores huyendo hacia colocaciones en petróleo y oro futuros, generando conflictos graves entre las naciones, es mejor percibida, e incluso analizada, por la literatura –incluso de ficción– que por los tradicionales analistas conservadores de la economía. El mundo está en un momento de cambio de civilización, como ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, cuando la marina británica abandonó el carbón y adoptó el fuel oil. Pero en la Argentina, un país donde la privatización estableció el carácter comercial de estos bienes extractivos, que en todas partes es de carácter esencial y estratégico, puede verse la caída de las inversiones, así como la renuncia a tener una política petrolera propia. Desde 1989 dependemos de las transnacionales y no del Estado concedente. El continuo aumento de las reservas argentinas durante el período de las empresas públicas de ayer, comparado con la abrupta caída de las reservas de hidrocarburos de hoy, ha alcanzado un punto crítico: ninguna proyección seria de la economía argentina puede elaborarse sin tener en cuenta que la conversión del precio interno, ahora más bajo que el internacional, al precio internacional llevará a la pérdida de las actividades industriales y de servicios exportables, y al encarecimiento del consumo interno, sobre todo para los sectores de menores ingresos. En el campo de los combustibles estamos ante el notorio fracaso de la política neoliberal impuesta por las grandes petroleras internacionales. Petroleras que hoy se encuentran en franca retirada en la extracción mundial ante el crecimiento de las empresas estatales y la aparición de los grandes fondos financieros de los países que controlan su petróleo: fondos estratégicos de inversión, como el caso de Noruega. La Argentina sólo tiene dos alternativas: seguir el mismo y errado camino, agravando sus consecuencias nacionales y sociales, o recuperar este recurso natural, como lo están haciendo casi todos los países del mundo.
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